- De nuevo en el pasado... -suspiré sin quitar la vista de la etiqueta de mi taza biodegradable. Si se me enfriaba el elixir de la vida, me lo echaría encima al desintegrarse el material.
- Lo sabes bien, mi niña... No puedo dejar de recordar una vez tras otra a Emily cuando escucho tu voz. No quiero que sufras lo mismo que ella, estuviste a punto, lo sé, pero Treff te salvó de ahí. ¿Cuántas veces tendré que repetirme esta historia a mí mismo para dejar de confundirte con mi hija?
- Algún día lo superará, estoy segura. -tomé un sorbo de café, quemaba más de lo que parecía.
Emily tendría más o menos la misma edad que yo, pelirroja también, pero mucho más simpática y abierta que yo. Ambas nos conocimos años atrás, pues la mafia se encargó de cruzar nuestros caminos. Esta gente era peligrosa, no iban en contra de nadie, pero tampoco a favor. Vivían en su mundo, en sus barrios, y no dependían de ningún gobierno. Por pacto, el Presidente encargado jamás debía ordenar la detención de ningún integrante de la mafia a no ser que se tratara de un crimen imperdonable. De esta manera, la paz se mantendría, de lo contrario... Bien, la defensa de esta gente podría ser extremadamente destructiva. Su oración favorita era un tanto escalofriante: "Paz a la paz, muerte a la traición", quizás no por las palabras, pero si por los hechos, pues daba igual si era un robo mayor o un simple intento fallido, si consideraban que era un acto impuro hacia su comunidad, no había forma de escapar con vida.
La hija de Stare y yo sufrimos casi el mismo destino, secuestradas a la pronta edad de 6 años más o menos por culpa de las malas decisiones de nuestros padres, quienes creyeron ser más inteligentes que el oponente que tenían enfrente. Mientras que mi familia desapareció del mapa, o almenos eso me hicieron creer, solo el padre de Emily huyó resguardándose en FATE. Ambas crecimos juntas, a disposición de aquellos desconocidos que nos trataron como trapos sucios. Des del primer día supimos que nuestras vidas quedarían eternamente marcadas, igual que nuestras pieles tatuadas con la forma de un hexágono vertical cuyas puntas superior e inferior eran seguidas de un par de llaves ( "{ y }") invertidas, con un número de cuatro dígitos cada una, el 3301 yo, y el 8068 mi compañera, además de una cruz y un engranaje en el interior del hexágono, justo encima y debajo del número. Aquella señal era distinguible a simple vista, todo el mundo la reconocía tan solo verla. Era el símbolo de la mafia, un escudo púrpura que señalaba la riqueza de los jefes, y que todos sus integrantes llevaban tatuado al igual que nosotras, pero pocos tenían el número, ya que solo era adjudicado a los prisioneros, y el valor numérico oscilaba de mil en mil según la inicial, valor de las letras del apellido, y edad de la víctima. Todo un código irrepetible que marcaba todo esclavo hasta su muerte. No es necesario profundizar en ese oscuro pasado, lo que pasó allí murió allí.
Durante años nos llevaron de aquí para allá como escudo, si alguien intentaba salvarnos, nos amenazaban apuntando el revolver en nuestras cabezas. Llegamos a no temer a la muerte, era una hermana más entre nosotras, siempre allí, a nuestro lado. Al cumplir los doce, intentamos escapar ambas juntas, pero la suerte que nos acompañaba era nefasta, tan pronto pusimos un pie en la calle aquella lluviosa noche, los perros se nos echaron encima. Vigilaban día y noche sin descanso, no había escapatoria posible para unas simples niñas como nosotras.
Aquél día algo cambió para siempre, por primera vez en mi vida dejé te temer al dolor igual que anteriormente había perdido el miedo a morir. Pasaron seis años más, Emily y yo estábamos hartas de ese lugar, mugriento y sangriento. Veíamos cada día las luces de la ciudad, la libertad estaba a dos pasos, y a la vez tan lejos. Nuestras voces no tenían poder suficiente para llegar al oído de un héroe. Junto a nosotras, otros niños y adolescentes fueron llegando y desapareciendo a favor de esa gentuza, posiblemente aquellas criaturas eran vendidas o quien sabe que destino descansaba en los hombros de sus familiares.
Cumplimos los dieciocho, o almenos eso calculábamos vagamente. Fue entonces cuando un alma caritativa nos tendió la mano, un joven al que habían torturado durante meses junto a nosotras descubrió lo que parecía una salida, un túnel olor a podrida libertad. Desde un principio aquél joven tuvo la idea de salir de allí vivo o muerto, pero no se permitiría quedarse de brazos cruzados como nosotras. Su intención era encontrar algún punto débil entre las paredes o la puerta de nuestra prisión temporal, estuvo estudiando varios días el área mientras Emily y yo observábamos en silencio. Finalmente, dando unos golpes en la pared este, le pareció escuchar hueco detrás de ese muro, como si aquella pared al lado de la minúscula ventana que apenas nos iluminaba día y noche estuviera conectada a otra habitación que no nos constaba en nuestros mapas mentales, creados tras todos aquellos años en el edificio.
- Se te va a enfriar el café. -Stare me devolvió al momento, esta vez era yo la que se había encerrado en el pasado recordando todo aquello.
Estábamos afectados por el mismo motivo de formas distintas, y lo peor es que nadie podía ayudarnos a pasar página. Me negaba a que mi supervisor me viera como su hija, eso solo le haría más daño a él y a mí, que había crecido sin una figura paterna y había acabado por bloquear la afección de cualquier hombre para no volver a sentir el vacío cuando llegara el momento de abandonarme. Mi trauma pasado me había provocado una sensación parecida a lo que un cristal quebrantado sentiría si tuviera emociones.
- Oh, ¡aquí estáis! Andaba buscándoos. -Rob entró a la cafetería destrozando mi poca calma interior.
- Vaya, que bien que estés aquí, ven, ¿quieres un café? -ofreció Stare mientras lo miraba de mal humor.
Él también bromeaba con nosotros, insinuando como nuestros compañeros el hecho de que supuestamente estábamos hechos para estar juntos. Cada vez odiaba más a mi compañero solo por eso, porque él también bromeaba con ellos, como si fuera yo la única del mundo que no quería saber nada del tema. Stare sabía de sobras que me hacía enfadar, pero le parecía divertido.
- He terminado de recoger justo cuando en la radio han anunciado algo sobre DEAD que me ha parecido un tanto perturbador. -dijo Rob cambiando su sonrisa por una expresión más seria.
- Seguramente te refieres a la amenaza que lanzaron sobre Grant, ¿verdad? Se están volviendo más violentos, no sé cómo terminará esto.
Yo seguía la conversación en silencio, Rob se había sentado a mi lado en una mesa de cuatro, justo delante del supervisor. ¿De verdad no había más sitio? Claro que no, pues la primera reacción del hombre cuando había visto al joven acercándose fue poner su maletín en la silla de al lado, marcándola como ocupada y obligando a mi compañero a sentarse conmigo. En cierto modo era mejor, almenos no tenía que mirarle directamente a la cara. Continuaron hablando de DEAD y la zona de Grant, mientras mi mente me volvía a recordar el momento en el que abandoné el pensamiento de mi juventud. Volví a ver aquél joven golpeando la pared con todas sus fuerzas y una barra de hierro que usaban para ponernos los brazos en alto. Era un día tempestuoso, Emily y yo tardamos en reaccionar pero decidimos hacer lo mismo. Nos paró, no quería que perdiéramos energías, él se encargaba. Finalmente cayeron los primeros ladrillos al son de los truenos, con sus manos fue abriendo paso a gran velocidad, dejando ver una sala vacía y oscura, abandonada por completo, pues ni tan solo se veía una puerta en lo que llevaría al pasillo.
Los tres nos adentramos en aquella fría área negra. Olía a mugre, era asqueroso, más de lo que estábamos acostumbrados. Sentíamos los ojos de la muerte observando cada paso que dábamos, y fue entonces cuando un lejano relámpago dejó ver el lugar completo. No era lugar para nosotros, no teníamos que estar allí, aquello no estaba abandonado y vacío como creíamos. Trozos de ropa vieja escondían en su interior restos óseos y otros cuerpos no tan desgastados. Hacía tiempo que estaban allí, uno a uno, sentados a pie de la pared, habrían más de cincuenta personas sin justicia dedicada a sus muertes, posiblemente tampoco a sus vidas. Un crujido nos alertó.
- Cassie, ¿estás? -Rob me agarró el brazo con delicadeza.
Me aparté por reflejo, tirando un poco de café en la mesa por accidente. Me sonrió pidiendo perdón, preguntándome si me encontraba bien. Claro que lo estaba, idiota. Me ponía de los nervios.
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Hiding On Land of DEAD, FATE
Science FictionCassie y Rob trabajan como repartidores en la empresa FATE, una compañía líder mundial experta en armas y tecnología en una guerra silenciosa con la segunda potencia, DEAD, quienes quieren devolver la calidad de vida de los humanos del pasado y eli...