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 - ¿Cassie? -escuché entre eco y mareo. -Cassie, ¿estás bien?

Rob estaba sentado, tenía mi cabeza apoyada en sus piernas, todo parecía dar vueltas y no quería estar allí, fuera dónde fuera ese lugar. Me levanté aún mareada, pero mi falta de energías me volvió a tumbar al mismo sitio.

- ¿Qué está pasando? -le pregunté llevándome las manos hacia la cara.

- Nos han secuestrado, bonita, no tenemos forma de escapar, almenos no por ahora.

El mundo se me cayó encima al escuchar aquellas palabras, abrí los ojos de golpe y miré a mi alrededor, efectivamente, una pequeña habitación oscura nos mantenía alejados de la libertad. Miré hacia arriba, Rob tenía aún restos de sangre causados por el golpe, pero estaba aparentemente bien. El chico era fuerte, no cabía duda. Me senté a su lado sin decir nada, seguramente era de noche, pero no teníamos ni idea de cuánto llevábamos ahí. "Comienza de nuevo la misma pesadilla, Cassandra... ¿o debería llamarte mejor Jessica?", la voz interna quería hacerme sufrir, no lo pensaba permitir.

- KC, por favor, necesito que me hables...

- No tengo nada que decir.

- No quieres decir nada, que es distinto. Pero no estamos aquí para discutir, solo quiero asegurarme de que pase lo que pase, no tienes nada contra mí, nunca he querido hacerte daño, sin embargo no dejas de evitarme.

Callé durante un rato, no conseguiría hacerme hablar, tampoco pasaba nada por mi mente relacionado con el chico. Aunque Rob desconocía mi pasado y su accidental conexión con él, intentaba mantener mi mente fría para no perder el control.

- Mientras dormías, he escuchado tres fuertes golpes, como si se trataran de bombardeos, quizás estemos encerrados cerca de un campo militar, o almenos eso espero.

- Tenemos que buscar una salida.

- Ya te he dicho que no hay por ahora.

Tal como había aprendido hacía unos años, me levanté para comenzar a comprobar cada pared ante los ojos atónitos de Rob. Parecía muro macizo, no había puntos débiles ahí, solo la puerta de hierro fundido podría echarse a tierra si tuviéramos fuerza titánica, así que no, no podíamos hacer nada. Comprobaba las bisagras de esa misma puerta cuando escuché detrás de ella unas voces aproximándose. Mi compañero me avisó para que me apartara, no lo escuché... pero pronto descubrí el motivo de su alerta cuando en el último instante vi que el marco de la entrada estaba oculto tras el larguero y el travesaño superior, indicando que la apertura se llevaba a cabo hacia el interior de la habitación. Al cabo de dos segundos me encontraba entre el hierro y la pared quejándome de dolor de nariz, aquellos brutos habían abierto la pesada puerta sin cuidado, y no había tenido tiempo de apartarme antes.

- ¿Intentando huir, jovencita? -un viejo me miró sin importarle que estuviera sangrando, solo ordenó que me sentaran de nuevo al lado de mi compañero.

Eran cuatro figuras humanas masculinas, llevaban unas cuantas carpetas en las manos, obviamente estaban relacionadas con nosotros... Aunque no podía imaginarme hasta qué punto. Uno de los individuos allí presentes comenzó a leer mi información.

- Cassandra Estara, 25 años, pelirroja, ojos azules, tatuaje en el hombro izquierdo, cicatriz en la pierna derecha, no hay enfermedad física documentada, sin embargo... -cesó de hablar por unos segundos, luego susurró algo en el oído del que sería su líder.

El hombre asintió, reposando sus manos en la espalda con total tranquilidad. Estaba más arrugado que un gato esfinge, no tenía la edad para arriesgarse a que Rob o yo intentáramos defendernos, cosa que no haríamos mientras lo resguardaran un par de gorilas que parecían más animales con máscaras de humanos que personas en sí. Comprobaron mis marcas distintivas mientras me negaba a que me tocaran un pelo, pero no tuve opción, al fin y al cabo ¿de qué serviría negarme? Solo alargaría la pesadilla. Terminaron y continuaron con su fase de reconocimiento.

- Continuemos, pues, ¿quién es el chico?

- Robert Oinster, 26 años, moreno, ojos azules, no tiene marcas distintivas notables, tan solo un par de cicatrices en la costilla. No hay enfermedad física ni mental documentadas. -y terminó la descripción.

Me ofendió. Demasiado. ¿Me estaban diciendo a la cara que yo sí tenía una enfermedad mental? Dejé de sentir el dolor de los golpes, me hervía la sangre. Me levanté con toda mi rabia cargada en los brazos, necesitaba golpear a quien fuera, me daba igual. A pesar de mi ira, el guardaespaldas medio chimpancé se situó delante mío y me empujó con un brazo para sentarme de nuevo.

- Bien, así que hemos capturado a ambos correctamente. Vaya par de desgraciados... ¿No os enseñaron acaso que la muerte no cesa de pisar los talones? No podéis escapar el destino, solo sufrir más.

Lo diría por él y sus arrugas implanchables, seguramente, un detalle que no quisiera que llegáramos a vernos como él algún día. Continuó su monólogo sobre la vida y su nivel de dificultad, ni siquiera lo escuchábamos, ambos teníamos la puerta abierta en mente, inalcanzable, pero tan llamativa su luz exterior...

- En fin, supongo que os debés preguntar el motivo de vuestra visita improvisada en nuestras instalaciones... Acompañadnos, ambos nos ayudaréis en algo importante. Por cierto, soy Assol, un placer co... ¿por qué reís?

No seríamos los primeros en burlarnos, se notaba. No sé por qué pero la pronunciación de aquél nombre se adaptaba demasiado bien al señor, ni Rob ni yo pudimos contenernos la risa al escucharlo, enfureciéndolo un poco hasta el punto de cerrar el pico y llevarnos al lugar indicado sin dirigirnos una palabra más. Los gorilas nos ataron de manos en la misma pose que Assol había mantenido en la habitación, luego nos dirigieron a través de un pasillo cuyas paredes verde militar se veían más desgastadas que el propio hombre.

- Bienvenidos, basura de FATE, ¿listos para ser reciclados? -un altavoz en la pared nos llamó la atención.

Otra vez Carel, que mal nos caía esa mujer. La sala en la que accedimos era enorme, redondeada y blanca, solo oscurecida por el metal de los numerosos aparatos tecnológicos cuya función seguramente sería estudiar cuerpos humanos y sus cerebros, a juzgar por la forma.

- Estos tíos nos van a usar de conejillo de indias... -Rob hizo una mueca entre susto e incredulidad.

Continuamos adelante hasta bajar todas las escaleras en círculo y ser atendidos en la base. Carel sonreía con su careto de amargada tan imposible de esconder como el ego en sus gestos. De apariencia, cara a cara, se diría que sobrepasaba los cuarenta, pero era mucho más joven, aunque de lejos y tres toneladas de maquillaje claramente no testado en animales ni humanos, podía aparentar un poco mejor su verdadera edad.

- Gracias, señor Assol, eres un cielo. -agradeció entre dientes. -Ahora, vosotros dos, media escoria y escoria y media, seguidme.

Difícil convencerse a uno mismo que nos estaba insultando a nosotros y no a los guardaespaldas, al fin y al cabo era ella quién lideraba una empresa de... restos desechables. Si DEAD se preocupara por mantener la naturaleza a salvo, serían los mejores, más que FATE, incluso, pero no era así, aquella compañía ni siquiera tenía en su nombre tal faena, sino que demostraban que querían guerra... Y la tendrían, vaya que sí.

Hiding On Land of DEAD, FATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora