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 "Si el enemigo te ve como el malo de la historia, entonces hiciste bien tu trabajo."

La felicidad nos llenaba, era lo peor que habíamos hecho en nuestras vidas, sin embargo nos sentíamos renovados, completos. Seguíamos sentados en el suelo, lejos de la puerta que nos había protegido de la explosión. Supongo que la adrenalina había subido demasiado y no pensaba con claridad, pues ni siquiera vacilé un instante mientras Rob aún me rodeaba con los brazos, me giré hacia él y de un rápido gesto, llegué a sus labios, él ni siquiera se apartó. Cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer, me acobardé, levantándome a toda prisa como si aquello no hubiera sucedido nunca. No cruzamos ni una palabra, Rob sabía perfectamente que un solo comentario y lo iba a estampar contra la pared de una bofetada.

Ya en pie, ignorando su careto de pánfilo, fruncí el ceño y me volteé buscando algún camino que tomar para salir de ahí. Estaba colorada, ni siquiera entendía por qué lo había hecho, pero a la vez, no lograba sentirme incómoda. Quizás sí que me estaba volviendo loca...

- Por aquí. -indiqué con la voz más seca que el esparto.

Fue lo único que dije en todo el camino antes de llegar a la primera compuerta, evitaba incluso ver su sombra. Las paredes no presentaban grietas, el suelo gris oscuro contrastaba con el techo iluminado escasamente con bombillas amarillentas viejas. La energía que las alimentaba debía provenir de algún centro distinto al que acabábamos de lanzar por los aires, de lo contrario, no estarían encendidas.

- Las damas primero. - me invitó a entrar en la nueva área antes que él.

- Te lo crees tú, si hay algún peligro que te pille a ti. -retrocedí sin mirarle a la cara, aún así veía su sonrisa.

- Cierto, tengo que cuidar a mi... -no terminó la frase, antes de gesticular la siguiente sílaba yo ya había cruzado la puerta cerrándola ante él para no tener que escucharlo.

Dos segundos de paz hasta que la reabrió con una postura triunfal. Vaya par de idiotas estábamos hechos. A partir de ahí, el pasillo se descoloraría por momentos, mostrando inicialmente una amplia tonalidad de grises para luego fundirse todos ellos en un macabro negro. Nuestros pasos permanecían en silencio, nada se escuchaba más allá de nuestras respiraciones medio intimidadas por la falta de ruido que las ocultara un poco. Sentíamos el frescor más cerca, humedad también, ahora que lo recuerdo... Aquella zona posiblemente pasaba por debajo de las fuentes de un parque cercano al centro, y a pesar de que el búnker era resistente, el agua era más persistente. Otra compuerta más a cruzar, esta vez, no era solo un pasillo vacío, este estaba minado de puertas cerradas firmemente.

- ¿Escuchas esto? -Rob dejó de caminar, colocando un brazo delante de mi pecho para que yo parara también, probablemente probando suerte si yo no cedía a tiempo.

Se oía un murmullo, voces humanas o almenos parecido, estaban enfadadas, gritaban en masa, era desgarrador escuchar la agonía que debían estar sufriendo. No se situaban en ninguna de las puertas selladas cercanas, nuestros oídos nos conducían más adelante, comenzando a percibir con más claridad el sonido.

- Esto es más aterrador que el hecho de creer estar solos... -susurré con la respiración entrecortada.

Por una vez tuve la necesidad de sentirme protegida, agarrando la mano de mi compañero, que temblaba igual que yo hasta que notó mis nervios y se hizo el valiente. Para quitar un poco el mal estar, no se le ocurrió otra cosa que comentar:

- Me está molestando la corbata, me ahogo... -Se colocó bien el cuello de la camiseta.

- Pero si no llevas ninguna... -entendí la referencia un poco tarde. -Vale, sin comentarios.

Un fuerte golpe nos hizo saltar el corazón, las voces se esparcían a nuestro alrededor, retumbando por todos sitios, corrían hacia nosotros desde la oscuridad. Comenzamos a ver el brillo de sus ojos a lo lejos, luego sus siluetas, luego su rabia contra nosotros.

- Estamos muertos. -apreté más la mano del chico.

Solo nos quedaba correr hacia atrás, volver por donde habíamos accedido, y rezar para que la entrada al búnker no nos cayera encima. Cuando los humanos pueden compararse con demonios, es ahí donde sabes que por mucho que te escondas ellos te desgarrarán con sus razones de atacar, les dará igual si están en lo cierto o no, solo querrán llevarte a su mismo infierno donde nunca se curarán, pero solo ocultarán las heridas con mentiras. Era lo que quería aquella gente, algo les habíamos hecho y ahora iban a por nosotros. Algo... ¿quizás destruirles la ciudad? ¿O quizás tenían otro motivo?

- Ya llegamos, ¡pasa! -ordené abriendo la última puerta sin mirar adelante ni atrás, mis ojos solo estaban fijados en la puerta tomándome unos segundos para descansar.

Se podía pasar a duras penas, de uno en uno, la única posibilidad de escapar era si éramos lo suficientemente rápidos para colarnos entre las ruinas que quedaron en el exterior. Estaban cerca, los teníamos casi encima, Rob se adentró primero, tanteando el camino a seguir, yo escondí mis pies a un segundo de que me agarraran aquellos seres. No entraban, solo se quedaban alardeando, moviendo las manos intentando agarrarnos aunque ya nos hubiéramos alejado de ellos.

- Se comportan como zombis, ¿no crees? -dijo él.

- Sí, ¿pero qué les ha provocado eso?

Logramos salir del laberinto tras diez minutos buscando algún tipo de luz, las bigas estaban completamente derrumbadas, las paredes reventadas bloqueaban el paso, Rob había hecho un gran esfuerzo para abrirse paso entre la runa, estaba exhausto y dolorido, pero al fin volvíamos a estar a salvo. Estábamos refugiados en una cueva mal aguantada que en cualquier momento podría caernos encima, sería la entrada al ayuntamiento, calculando un poco por encima. Tal y como creíamos, la ciudad había quedado igual de tocada en un área de 1.500 metros a la redonda, solo los edificios más lejanos se mantenían en pie, aunque sus cristales y bases estaban a punto de ceder a la más mínima vibración.

- No quiero irme de aquí sin antes saber qué les ha pasado a esas personas.

- Está bien, aunque ahora tenemos que ir a descansar. Deja que te acompañe, apenas te quedan fuerzas.

- Tengo hambre...

- Normal, no hemos probado bocado desde ayer, solo el refresco ese que a duras penas ayudaba.

Me apiadé un poco de él, así que le ayudé a levantarse y buscar un lugar para descansar sin peligro. Pero para ello teníamos que andar un buen rato sorteando las interminables ruinas.

- ¿No es divertido pensar que todo esto lo hemos causado nosotros? -reí.

- ¿¡DIVERTIDO!?

- Mal uso de vocabulario, culpa mía...

No sabíamos dónde ir, solo nos queríamos alejar del centro. Mi idea era volver a la estación, allí había comida, bebidas, y bancos un mínimo cómodos para los dos. Y si pasaba algún tren, quizás las vías se habrían salvado...

- No lo creo. -suspiró Rob -Las vibraciones han sido demasiado fuertes, es imposible que se mantengan rectas tras eso, y además, la energía que hace funcionar el tren ha sido exterminada, no podría llegar, se quedaría a unos kilómetros de aquí.

- Tienes razón.

Hiding On Land of DEAD, FATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora