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 Nos dieron un poco más de espacio mientras pasábamos entre la enorme y misteriosa cantidad de maquinaria, Carel nos explicaba animadamente el entorno que nos rodeaba, como si fuera una de aquellas amigas interesadas según el momento. Según sus palabras, se daba a entender que estábamos observando el cerebro de su empresa, y, que como bien había predicho yo, todo aquello tenía que ver con estudios relacionados con la mente, pues por "amabilidad", habían usado la idea de controlar con el pensamiento los aparatos, que original... Asustaba aquello, pues para dar órdenes a tales monumentales trastos, tenían que ser personas fuertes y totalmente capacitadas, concentradas, imposible la más mínima equivocación.

- Bien, ahora ya conocéis un poco más sobre nuestras instalaciones, pasemos al tema importante, ¿no os parece?

Los gorilas nos empujaron hacia una nueva sala de donde provenía un fuerte ruido de agua corriente. Apestaba, era desagradable, suerte que unas puertas de metal separaban ambos recintos, tendía a provocarme fobia y malestar. Un lugar cerrado aún más grande que del que proveníamos, las paredes construidas en cemento sin alisar, la máquina depuradora trabajaba delante de nosotros, más elevados que su base. El agua que entraba desde la derecha en un poderoso río verde apestoso volvía a salir por la izquierda, conducida hacia un oscuro túnel cuya apertura redondeada era mayor que la máquina en sí, y era eso lo que me daba mal estar, quizás tenía un poco de megalofobia, aunque jamás se me notó. Todo el complejo empresarial debería tener más de tres pisos, según íbamos viendo, y aquél quizás no era el más bajo.

- ¿Veis esto? -presumió la mujer.

- No, no llevo las gafas. -contestó Rob con sarcasmo.

Carel vaciló unos segundos para elegir si contestar a aquello o continuar su charla de presunción ilimitada. Escogió la segunda opción ignorando al chico:

- Os preguntaréis por qué os hemos traído aquí, y podéis estar tranquilos, no os devorará mi niñita -señaló hacia el trasto titánico -. Pero hay algo que deberéis hacer por mí, y luego os podréis ir. ¿Aceptáis la propuesta? Bueno, no os molestéis a contestar, tampoco tenéis elección.

- Señora, a usted le sentaron mal los antidepresivos, ¿no? -esta vez fui yo quien atacó verbalmente.

- Chiquilla -rió aguantando claramente la rabia -, a tu madre le fallaron otras pastillas.

Rob no pudo aguantar su risa de hiena ante aquello ni aunque le pisara un pie para que se callara. La presidenta de DEAD acababa de olvidar su discurso, tardó hasta que hubimos bajado el último escalón para volver a abrir la boca.

- Adentraros al túnel y limpiad vuestra basura. -ordenó sin más.

- Y si no lo hacemos, ¿qué? -pregunté aún más rudamente al mismo tiempo que ambos guardaespaldas preparaban sus pistolas detrás nuestro. -¿Te crees que tengo miedo de morir?

- No, sé perfectamente cuánto echas de menos tu familia, jovencita.

Se escuchó un disparo en mis espaldas, durante unos instantes no supe cómo reaccionar, solo vi que mi compañero había empalidecido más de lo que ya era él de costumbre. Analicé inmóvil todo mi cuerpo para encontrar la bala, pero nada dolía, ¿quizás por ser reciente? No, tendría que notarlo ya, si hubiera algo, pero no había presencia de herida alguna, no me habían tocado, solo era un aviso, y mi reacción había sido la lógica en mí, ni un gesto de espanto, ni un movimiento de terror.

- Eres verdaderamente valiente... -su cara de amargada se transformó en la típica de una psicópata.

El túnel tenía dos pasos a lado y lado de río, nos empujaron una última vez para que siguiéramos el camino marcado, pero ¿por qué nosotros dos? ¿qué culpa teníamos por ser quiénes pagáramos en nombre de FATE? Antes de que nos dejaran ir, nos esposaron juntos dejando solo mi mano derecha y la izquierda de Rob libres. En soledad y oscuridad debilitada en la entrada, comenzamos a adentrarnos en la boca del lobo.

- Apesta... -me quejé.

- Se nota que es DEAD, todo huele igual.

Ambos sabíamos que no habría forma de escapar de allí, sino, no nos habrían soltado. El agua pasaba por nuestro lado, evitaba darle importancia al hecho de estar atada a la persona que llevaba tiempo evitando. Cada vez oscurecía más, pero cuando creímos que nos íbamos a perder entre la humedad y la noche eterna, un resplandor violeta delante de un muro de hierro nos mostró el final del camino. El agua pasaba por debajo, seguramente por una cerca de filtro.

- Mira esto... -el joven se agachó sin tocar el líquido. -Son los mismos cristales que pusieron en tu puerta del hotel...

- Entonces, esto confirma que proviene de nuestra empresa, por eso lo llaman basura... ¿Pero qué motivo tiene que estén aquí si aquella máquina se supone que limpia el agua de todo material?

- Lo habrán puesto por algún motivo, solo sé que ahora tenemos que quitarlo nosotros.

Lo miré con desdén, los cristales iluminaban nuestras figuras y mínimamente el entorno, había una gran cantidad de ellos, y me preguntaba quién sería el valiente que se metería en aquellas aguas.

- Déjame probar algo. -su voz suave mostraba interés en algún plan.

Había un hierro tirado en el suelo, tenía forma de "F", con dos hierros de igual tamaño sobresaliendo de la vara principal. Rob estudió qué se podía hacer con ella, y pronto encontró un método, que le costaría un tanto caro al decidir desgarrar su camisa negra de alta calidad. Me alegraba de que siempre llevara una camiseta blanca, me ahorraba ver cómo presumía ante mí. Para quitarse la camisa, la manga de su brazo derecho tenía que ser cortada, ya que las esposas no dejaban otra opción. No iba a suponer desventaja alguna para sus planes, que pronto entendí.

Vistió los brazos del hierro con las mangas, viendo que funcionaría mejor, desgarró también la otra manga para atarla en la parte del principio, con la barra madre, y al final de ambas varas también ató como pudo la parte de los botones. Perfecto, ahora teníamos un recogedor que mis esperanzas no daban ni medio minuto de vida útil antes de que se desatara por la potencia del agua.

- Vale, tú ahora quédate detrás mío, yo iré quitando todo lo que pueda mientras no se rompa.

- ¿Y si lo hace?

- Tengo ropa de sobras aún. -sonrió sin vergüenza alguna.

Mi imaginación no pudo evitar ver un individuo en calzoncillos esposado a mí en aquél momento, retiré la mirada para ignorar aquél pensamiento y observar las minúsculas siluetas de los gorilas y su mamá mona esperándonos. Deseaba que no se rompiera la camisa, ya tenía suficiente agobio en aquella situación.

Poco a poco los cristales fueron rescatados y dejados a suelo firme, bendita la "irrompible" tela de aquella ropa. Cuando quedaron tan solo unos cuantos cristales dentro del río, se dificultó el rescate, era cuestión de paciencia y táctica.

- Por fin, ya están todos. -suspiró tras varios minutos de silencio. -Ahora, ¿me ayudas a recogerlo todo para llevárselo a aquella gente?

- Odio no tener más opción, pero nos deben una explicación tanto FATE como Carel. El temita comienza a mosquearme.

- Cuando salgamos de aquí buscaré más información sobre los cristales, pero ahora tenemos que acatar las normas sin cuestionar demasiado.

Usando la misma camisa rota como saco, volvimos por el mismo camino hasta los pies de la Presidenta de DEAD, cuya mirada cada vez mostraba más locura, era una auténtica psicópata, por eso le había sido fácil obtener el rango, su inteligencia provenía de la sed de venganza.

Hiding On Land of DEAD, FATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora