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Nos dirigió una mueca de disgusto, debería creer que no lo conseguiríamos, heh, mala bruja. Dejamos el saco mojado en el suelo, nuestra faena había terminado, exigíamos irnos.

- De ningún modo, guapos, falta la parte más importante.

- Vale, en serio, ¿por qué nosotros? Solo somos meros trabajadores como los otros miles que hay, ¿por qué diantres nos ha elegido a nosotros dos? -me quejé.

- Veo que sois más cortos de lo que parece a simple vista, así que, cambio de planes, toca nueva ronda de explicaciones... suspiró retirando la mirada de mis ojos.

Volvimos atrás, obligándonos a cargar con los cristales apestosos hasta lo que sería una sala de actos no demasiado grande, pero sí bien iluminada. Se veía el exterior, un campo desértico, la libertad que tendríamos si pudiéramos saltar desde allí mismo.

- Dejad las gemas en la mesa, no os preocupéis. Vamos a ver, ¿cómo preferís que os lo explique, con diapositivas o con pruebas físicas?

La pregunta nos provocó escalofríos por la segunda opción, como si hubiera algo que nos quisiera enseñar y no deberíamos ver, así que, por curiosidad, elegimos aquella. Carel ordenó a uno de los guardaespaldas que trajera el "conservador" mientras ella iba a buscar el papeleo. Cuando el individuo volvió con una nevera, ambos gorilas se fueron de la sala, dejándonos a los dos solos. Querían que inspeccionáramos el interior de aquél aparato desconectado, por nuestra cuenta, sin nadie alrededor...

- Cuidado, puede ser una trampa. -Rob se puso delante de mí, protegiéndome como de costumbre.

Mi intuición notó que en el interior se guardaba algo con posible movimiento, y que al abrirlo quedaríamos impactados, ¿pero hasta qué punto? Imposible imaginarlo hasta comprobarlo. Mi compañero me tapaba las vistas, aún estábamos esposados, poco podía hacer yo. Abrió lentamente la puerta de la nevera, solo medio palmo, para observar lo más mínimo. Un olor a carne podrida me dio nauseas, cerró de golpe, alarmado más no poder. Si Rob era el maestro de la paciencia, aquello le había destruido el título en segundos. Estaba agitado, asustado, temblando de los nervios.

- ¿Qué hay? -me asustó su cara.

- No.. no, no mires. -tiró con fuerza de su brazo para alejarme de ahí con él.

- Ni de coña me vas a dejar con la duda.

- Cassie, aléjate.

Tiré de él, él tiró de mí, peleándonos para ver u ocultad la verdad, era cuestión de quién tenía más fuerza y perseverancia, no me iba a dar por vencida ante ese chico. En un momento dado, Rob se acercó a mí para agarrarme y sentarme en una de las sillas para que me estuviera quieta, pero le respondí con una bofetada que no pudo esquivar, aprovechado el instante para levantarme y abrir finalmente la puerta del trasto.

Cerré, de golpe, volví a abrir, seguía estando allí, el olor cada vez era más difícil de irse, retrocedí sin dejar de mirar lo que jamás hubiera querido ver con mis propios ojos.

- Papá... -susurré aguantando las lágrimas.

Rob me echaba hacia atrás con todas sus fuerzas cuando escuchó mi voz, quedando aún más atónito. Mi memoria no me fallaba, aunque hubieran pasado diecinueve años, dentro del congelador había el cadáver de un hombre, y ese hombre era mi padre. Dejé caer mi peso en la silla, todos mis pensamientos oscurecieron en el instante, solo quedaba un sentimiento dentro de mí, y no podía controlarlo.

- ¿Cómo que "papá"? -preguntó el joven, no contesté, pero él continuó cuestionando -es Jan Qork, lo reconozco bien, pero él solo tenía una hija, y se llamaba Jessica. Cassie, mírame, esto es un...

- No es ningún error, Robert, -corté aguantando la ira -yo soy Jessica Qork, Cassandra Estara solo es una farsa, un escondite por mi seguridad... Pero ahora entiendo el por qué estamos aquí, almenos yo, esta maldita me siguió el rastro, me encontró.

- Lo que me pregunto es cómo... -soltó misteriosamente como si supiera algo más.

De hecho, ya era raro de por sí que reconociera el cadáver medio deshecho de alguien como Jan, pues mi padre no era del todo una persona famosa a pesar de sus varios estudios en FATE. Según me dijeron, había fallecido en manos de la mafia, eso significaba que si en aquellos momentos estaba ahí delante de nosotros era porque DEAD tuvo acceso a él mucho más tarde, aunque no lo suficiente como para que su cuerpo fuera irreconocible. Rob se arrodilló delante de mí para apartarme la vista de la nevera abierta, con la mano derecha atada a mí, me acarició la rodilla izquierda mientras hablaba.

- Mírame, continuaré llamándote KC, así nos conocimos, pero ambos tenemos que contarnos más de una verdad.

Pero antes de que comenzara una nueva frase, Carel entró con la cabeza bien alta. Gruñí, apretando los puños. Seguramente podrían prever mis movimientos, pero no tenía opción. Tuve un ataque de rabia incontrolable, la quería matar, quería verla sufrir entre mis manos, y no me arrepentiría de ello. Me acerqué de un salto, me daba igual a quien me llevara por delante, simplemente no veía más ser vivo que la Presidenta de DEAD, esa maldita bruja del infierno iba a pagar.

Los guardaespaldas intentaron detenerme, sin embargo hice algo que jamás hubiera conseguido sin haber entrado en aquél estado de ceguera. Agarré el arma de uno de los gorilas sin preocuparme por nada, el otro disparó y sentí al fin libertad en mis brazos, la casualidad del destino quiso que en vez de herirme rompiera la cadena de las esposas. No me lo pensé dos veces, ni siquiera estaba usando mi cerebro, disparé delante de mí, hasta aquél momento, Carel había estado convencida de que no llegaría tan lejos, pero se equivocó, y no pudo esquivar mi ataque. Por otro lado, mi compañero comenzó a pelearse con el otro guardia para robarle el arma a él también antes de que me disparara y no pudiera evitarlo, mientras que a la vez tenía que lidiar con el otro, ya desarmado, pero más fuerte que él. Me giré aún con la rabia en los ojos, me la jugué a todo o nada disparando tan solo voltear mi cuerpo, podía haber herido fácilmente al chico, pero no fue así, logré paralizar ambos enemigos, quienes quisieron continuar luchando, pero poco podían hacer con el dolor.

Era la primera vez que mataba alguien, pero no sentía culpabilidad por ello, al contrario, podía respirar con más facilidad. Aún así acababa de cambiar el mundo... Carel había fallecido, y si no huíamos de allí Rob y yo seríamos los próximos. Rebuscamos entre los bolsillos de los guardas para conseguir más munición, no nos iríamos desarmados, y solo tras asegurarnos de que una vez saliéramos de allí comenzaría la caza.

Miré por última vez la cara demacrada de quien me hubo criado hasta los seis años, quedaban muchas preguntas sin responder, demasiadas para ser aceptadas en cuestión de un día para otro, así que solo quedaba salvarnos los vivos y escondernos del mundo hasta que el peligro disminuyera, ¿sería pronto? ¿nos buscarían hasta el fin de nuestros días? No lo sabíamos, pero tendríamos que comprobarlo por nosotros mismos.

Abrí la puerta que nos retenía, no había otra salida y no conocíamos el camino, Rob recogió los documentos que traía la Presidenta, según él aquello nos serviría de ayuda. No me sentía segura, volví a cerrarnos a la sala de actos.

- Plan B, ¿sabes volar? -mi rabia se había ido, solo quedaba orgullo en mí, y mi voz lo demostraba.

- ¿Volar? ¿Qué pretendes hacer?

Agarré uno de los sillones y rompí la ventana que parecía situarnos al tercer piso del edificio. Daba directamente al desierto rocoso, solo había unos cuántos árboles secos protegidos por la sombra del complejo.

- ¿Cassie? ¿No pretenderás...?

- Calla y sígueme, o nos encuentran y nos matan, o nos matamos en el intento.

Entonces comenzaron a sonar las alarmas, los guardias malheridos avisaron de que había problemas por su radio, ya no teníamos tiempo de repensar nuestros actos.

Hiding On Land of DEAD, FATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora