XIII

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—Abre la boca.

Obedece bajo absoluta sumisión; reflejando tal sumisión en el color miel de sus ojos, una adoración que era todo menos sana. Su captor era su todo. Su mundo. Su universo entero.

Sin ningún tipo de consideración, como era su bendita costumbre, penetra aquella boca digna de un ángel, ahogando un gemido que pedía escapar de su boca, ante lo bien que se sentía aquella cavidad oral. Era lo más parecido al paraíso. Era la mezcla perfecta entre cielo e infierno.

Sus caderas se movían desesperadamente, embistiendo sin clemencia aquella bonita y sensual boca de puta. Podía jurar que había ido más allá de su garganta y aún así Cyrus era incapaz de detenerlo, aceptado su ruda manera de tratarlo, sin objetar una sola vez, ¿De verdad su adoración hacia él podía ser tan grande? A Thelonius, lo volvía loco tal grado de sumisión, en donde no existía el más mínimo límite. Todo era tan insano y a su vez tan excitante.

Su esperma llenó la garganta de su pequeña puta y esta aguantando toda posible arcada, se tragó toda su esencia, cuidando que ninguna gota cayera fuera de su boca. Era tan perfecto, pensó el basquetbolista.

Tiró de sus cabellos hacia atrás y lo vio. Incluso su clavícula estaba llena de hematomas. Las marcas ahora incluso podían verse aunque tuviera ropa puesta. Ahora sí parecía una puta.

Todo su tórax y abdomen eran un desastre también. Tenía marcas por todos lados. ¡Dios! cualquier médico que lo viera, pensaría que había sido víctima de múltiples violaciones, porque aquella carita de ángel que poseía, lo harían ver cómo una pobre víctima de abuso y no como la puta que realmente era. Porque todo aquel sexo que habían tenido había sido siempre consentido.

Lo ayudó a ponerse de pie, para posteriormente pedirle que se apoye sobre la cama, Cyrus se inclinó de espaldas a él, lo suficiente como para que sus manos dieran con la cama,y en aquella posición, Thelonius se masturbó viendo su trasero y cuando recuperó su erección, lo penetro de una sola estocada, llegando lo más profundo posible, arremetiendo contra aquel cuerpo, que estaba a su entera disposición. Era tan suyo, sólo suyo y de nadie más, con ese pensamiento en mente, mordió su hombro, enterrando sus dientes, consiguiendo en consecuencia, un gemido de dolor por parte de su pareja sexual.

¿Cómo podía tratar a alguien tan frágil de esa manera? Cuando la cordura regresaba a él, siempre se hacía la misma pregunta y la respuesta siempre era la misma: Cyrus sacaba lo peor de él.

Se había obsesionado hasta perder la cordura con aquella pequeña puta. Y lo que era aún peor, es que no estaba dispuesto a hacer nada al respecto, porque sucumbir a la demencia, nunca estaba mal cuando se trataba de Cyrus. Todo con él era perfecto.

Se corrió dentro de él, besando su nuca, y toda su esencia llenó las entrañas de su pareja sexual, se había corrido en abundancia y prueba de ello, era parte de su semen, deslizándose por las largas piernas de su amante.

Era un bonito desastre, alguien por quien sin duda valía la pena perder la cabeza. Ya no era tan imponente razonar. Ya no.

Lo vio ahí, delante suyo, tan indefenso, que no pudo más que caer en el bendito hechizo que todo Cyrus representaba, y lo tomó en brazos, para posteriormente depositarlo en su cama, contemplado cuán agotado estaba, siempre lo dejaba así de exhausto. Era un placer inolvidable conseguir aquello.

El grado tan grande de sumisión que Cyrus reflejaba, le hacía ver lo realmente afectado que estaban el uno por el otro, y no podía estar menos satisfecho con aquello, porque no había nada mejor que una locura compartida, entonces comprendió que lo mejor era jamás regresarlo a su vieja vida.

Muñeco de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora