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—Pequeña, puta—sus ojos verdes brillaron mostrando una ira, que el chico de religión judía, jamás creyó ver.

Estaba en su límite, lleno de rabia, porque ni bien Cyrus, le había terminado de contar los planes que su madre tenía con él, y Thelonius, ya lo había tomado por el cuello, ejerciendo una presión que bien podría matarlo, pero aquello poco y nada le importaba, porque sino era para él, no sería de nadie más. Él no lo iba a permitir.

En lo único que podía pensar era en Cyrus alejándose de él, abandonandolo como si nunca hubieran sido nada, como si no hubieran estado follando por meses, como si jamás le hubiera prometido que sería sólo suyo, ¿Por qué demonios ahora se rehusaba a cumplir aquella promesa? Era una perra sucia, que sólo buscaba pretextos para no confesar que se había casado de su relación y que ahora deseaba fornicar con alguien más, ¿Qué tan estúpido creía que era? ¡A él nadie le tomaba el pelo! ¡Nadie!

Sus manos se mantenían fijas sobre aquel sensible cuello, que tantas otras veces, había besado y hasta devorado sin cesar. 
Todo lo bueno se había acabado en un abrir y cerrar de ojos. Todo.

Tenía tanta rabia. La impotencia era tanta, que no le faltaba valor en lo más mínimo para acabar con Cyrus. Él iba a matarlo, Cyrus no iba a dejarlo. No, por supuesto que no.

No. No. No. Era lo único que se escuchaba en su mente, antes lo prefería muerto.

Sus pequeños brazos, luchando contra los suyos para poder ser liberado y recuperar un poco de oxígeno siquiera, lo excitaron de sobre manera, porque recordó aquella vez que abusó sexualmente de él.

Él no podía matarlo, no en ese momento. Él estaba enojado si, pero también muy caliente y así no podía razonar con claridad, porque ya no sabía exactamente qué quería.

Con brusquedad lo soltó y Cyrus cayó al piso, intentado regresar el aire a sus pulmones, mientras tocaba con delicadeza su cuello. Estaba mal, quería terminar de explicarle a Thelonius, que él no apoyaba la idea de su madre, que no tenía intenciones de dejarlo, pero no podía hacer más que toser, buscado todo el aire que fuese posible, no notando, que si el basquetbolista se hubiera demorado un poco más, hubiera muerto ahí, en sus manos.

Estaba temblando, sobre el suelo, de rodillas, observado como el de mirada verde regresaba a él con una soga en manos, ¿Qué iba a hacer? Quería hablar, pero de sus ojos empezaron a caer lágrimas. La última vez que Thelonius había usado aquella soga fue cuando Io había violado.

—Quiero estar contigo...no hagas eso de nuevo, por favor.

El amante del básquet, tuvo que fingir que no lo había escuchado. Era evidente que él si deseaba tomarlo a la fuerza, eso era algo que no podía ocultar, pero su pequeño estaba equivocado, porque en realidad no iba a hacer aquello, ahora su prioridad era otra mucho más importante.

—Por supuesto que vas a estar conmigo—se inclinó frente a Cyrus, y con la mayor tranquilidad posible, comenzó a atar sus manos y pies, elaborando nudos que no demorarían en dejar grandes hematomas—porque de aquí no te vas a ir. Nunca.

Verlo sobre el suelo, atado de la forma tan magistral en la que estaba, le excitaba tanto que tuvo que contenerse para que sus partes bajas no terminarán por delatarlo.

—Pero yo…

Thelonius, colocó uno de sus dedos sobre sus labios, callando todas y cada una de sus palabras, porque en verdad no deseaba oírlo más, el que lo hiciera sólo para decirle que se marcharía lo hacía enfadar más de lo que ya estaba.

Tomó su mentón e hizo girar su rostro, para que viera la puerta de la casa.

—Intenta llegar hasta ahí sin mi permiso y prometo que cortaré tus bonitas piernas sin pensarlo.

Y sin miramientos lo besó largo y tendido, como a él tanto le gustaba, y como era debido Cyrus correspondió con el mismo frenesí. Estaba feliz de que Thelonius no lo dejara ir, entones recordó cuando escucho la conversación de Amber y Kira y sonrió para sus adentros, porque ellas tenían razón, Thelonius estaba obsesionado con él, pero eso era bueno, ¿Verdad? Así jamás lo dejaba.

Muñeco de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora