XII

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Cyrus observa su reflejo en el espejo. Él está lleno de moretones y también chupones. Todo él es un desastre.

Todavía le era difícil creer lo bien que su cuerpo se había adaptado a Thelonius, pese a que este era un hombre. No había pensado nunca en que tener sexo con otro hombre se pudiera sentir tan bien, ¿Es qué acaso no era una locura? Así lo había creído la primera vez que el basquetbolista se había arrojado contra él, y pese a que había sido víctima de una violación, porque no había dado su consentimiento para aquel acto sexual, había llegado al orgasmo, después de que su agresor lo había estimulado para que así fuese.

Había sido una experiencia memorable, el primer paso para que abrazara la locura y bajo absoluta sumisión así lo hizo, y no, esa vez Thelonius no lo había obligado, porque él había aceptado caer en la demencia por voluntad propia, y estaba plenamente feliz con ello.

Era de Thelonius y Thelonius era de él, ¿Había algo mejor que aquello? Juraba que no, vivía en la gloría, bajo unas cadenas que cada vez restringían más y más su libertad o lo poco que quedaba de esta. Y no podía importarle menos aquel echo.

Él no necesitaba ser libre, es más no quería serlo, porque después de estar bajo el absoluto control del basquetbolista, no sabría ni cómo respirar si era abandonado por este. El pensar por si mismo ya no estaba dentro de sus posibilidades, por supuesto que no, y es que el dejarse someter era el camino, su camino ideal para poder por fin ser felíz, así de sencillo era.

Cada cosa que pasará con él de ahora en adelante ya no era responsabilidad de él sino de Thelonius, este último debía hacerse cargo de su persona, estar siempre pendiente de él, porque ahora nada de lo que pasará era su responsabilidad, ya no, y eso lo hacía tan feliz.
Vivir sabiendo que toda tu vida era responsabilidad de alguien más, proporcionaba una gran paz mental, que jamás creyó poder tener. Él no debía esforzarse en lo absoluto, no tenía que hacer otra cosa más fácil y sencilla que dejarse dominar. Era un trato justo después de todo y agradecia tanto que así fuese.

Toda su mente estaba nula, en blanco porque no había preocupación alguna en él. Todo era perfecto, y sólo hizo falta dejarse quemar en las calientes llamas del infierno para que así fuese.

Todo era paz, tranquilidad, y la mejor parte era que nada debía hacer para que así fuese. 
No había esfuerzo alguno de su parte para tener tanta calma, todo a costa de la demencia absoluta de quien se había obsesionado con él, y no podía importarle menos, porque lo último que deseaba era un Thelonius cuerdo. Le gustaba esta nueva versión de él; el loco, el demente, el psicópata, ese Thelonius era su favorito, porque era quien lo adoraba por sobre todas las cosas y no podía negar que ser su prioridad era una de las mejores cosas que le podría haber pasado jamás.

El basquetbolista ingresa a la habitación, se acerca cautelosamente a él y lo besa, por supuesto que no demora en corresponder con el mismo fervor, uniendo sus lenguas en una danza única. 
Iba asegurarse de que Thelonius jamás lo dejara.

—Te extrañe.

Le dijo, con una sonrisa digna de un ángel.

Y la obsesión de Thelonius por él, se continuó encendiendo un poco más.

Muñeco de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora