8. Eclipse mental

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Era de noche, el aire fresco entraba por la ventana y hacía que las cortinas danzaran. Una sábana se apoyaba suavemente sobre el cuerpo de Kageyama como la superficie del mar expandiéndose cual manto hasta el horizonte.

Enmarcada por los bordes de la cama, la mano colgante de Hinata llenaba la vista de Kageyama como una fotografía.

Él reposaba su cabeza sobre la almohada y, mirando para un costado, se podía ver cómo Hinata, desde la cama de arriba, había dejado su mano caer despreocupadamente por los bordes del colchón. La imagen, una mera silueta casi en blanco y negro de tan oscuro que estaba, inundaba a Kageyama de un embriagante anhelo.

La piel de Hinata se veía tersa ilumiada por la tenue luz de luna, sus dedos gráciles y esbeltos, su muñeca frágil. Esa mano se veía tan delicada y, no obstante, Kageyama sabía que era potente, que era capaz, que pasaba sus días golpeando un balón tras otro con destreza natural, que estaba muy lejos de ser débil. Aún así, quería sostenerla entre sus propias manos, protegerla. Se preguntó, no por primera vez, cómo se sentiría.

Como hipnotizado, alzó su mano. Al igual que un gato, Tobio estiró sus dedos hasta la mano frente sus ojos. Con la punta de sus dedos, tocó los de Hinata. Fue un leve roce, una caricia delicada, pero él sintió que a través de esos instantes de piel contra piel, una cálida luz viajó por su cuerpo. 

Una fracción de segundo, un átomo de contacto; eso era todo a lo que Kageyama podía aspirar, todo con lo que se tenía que conformar. Pero ese preciso espacio y tiempo cargaba tanta vida que multiplicaba sus emociones.

Los ojos de Kageyama miraron esa mano con deseo, soñadores y afligidos a la par. Después, sus pestañas descendieron junto con su mano y, todavía sosteniendo el anhelo muy cerca contra su pecho, Tobio se durmió.

• • •

¿Lo había soñado? Hinata no lo creía. Por la mañana, cuando se despertó, un recuerdo invadió su cabeza. Una sensación fantasma en la punta de sus dedos, allá donde recordaba, o creía recordar, un tacto en la mitad de la noche.

Hinata se incorporó y miró su mano derecha. Rozó sus dedos con la otra mano, tratando de evocar la sensación. Se inclinó por el costado y dejó colgar su cabeza boca abajo para ver a Kageyama. Seguía dormido. 

Bajó de un salto y fue al baño para asearse. Si había sido un sueño, estaba seguro que en cuanto su mente se despejara un poco, se olvidaría de la sensación, o se haría lo suficientemente tenue como para notar que, efectivamente, no había pasado de verdad. En cambio, si su cabeza terminaba de despertarse y aún así se seguía sintiendo real, entonces probablemente lo fuera.

Este último fue el caso.

A menos que tuviera práctica matutina, Hinata solía acostarse y, por consecuente, dormir hasta tarde, pero el día anterior habían llegado tan cansados que se había acostado temprano. Aunque no tan temprano como Kageyama había pensado, al parecer, porque le había tocado la mano pensando que él no se enteraría. Por el contrario, Hinata había sentido sus dedos y, cuantos más minutos se alejaba de la cama, más seguro estaba de que había sido completamente real.

Sin embargo, había algo tan surreal en el recuerdo, una emoción tan de ensueño que hacía difícil no pensar que había sido... bueno, un sueño.

Se preguntó por qué; era inevitable preguntarse por qué. ¿Por qué Kageyama le tocaría la mano en la noche? Por un momento, se le ocurrió pensar que tal vez había sido sin querer, pero ¿cómo la mano de Kageyama habría llegado tan arriba por accidente? Había sido a propósito. Pero la pregunta seguía sin respuesta. ¿Por qué?

¿Y por qué, por sobre todas las dudas, lo único de lo que Hinata estaba seguro era de ese sentimiento de querer volver a experimentar el toque de Kageyama?

"I'm here" || KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora