6. La calma

2.8K 317 137
                                    

Las lágrimas caían y caían y no dejaban de caer. Y, por una vez, Kageyama no las detuvo.

Respiraba entrecortadamente, dando bocanadas de aire entre el mar de lágrimas que lo ahogaba, su cara contorsionada en una mueca de pánico y sufrimiento. Pero él dejó que cayera la tormenta. Caía con furia, sacudiéndolo. Sentado en los escalones de la entrada del gimnasio, Kageyama no paraba de temblar; todas las cosas que no había sentido en el último mes le vinieron encima de golpe, arrasando. Tantos sentiminetos eran más grandes que su cuerpo, lo rebosaban, y por eso el agua caía sin detenerse: tenía mucho por liberar.

Curiosamente, mientras se ahogaba en lágrimas, sentía que respiraba mejor que en mucho tiempo. Los ríos de lágrimas recorrieron hasta sus más recónditos rincones, limpiando el polvo que él había dejado acumular. Cuando se tranquilizó; después de respirar temblorosamente, después de sonarse los mocos, después de que sus ojos ardieran mientras se secaban; se sintió desintoxicado. Depurado. Jamás se había sentido tan liviano.

Y entonces en el cielo, despejado después de un mes entero sin claridad alguna, el sol salió.

—¿Kageyama? —preguntó Hinata, asomándose por la puerta. Kageyama levantó la cabeza, ojos abiertos en susto y sorpresa. Había pensado que estaba solo, que ya se habían ido todos-. ¿Kageyama estás bien? —preguntó de vuelta Hinata, esta vez con voz preocupada, al notar la cara roja de su amigo.

A Kageyama le tembló la garganta.

—No —susurró. Hinata pareció sorprenderse mucho al escuchar esta respuesta. Honestamente, a Tobio también le sorprendió. El primero rápidamente cerró la puerta tras de sí y se sentó en los escalones junto a Kageyama.

—¿Qué... ¿Qué pasó?

—Nada —respondió Kageyama, su mirada ausente—. No pasó nada. Por el pasado mes no pasó absolutamente nada... porque me lo impedí.

—¡Así que eso fue! —dijo Hinata, más para sí mismo que para Kageyama, con una expresión como si acabara de descubrir la respuesta a un complejo problema de matemáticas. Kageyama giró la cabeza y lo miró mientras Hinata hablaba—. Ya me parecía que estabas algo raro. Pero... ¿Por qué?

—Me... me estaba restringiendo de... de sentir —balbuceó por lo bajo, cohibido. Tenía que medir bien sus palabras para no decir cosas de más—. Ahora me doy cuenta lo estúpido que suena.

Esperaba que Hinata se burlara de él y le dijera algo como "Eso es más que estúpido. Eso es estupidísimo, ¡pero no esperaba menos de ti!". Por el contrario, la cara de Hinata estaba igual de preocupada que antes.

—Sí pero, ¿por qué? ¿Por qué harías eso?

Posó una mano sobre el brazo de Kageyama. Este corrió la mirada. No quería encontrarse con los ojos de Hinata. No quería ver la decepción en ellos.

Se retorció, incómodo. Hinata retiró la mano.

—Es... No importa.

—Sí importa, Kageyama...

—¡No importa! —dio un salto en el lugar. Luego respiró profundo— No im... Solo déjalo.

Hinata frunció el ceño.

—Está bien, lo lamento —dijo comprensivamente.

—No, está bien, no te preocupes.

—Pero... si te diré algo: no lo volveré a hacer. Siento lo que hice, y no lo haré más.

Hinata sonrió para sí.

—Me alegra mucho oir eso.

Se quedaron en silencio, sentados cuerpo a cuerpo, uno al lado del otro y los ojos hacia delante, contemplando el frente. Ninguno de los dos dijo nada, solo dejó al otro disfrutar del silencio.

"I'm here" || KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora