3. La calma atormenta

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Encontrar el lugar ideal para vacacionar con amigos era mucho más difícil de lo que Hinata había pensado.

Aún teniendo el problema del costo relativamente fuera de la mesa, había que tener en cuenta muchas otras cosas como la ubicación; la duración de estadía; la cantidad de personas; el equipamiento del lugar; si incluía comida o no; los locales, servicios y transportes cercanos y muchos otros factores más. Shoyo estaba inmensamente agradecido con su madre por ayudarlo a investigar.

Bueno, y por dejarlo ir. No había sido tarea fácil convencerla, pero menos difícil de lo que había esperado, aún así. Su mamá encontraba el viaje una mala idea, no por que Shoyo se iría solo, sino porque le parecía un mal uso de tal dinero. Lo cierto es que había ganado la lotería, sí, pero no es que se había hecho millonario: era una buena suma de dinero, sin duda, pero una que se consumiría casi al 95% con el viaje.

Es posible que su mamá tuviera un poco de... envidia. Es decir, por supuesto que quería irse de vacaciones también. Sin embargo, era una excelente mamá, y sabía que su hijo estaba en edad de querer empezar a cobrar un poco de independencia, y un viaje así no solo le aportaría dicha independización, sino que también lo haría muy feliz. Y lo alejaría unos días del volley; le interesaba eso.

—¿Y este qué te parece? —le dijo su hijo—. ¡AH! ¡Tiene un patio perfecto para usarse de cancha de volley!

Ella suspiró, acostumbrada. No obstante, tenía que admitir que era una buena opción. Una casa cerca de la playa, con muchas habitaciones y una cocina bien equipada, un mercado cerca, una ruta bien pavimentada a unos 700 metros y, tal vez lo mejor, estaba apartada de la ciudad, lo cual les dejaría la playa bastante despejada para ellos solos. Eso sin mencionar que realmente lucía bonita.

—¿No es un poco caro? Incluso habiendo ganado la lotería.

—Pero ¡es perfecta! Además, algunos dijeron que iban a colaborar poniendo dinero con lo que pudieran —argumentó.

—Yo no quiero que te vayas —dijo la voz de Natsu desde atrás, entrando a la habitación.

Natsu... había sido la más difícil de convencer. Ella quería mucho a su hermano y ya lo extrañaba lo suficiente cuando se iba por unos días para entrenar en otros lugares; que se fuera dos semanas de viaje era peor. Además, siendo una niña, también quería irse de vacaciones y sentía injusto que su hermano se fuera sin ella.

Finalmente la habían convencido tras promesas de Shoyo sobre que le compraría un souvenir asombroso, y que usaría parte del dinero que le quedaría para pasar un Día de Hermanos cuando volviera. Su madre también la había sentado en su regazo y le había empezado a describir detalladamente todas las aventuras que vivirían ellas dos juntas en ese par de semanas y cómo iban a convertirlas en catorce días híperespeciales. Su relato había sido tan convincente que hasta Shoyo, olvidándose por un momento de las vacaciones ideales que iba a tener, había sentido un pelín de celos.

A pesar de todo, Natsu todavía no terminaba de reconciliarse con la idea de su hermano yéndose en sus propias vacaciones por medio mes.

—Natsu... —dijo Shoyo—. Ya lo hablamos, ¡te prometo que te voy a traer el mejor regalo del mundo! —. Abrió anchamente los brazos y la sonrisa, para que sus palabras se sintieran más geniales.

Natsu se acercó a la silla donde Shoyo estaba sentado y lo abrazó.

—Pero te voy a extrañar mucho —se quejó, enterrando su cara en el pecho de su hermano mayor. Shoyo hizo una mueca y le devolvió el abrazo.

—Y yo a ti... —dijo con voz comprensiva—. Pero ya verás que los días van a pasar mucho más rápido de lo que esperas y en un abrir y cerrar de ojos ya voy a estar de vuelta. ¡Justo para pasar el mejor Día de Hermanos que la historia verá jamás!

"I'm here" || KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora