Cuatro

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Cuando abrió la puerta de la fábrica, lo invitó a pasar con un simple gesto de mano.

Nuevamente Naruto lucía temeroso. Cada vez que entraba o descubría una nueva habitación o infraestructura, parecía cohibirse, retraerse. 

Sasori se apresuró a prender las luces y puso a trabajar una de las máquinas al encender el interruptor. Se trataba de una maquinaria sencilla que funcionaba a base de engranajes para transportar las marionetas terminadas a través de una banda hasta el extremo opuesto, donde eran pulidas y barnizadas manualmente antes de exhibirlas al público. 

Varias tablas de madera reposaban sobre otra de las superficies lisas. Era madera de la mejor calidad. Su abuela no aceptaba ningún otro tipo de materiales y Sasori había decidido seguir con la tradición. 

Guió a Naruto a uno de los elevadores de cristal. El chico había bajado la guardia al hallarse metido en la cabina transparente. Corría de un extremo a otro mientras miraba maravillado las cintas transportadoras, las telas y las marañas de hilos rezagadas en derredor. 

Apoyado de espaldas en el ascensor, Sasori pensó en lo mucho que le disgustaba depender en buena parte de las máquinas. Él quería que sus obras no se vieran alteradas ni modificadas en la medida posible. Pero resultaba inverosímil hacer todo el proceso de elaboración manualmente. La producción era una labor ardua y él solía abastecer almacenes enteros. No debía, por tanto, demorarse demasiado. Era por ello que gustaba de realizar sus propias creaciones aparte, en la comodidad de su hogar. 

Podía demorar meses si era necesario, porque esas obras eran personales y solo las utilizaba para números más sencillos. 

-Por aquí.

Las puertas se abrieron en el cuarto piso. Sasori entró a su oficina, acomodó los papeles sobre su escritorio y ordenó el material para los encargos del día. Los trabajadores llegarían en media hora y él debía tener todo dispuesto para entonces. 

Usualmente a esa hora ya estaba todo en condiciones para llevar a cabo la producción del día, pero en esta ocasión había un pequeño inconveniente con el que no había contado anteriormente. 

Pensativo, masticó la base del bolígrafo y miró de soslayo a Naruto. 

Había hecho todo tan precipitadamente que, no meditó en su trabajo, ni en cómo cuidaría de él mientras tanto. 

Podría haber contratado a alguna niñera, sin embargo Naruto se había mostrado tan desconfiado hasta entonces. Y además, ya lo habían golpeado anteriormente. Si llegaba a pasarle algo durante su ausencia, Sasori jamás se lo perdonaría. Ahora era su tutor legal y debía cuidarlo. Asumir aquel rol, por más complicado que resultara.

-¿Qué haré contigo?

Nervioso y avergonzado, Naruto se acarició el brazo y agachó la mirada.

Sasori se apoyó sobre su rodilla derecha para ponerse a su altura. Colocó una mano sobre el hombro del menor y se forzó a pensar en alguna solución plausible.

**

Cerca de las seis de la tarde, Sasori terminó de registrar el último lote de marionetas. Dejó a cargo al resto de sus subordinados para la finalización del empaquetado. La exportación se llevaba a cabo los fines de semana, pero a Sasori le gustaba invertir su tiempo correctamente y no solía admitir fallos de ningún tipo. 

Cuando cerró la puerta de su oficina, Naruto ya le esperaba afuera, de pie al lado de la única fémina del grupo. 

-No quiso probar bocado de la pizza- explicó la chica de cortos cabellos azulados. 

-Gracias, Konan- limitándose a agradecerle, Sasori miró con preocupación al chico. 

Le había pedido que esperara en la oficina de junto, e incluso le proporcionó cuadernillos para que dibujara, marionetas y algunas películas de dibujos animados. A la hora de la comida, había pedido una pizza, pero había sido Konan quien había permanecido todo el tiempo junto a Naruto.

-Lo lamento- se disculpó al salir de la empresa. Naruto no lo había mirado en ningún momento desde que Sasori abandonó la oficina. -Debes haberte aburrido mucho. 

La evasiva, una vez más, fue contundente de parte del menor. 

-¿Qué te gustaría comer?- sin embargo Sasori siguió insistiendo, acomplejado al suponer que perdería la poca confianza que con tanto esfuerzo se había ganado. 

Que equivocación el no preveer el tema de su trabajo antes de adoptarlo. Por supuesto que aún debía inscribirlo en el colegio, pero era un padre primerizo y no tenía idea de por dónde comenzar. 

-¿Qué tal si...?- al subir a la camioneta, Sasori se interrumpió para mirar el mensaje en su móvil. 

"Llevo una hora esperándote, uhn"

-Diablos- encendió el motor. Se trataba de Deidara. Habían acordado cenar juntos esa noche y él se había olvidado por completo. 

Miró el mensaje y después centró su atención en Naruto. 

-Conozco un restaurante que te gustara.

Pero Naruto seguía reticente a mirarlo

Indeciso, Sasori tecleó un mensaje en el móvil.

"Será otro día, Deidara. Tengo otros planes" 

Después optó por conducir hasta el único lugar que sabía podría alegrar al chico.

Y no se equivocó, porque, nada más llegar, Naruto dio un brinco y observó anonadado la tienda de videojuegos. 

Al abrir la portezuela del menor, Sasori recordó lo más importante.

-Debes prometerme una cosa, Naruto. 

El susodicho ladeó la cabeza, curioso y atento a sus palabras. 

-Comerás algo en cuanto lleguemos a casa.

Naruto sonrió ampliamente antes de asentir y enredar su meñique con el del pelirrojo. 

Perfectamente Imperfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora