Once

840 124 70
                                    

Apartó molesto la mirada del calendario después de tachar otro día más. Entonces tomó su teléfono. Nada.

Otro día en que Sasori no le llamaba. 

¿Cómo podía olvidarse de él así sin más?

Desde que había adoptado a aquel niñato, todo se había ido en pique. 

Él no era ningún juguete. Y se aseguraría de dejárselo en claro a Sasori.

**

Jugaba ansioso con sus dedos, recurriendo constantemente a la hora enmarcada en el reloj de pared, cuyas manecillas parecían adheridas con pegamento puesto que no avanzaban. Y si lo hacían, Naruto no lo notaba. Estaba verdaderamente impaciente porque Sasori saliera de la oficina del director y le dijera qué estaba pasando.

Naruto no entendía el motivo de que el rector llamara a Sasori y le pidiera personalmente presentarse, pero intuía que no podía ser nada bueno. Quizá sólo era una equivocación. Y es que, si bien era cierto que Naruto gustaba de hacer algunas travesuras y hablar mucho con sus compañeros de curso durante las clases, siempre cumplía con sus deberes y no faltaba nunca.

Temeroso e inquieto, alzó su cristalina mirada celeste a la puerta, rogando porque esta se abriera pronto. Sasori había entrado desde hacía más de una hora y aunque su expresión había sido neutral como de costumbre, a Naruto le asustó que no lo mirara, ni le dirigiera la palabra al llegar a la hora de salida puntualmente para recogerlo, evidenciando asi el hecho de que Sasori estaba molesto con él.

-Hasta luego señor Akasuna, que tenga usted una tarde amena.

Sasori no hizo el menor caso de aquella hilarancia. Salió de la oficina más confundido e irritado de lo que había entrado. Y además, había tenido que desfalcar varios miles de yenes para que el tema se diera por zanjado. Una vez afuera miró al chico que yacía sentado en una de las bancas de metal, su semblante angustiado solo sirvió para que Sasori se molestara aun más ¿Es que no se daba cuenta del daño que acababa de provocar?, y lo más importante ¿a qué diablos estaba jugando?

-Vamonos- recitó estoico, reanudando sus pasos al darse cuenta de haberse quedado parado junto al rubio. Este pestañeó dolido por la frialdad de aquel trato. Esta vez no hubo besos en el rostro, abrazos,  ni ningun otro mimo que le profiriera Sasori como antaño. Quiso preguntar, pero al ver que el pelirrojo no aminoraba el ritmo de sus pasos, decidió prudente esperar hasta llegar a casa.

El camino resultó inquietantemente largo y angustioso para Naruto. Y corto e irritante para Sasori, quien, no dejaba de devanarse los sesos para encontrar alguna explicación lógica a aquella traición hacia su persona. Jamás lo vio venir de su adoración de ojos azules.

¿Se debería aquello a los traumas emocionales de su infancia o simplemente gustaba de hacerlo enfadar?

Dios (si es que existía) sabía perfectamente que sus intenciones nunca fueron otras que ayudar a Naruto. Si quererlo era pecado, Sasori prefería mil veces ser desterrado al mismísimo infierno que a que le negaran ese sentimiento tan frívolo, egoísta y mundano, como lo era el amor.

Inclusive había investigado el último mes sobre la antigua familia de Naruto, ansiando dar con el paradero del bastardo infeliz que se atrevió a hacerle daño a un ser tan puro e inocente. Sin embargo la suerte no estaba de su lado. Y tras comprobar el deceso de Nagato Uzumaki, no pudo menos que sentirse más impotente que nunca.

Cuando llegaron a la casa, Sasori se apresuró a entrar, maldiciendo en su fuero interno el no haber podido apaciguar su incesante enojo mediante la caminata. Aunque a estas alturas dudaba que cualquier cosa lograra devolverle el buen temple.

Perfectamente Imperfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora