Diez

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Hacía buen tiempo, el día estaba cálidamente soleado. Perfecto para iniciar la semana. De no ser por cierta cuestión en específico.

Naruto se había mostrado sumamente intrigado y ansioso desde el amanecer. Parecía sospechar nuevamente sobre las intenciones que tenía Sasori para con él. Y no era para menos. No obstante, esta vez se equivocaba.

Notando el firme agarre sobre su muñeca,  Sasori se dispuso a hablar, empleando aquel tono aterciopelado que pretendía transmitir confianza, seguridad.

-Serán solo cuatro horas- hizo amago de sonreír, pero la mirada acuosa de Naruto se lo impidió hacerlo. -Vendré a recogerte a la salida, te lo prometo- lo tomó suavemente por los hombros, alternando su mirada permanentemente apática entre los ojos azules y la fachada del colegio. -Después podemos ir a dónde tú quieras- aquello pareció animar un poco al chico, apenas lo suficiente para que lo mirara a los ojos, tras limpiarse las cristalinas gotas que amenazaban con descender en cualquier momento.

-¿De veras?- la voz le tembló un poco.

-Claro- afirmó Sasori, acercando el rostro un poco más, dudando en si hacer aquello que tenía en mente. Finalmente cedió. -Como en una cita.

Los ojos azules resplandecieron en asombro e incredulidad. Cerrando los ojos, Sasori depósito un beso fugaz en la frente del menor, tratando de reconfortarlo un poco, de darle a entender que no pensaba actuar como la primera vez en que lo había -casi- llevado de vuelta al orfelinato. Absolutamente no pretendía nada de eso, jamas traicionaría la confianza que Naruto había depositado en él. Simplemente -y aunque no soportara del todo la idea de deslindar momentáneamente la responsabilidad que tenía- debía hacerlo. Naruto merecía asistir a una escuela, ser educado de acuerdo al sistema predominante en la sociedad. Ahora que el chico había recuperado el habla, era menester reivindicarlo a un instituto. Aprendería y al mismo tiempo le daría a Sasori un poco de espacio para realizar las labores de la empresa.

Y es que, pese a que odiara admitirlo, el fanático religioso de Hidan tenía razón, él no podía cuidar de Naruto y liderar la producción de marionetas al mismo tiempo. Aun asi , Sasori lo había conseguido durante las primeras semanas. La cuestión ahora radicaba en atender el rol que pasaba a tomar al hacerse acreedor del cuidado del adolecente. Sería difícil acostumbrarse, pero lo haría por el bien de ambos.

-¿Podemos ir a comer ramen?- Naruto preguntó, volviendo la vista hacia su espalda cada cierto tiempo, expectante a la hilera de estudiantes que esperaban ansiosos para entrar. Sasori esbozó media sonrisa.

-Seguro.

***

Cerca de la seis de la tarde, Sasori se presentó al colegio. Puntual, una de las escasas virtudes que poseía a su favor. Estaba apoyado sobre el tronco de un ciprés, mirando a la distancia, aguardando bajo la fresca sombra que proyectaba aquel árbol en su cuerpo.

Fue en un sutil y efímero descuido -a causa en la consulta de la hora- que el chico se abrió paso entre los estudiantes, ubicando la silueta y el refinado aspecto del pelirrojo que, impaciente, esperaba su salida.

-¡Sasori!- gritó a todo pulmón, haciendo uso de sus renovadas cuerdas vocales. Una bella sonrisa se ensanchó en sus labios al tener toda la atención del apuesto pelirrojo fija en él. Por unos instantes Naruto había dudado en si Sasori quería abandonarlo de nuevo, sin embargo, en el fondo sabía que no era posible. Sasori era su única familia ahora, y a quien en secreto quería.

Acortando la poca distancia que los separaba, Sasori fue a su encuentro. No supo qué hacer al tener a Naruto frente a él, así que se limitó a revolverle  el cabello.

Perfectamente Imperfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora