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Como si hubiese sido una pesadilla, no pudo dormir el resto de lo que quedó de noche... Por su cabeza pasaron imágenes del rostro de la misteriosa mujer.

-¿Que fue eso último?- se preguntó escuchando la melodiosa voz que resonaba en sus tímpanos. Inquieto, se revolvió los cabellos. No podía quitarse esa voz... Sin darse cuenta, se fue corriendo hasta caer de la cama. Al oír el ruido, la castaña se levantó de su cama y fue al cuarto a ver qué sucedió.

-Issac... ¿Todo bien?- preguntó en un susurro.

-Sí sólo me caí... No te preocupes- le respondió el rubio sobándose la zona del golpe.

Como todo aún se encontraba a oscuras, la chica le creyó a medias.

-¿Quieres que por las dudas te traiga una bolsa de hielo?- le preguntó de nuevo preocupada. Lo único que faltaba era que tuviera una contusión o algo por el estilo.

Cómo pudo el mayor se levantó y lentamente camino hacia donde suponía que estaba su hermana.

-Si eso te hace sentir menos preocupada entonces sí- se apoyó en la puerta y la vio por encima de su brazo.

La chica rodó los ojos.

-Bueno de acuerdo- lo vio burlona y le sonrió- quizás de esa forma se te quite la cara de bobo que traes.

-¿Eh?-Preguntó con el ceño fruncido.

-No me hagas caso- negó con la cabeza y fue a paso lento a buscar el hielo.

Se demoró un buen rato y el oji-azul suspiro cruzándose de brazos. Quizá su hermana tenga razón y deba ir a quedarse bajo el sol del desierto para ver si todo eso acababa de una buena vez por todas.

Al volver, la menor se lo quedó mirando por unos minutos. Estaba cabizbajo, desanimado y podría decirse que deprimido. Siempre lo admiró en secreto por haberse revelado en contra de sus padres y por muchas otras cosas. Se acercó y le tendió la bolsa con un movimiento algo brusco.

-Agh- se quejó el arqueólogo- ¿Y eso que vino?- preguntó extrañado.

-No quiero que por un sueño tonto dejes de hacer lo que amas y por lo que tanto luchaste, además de que cambiar de aire te va a hacer bien- ahora el turno de cruzarse de brazos fue de ella- y también pondría color en tu pálida piel... ¡Pareces un muerto!- comentó con una ceja alzada.

-Pensé que te gustaban las personas con piel clara- comentó Isaac poniéndose el hielo en la cabeza.

-Si me gustan... ¡Pero los que parecen fantasmas no!-rodó los ojos- Bueno hermano, en unas horas debo salir y si no me duermo ahora no podré ir- comenzó a caminar a su cuarto.

-Mañana... ¿Quien rayos es Flynn?-demandó en voz fuerte.

-No tienes porque enojarte tío, Flynn es un amigo mío- se oyo la voz de la chica del otro lado de la puerta.

El rubio suspiró y sabiendo que no iba a sacarle más información que eso, cerró la puerta y trató de dormir.

Así pasó la semana, con el pobre arqueólogo comiéndose la cabeza tratando de sobrevivir; intentando indagar en el porqué de todo lo que le estaba pasando. Sin más preámbulos llegó el tan esperando Viernes, día en el que la nueva expedición se llevaría a cabo.

De más está decir que la noche anterior (Jueves) no pudo pegar el ojo en toda la noche. Y por esa razón, se puso a buscar lo que sería necesario en caso de que hallarán alguna cosa rara.

En cierto momento, un compañero de trabajo le envío un mensaje avisándole que la hora de partida había cambiado. Con toda la calma que fue capaz de reunir, le respondió y fue a prepararse; como ya había dejado unos días atrás en el avión que iban a usar lo más pesado, en su bolso llevaría manuscritos que capaz le sirvieran y sus pertenencias personales.

Al terminar de alistarse, suspiró y miró su alcoba para verificar si no se había olvidado de algo. Cuando vio que no, tomó pluma y papel; y le escribió una carta a su hermana. Trató de no demorar mucho.

Le dio una ojeada a su reloj de pulsera, y viendo que faltaba poco, se dirigió hasta donde dormía la castaña para dejar la carta previamente hecha... Colocó la hoja con cuidado en la mesita ratona cerca de su cama y la miró con detenimiento por unos segundos: Ya estaba hecha una señorita, no se había dado cuenta lo rápido que había pasado el tiempo. Se agachó y tratando de no despertarla, y le dio un beso en la frente.

-Te voy a extrañar...- le susurró y se dirigió a la puerta, la observó levemente y cerró la misma suavemente.

Antes de salir del departamento, le dejó a su hermana dinero suficiente como para poder mantenerse esos días en los que el no estaría, con otra nota. Con un último suspiro abandonó su hogar y partió a su destino.

-Bien... Una vez que estemos allí, deberemos estar atentos... Ya que se cree que ese sitio está custodiado por el Dios Guerrero Ophoris- explicó el jefe de la expedición; quien era la persona a la que Issac había manifestado sus dudas.

-¿En serio cree en esas cosas?- preguntó una de la varias personas que estaban a bordo. Se le unió un coro de burlas y otros comentarios.

-No deben burlarse de las antiguas deidades- aconsejó sabiamente el hombre.

-Cuando lleguemos, comenzaremos de inmediato las excavaciones y espero que encontremos algo- dijo con voz fuerte el capitán.

El rubio vio por la pequeña ventana el inmenso terreno que era el lugar... A juzgar por la vista, estarían varios días allí, aún no sabía la cantidad exacta.

Una vez el vehículo aterrizó, de dividieron en grupos para comenzar a trabajar. Estuvieron dos días instalando toda la maquinaria que se usaría.... Y otros dos explorando el lugar.

Durante los días que estuvieron excavando, los sueños fueron menos frecuentes, aunque ahora en vez de soñar con la mujer, empezó a soñar con un enorme jardín.

Era un enorme campo, que tenía flores y también lo que parecía ser una cascada.

-Que bueno que llegas... Te estaba esperando- oyó una voz suave detrás suyo.

Volteó y pudo observar a una mujer hermosa vestida totalmente de blanco y con una nube en su cabeza.

-¿Quien eres?- preguntó con los ojos entrecerrados el muchacho.

-Me sorprende que no me conozcas, dado que hasta quebraste la relación que tenías con tus familiares por defender a mis muertos- comentó la mujer con una ceja alzada.

Al oír esa frase, Issac frunció el ceño, seguidamente abrió los ojos como platos y la volvió a ver.

-T... Tú eres- tartamudeó el arqueólogo.

-Puedo deducir por tu expresión que ya sabes quién soy...- la Diosa de la Creación lo miró burlona.- Estás más cerca de lo que crees, pero no te dejes llevar por los dichos de quienes haces llamar compañeros, quienes por la fama y riqueza serán capaces de traicionarte... Ten mucho cuidado- lo miró con una pequeña sonrisa para después decir- El templo que están buscando está mirando hacia el norte, debajo de las estrellas en forma de Artemisa- dicho esto, desapareció.

El arqueólogo se despertó y sin importar despertar a los demás, agarró un cuchillo que había en una de las mesas cerca de su provisoria cama y corrió fuera de la tienda de campaña para dibujar sobre la arena a la Diosa arquera antes de que se le olvidara.

Aunque para algunos al día siguiente ésto fuera una tontería, para el rubio significaba un gran avance. Volvió dentro y con lápiz y papel, escribió lo dicho por la Diosa Madre.

-Sea como sea, encontraré lo que vinimos a buscar.... Te encontraré...- le dijo a nadie en particular, pero en la lejanía ese “nadie” escuchó su voz y desde su reposo, sonrió.

Mi Amada Diosa #ONC2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora