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La noche pasó normal para todos los integrantes de ese departamento. Al día siguiente, el primero en levantarse fue Anubis. Cómo compartía el lecho con su hermana, también la despertó. Al abrir los ojos y verlo quedó muda.

—¿Porqué me miras así?—le preguntó el Dios confuso.

Frunció el ceño... Su voz sonaba más grave, pero no le dió importancia, quizás fuese una de las consecuencias del exceso de energía puesta en la abertura.

Pasados unos minutos, en el comedor apareció la castaña lavándose los dientes. Quien también al ver la apariencia del guardián escupió la pasta que tenía en la boca. ¿Y a quien fue a parar el contenido? En el rostro del mencionado.

—¡Hey!—se quejó quitándose lo pegajoso de los ojos—¿Que te pasa?—preguntó con el ceño fruncido.

—Es lo mismo que te pregunto a ti...—dijo Scarlett con los ojos abiertos de par en par—¿Cómo lo...?—comentó a medias mirando a la Diosa. Ésta se encogió de hombros igual de sorprendida que ella.

La menor corrió escaleras arriba. Si el perro ya estaba bien, significaba que su hermano ya se había repuesto. Abrió la puerta de su cuarto de par en par para encontrar el lugar vacío.

—¡Issac!—lo llamó mirando para todos lados—¿Donde estas?—se sentía tonta preguntando algo como aquello pero era necesario.

Abrió las cortinas y dejo que entrara la luz. Se acercó despacio y tiró de las sábanas esperando hallar al rubio dormido, pero no fue así. Dejo la seda en el mullido colchón y caminó hasta el pequeño, pero espacioso armario... Nada. Se fijó también debajo de la cama. Estaba por comenzar a sacar las pocas cosas que habían allí hasta que escuchó una voz divertida.

—¿Que estás buscando?—oyó que decían.

Al escucharla, quiso levantar su cabeza, pero no recordó que aún estaba debajo del objeto, por lo que al tratar de ver quién era, se golpeó. Con cuidado, (tratando de no volver a golpearse) se incorporó del suelo y encaró al oji-azul que la miraba tratando de no reírse.

—¿Estás bien?—preguntó una vez que le pasó la tentación de reír.

La chica asintió con el ceño fruncido.

—¿Cómo amaneciste?— preguntó con una mueca de dolor.

—Hoy me encuentro mejor, como por arte de magia—comento el arqueólogo con una sonrisa—¿Y ellos como están?—preguntó preocupado.

—Tu Diosa está bien, si a eso te refieres... Y en cuanto a la estatua parlante, pues...—dijo Scarlett pasándose una mano por el cuello y dejando la frase a media.

—¿Que le sucedió?—preguntó alarmado.
La chica oji-marrón suspiró.

—Vas a tener que verlo con tus propios ojos porque no vas a creerme—dijo ella mirándolo y desviando la vista a la pared—acompañame—sugirió saliendo de la alcoba.

El rubio frunció el ceño, pero la siguió. Durante el trayecto, su hermana no mencionó más nada, lo cual le empezaba a preocupar. Llegaron a la escalera y al bajar, se encontró con Anubis luciendo completamente humano.

Miró al sujeto unos segundos y a su hermana preguntándole silenciosamente que había pasado y ésta se encogió de hombros.

El Dios estaba hablando de lo más tranquilo con su hermana hasta que sintió la mirada de los otros dos.

—¿Que sucede?—preguntó—¿Acaso tengo algo en el rostro?—iba a agregar algo más cuando un mechón de pelo negro le cayó sobre los ojos. Lo tomó con los dedos y lo inspeccionó. Incluso tiró del mismo, largando un gemido de dolor. Se llevó las manos al cabello descubriendo que lo tenía largo hasta la nuca. Lentamente subió las manos palpando y dándose cuenta de que tenía rostro humano nuevamente. Caminó hasta uno de los vidrios de la sala para usarlo como espejo.

Mi Amada Diosa #ONC2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora