Capítulo Ocho

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—Quédate, no vayas. Estaremos bien así...

Las palabras de la dama peliblanca suplicaban a Foxy por no dejar el refugio. El pelirrojo estaba por salir, intentando hacerle entender que su salida era necesaria. Cuando se volvió a verla notó que sus ojos se veían tan preocupados y melancólicos que se preguntó a dónde se había ido ese hermoso brillo que poseían días atrás. Sentada, en una esquina del sótano que dado las circunstancias era lo más cercano que tenían a una cama, ella lo observaba dirigirse a las escaleras mientras hablaba de su propósito.

—Necesitamos comer —dijo—, linda, sólo hemos comido una sola vez desde que perdimos el barco.

—Foxy ¡Te están buscando allá afuera! —exclamó ella levantándose—. ¡Están pagando un precio por tu cabeza!

La ira y desespero que expresaba, su ceño fruncido y sus labios juntos formando una linea en su rostro, hicieron callar a Foxy por breves instantes.

Estaba tan enamorado de esa mujer. Aún cuando expresara enojo, su personalidad era tan brillante que con cada acción que hacía la peliblanca no podía evitar sentir más amor hacia ella.

Se acercó y tomó uno de sus mechones blancos entre sus dedos.

—No me iré muy lejos.

—No me hagas esto...

Sus palabras ahora se escuchaban quebradas, tal y como cuando el cristal de una copa medio llena llora al ser acariciado con la punta de los dedos, al borde del llanto.

—Si no voy, moriremos de hambre.

—Al menos moriríamos juntos.

—No quiero que mueras.

—¡Y yo no quiero qué tú mueras!

Foxy la estrechó rápidamente en sus brazos para infundir le tranquilidad y confianza, entretanto acariciaba su cabeza. Aunque Mangle no quería soltarlo hubo de hacerlo, y lo siguió con la mirada hasta que lo perdió de vista. Cuando se hubo marchado, trató de mantenerse en calma y empezó a caminar en el sótano, tocando con sus dedos los lugares donde guardaban el vino mientras entonaba por lo bajo una pequeña melodía francesa; como parte de la aristocracia, era «privilegiada» con varios maestros, que se encargaron de educarla en cuanto a historia, idiomas y el arte de la música se refiere.

Su espalda la estaba matando, dormir sentada entre el piso y pared era, notoriamente, muy molesto e incómodo.

Tocando entre los estantes como su única forma de entretenimiento en plena oscuridad, la palma de su mano se topó con un pedazo de vidrio, que le provocó una herida al instante. Se quejó de dolor y automáticamente su cuerpo se encargó de retirar su mano del peligro al instante. Lo mejor que podía hacer era, quizás, esperar en silencio en el mismo lugar donde dormía.

ו×

En el exterior del local que les servía de refugio ya eran altas horas de la noche, Foxy tomó esto como una ventaja, además, salió a horas nocturnas intencionalmente para hacer su trabajo menos peligroso. Con paso seguro y cuidadoso se fue alejando de la zona abandonada para acercarse a la parte de comercio. En ese mismo instante vio faroles alumbrar a unos cuántos metros de él y se escondió detrás de una panadería cuando se percató de que habían guardias custodiando, entonces se maldijo mentalmente cuando supo que ya no podría llegar muy lejos.

Su única opción fue entrar cuidadosamente a la panadería, malogrando la cerradura cuando vio la oportunidad, y una vez esuvo dentro de ella se abasteció de algunos panes, que llevaría ocultos bajo su gabardina. Contra todo pronóstico, escuchó unos pasos que lo alarmaron y llevaron a esconderse detrás del mostrador inmediatamente. Bajó las orejas y se mantuvo lo más quieto que pudo...

Los pasos se acercaban a la puerta, y seguían aproximándose... Parecía que el dueño de los pasos pretendía entrar a inspeccionar, sin embargo, Foxy dejó salir un pequeño suspiro relajado cuando los pasos empezaron a alejarse, hasta dejarlo sólo.

Robar no fue tan difícil, sin duda seguiría haciéndolo con tal de alimentarse a él y a su amada prometida. Tomó también unas velas y unos cerillos, para iluminar el oscuro refugio.

De camino de regreso, sintió tanta hambre que se veía tentado a comer de los panes que traía ocultos consigo, pero, con la suficiente fuerza de voluntad se controló; si iba a comer, debía hacerlo con ella.

El futuro de ambos de veía tan oscuro e impredecible como el mismo sótano por el que iba entrando. ¿Qué iba a ser de ellos? ¿Cómo volverían a su felíz vida habitual? En esto pensaba mientras bajaba las escaleras y encendía cuidadosamente una de las velas. En el sótano medio iluminado por la pequeña llama, vio a la albina sentada en la esquina, jugando con su ropa: doblandola, estirandola, y enrollandola, tan delicada y tan frágil que le parecía estar viendo a un alma indefensa y vulnerable, cuando no hace mucho Mangle lo había ayudado anteriormente en robos y en peleas que involucraban matanzas. Ella levantó la mirada al sentir la luz y mostró una indescriptible alegría cuando lo vio sano y salvo.

—¡Foxy!

Se apresuró en levantarse y corrió hacia él, lo abrazó con tanta fuerza que como consecuencia hizo caer los panes que el pelirrojo guardaba en su gabardina.

—¿Co... comida? —balbuceó mirando los panes en el piso.

—¿Ves? No fue tan difícil —sonrió Foxy, mientras se agachaba para recoger los panes—, tenemos algo de comida y tú y yo estamos intactos.

Emocionada, Mangle se acunclilló junto a él para recoger la comida del suelo. No les importaba que los panes hayan caído en piso sucio; el hambre era mucho mayor, dándoles igual la procedencia. En los movimientos de la peliblanca Foxy se percató en su mano de la herida abierta y sangrante, sin decir nada tomó su mano para revisar el daño, con algo de preocupación.

—Fue con uno de los cristales —explicó ella con la menor importancia, comiendo un trozo de pan.

No podía hacer mucho por ella, entonces su mano a su boca, y le besó el dorso con cariño, provocando una sonrisa en ella.

—¿Qué habrá sido de los demás?

—Se suponía que hoy llegaban a Francia —contestó Mangle.

Se formó un silencio entre ambos, hasta que Foxy dijo lo que ambos estaban pensando en ese momento.

—Probablemente estén muertos.

Mangle se removió incómoda por la respuesta sin cuidado.

—... ¿Fuí muy directo?

—N-no te preocupes —suspiró ella—, de todas formas puede que tengas razón, en tal caso; ¿de qué nos serviría intentar creer lo contrario?

Puede que no lo demostraban demasiado, pero haber abandonado a los suyos realmente les afectaba. Habían vivido tantas cosas juntos que, una separación de ese tipo lograba crear un vacío en ambos. Pero, si querían sobrevivir, necesitaban pensar en ese momento en sí mismos, aunque... les doliera dejar atrás a la familia, porque entre todos ellos era como si se fueran forjado lazos familiares.

Yacían comiendo sentados en medio del sótano, con la luz amarilla de la vela a un lado, sus rostros cubiertos de polvo y manchados de ceniza al igual que su ropa, lastimados y hambrientos. Mangle quitó una pelusa que encontró en su pan y siguió comiendo con tanto gusto, que un pedazo de pan sucio podía parecer un buen festín, este comportamiento también había afectado a Foxy.

—Mangle...

—¿Mmh? —pronunció ella muy concentrada en su comida.

—Pronto volveremos a estar en la cima...

Mangle lo miró inexpresiva con su mirada ambarina, y Foxy se puso a su lado para abrazarla y besarle la cabeza.

—Lo prometo.

𝖫𝖺 𝖮𝗍𝗋𝖺 𝖢𝖺𝗋𝖺 𝖣𝖾 𝖫𝖺 𝖬𝗈𝗇𝖾𝖽𝖺 (𝑭𝒐𝒙𝒂𝒏𝒈𝒍𝒆) ||EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora