Capítulo Once

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¡Heeey! Ya muy pronto retomamos esta historia y veremos en que queda ;³

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Recordaba Inglaterra tal y como cuando estuvo allí en su infancia. Foxy desembarcó aún cubriendo su rostro con la capucha y pagó con una par de monedas antes de bajar. Comenzó a caminar por el poblado puerto, las personas pasaban a su lado sin reparar en su aspecto, tampoco es que le importara, sólo tenía un motivo para estar en esa ciudad ahora, y era encontrar a la única persona que podía ayudarle, así que siguió el camino a pie, alejándose del puerto y yendo a un paso algo apresurado, aún le faltaba camino por recorrer.

Foxy no era el único que estaba por recorrer un camino, a Mangle también le esperaba un largo trayecto, solo que ella desconocía tal hecho. La peliblanca llevaba varios días sin comer; se sentía mal, debía admitirlo. Ella estaba al fondo de su celda, sentada junto a la pared como era su costumbre mientras la tristeza la consumía de adentro hacia afuera cuando un par de guardias abrieron su celda. Mangle no prestó atención a esto, se sentía tan perdida que... ya nada la asustaba. Los guardias la tomaron por los brazos y la obligaron bruscamente a ponerse de pie, la sujetaron con tal fuerza que chilló de dolor una vez que estuvo sobre sus pies; entonces la sacaron de la celda casi a rastras. Pero una voz los hizo detenerse en pleno pasillo.

—Yo me encargo de escoltarla.

Mangle levantó la mirada para ver al dueño de la voz y Springtrap se encontraba en la puerta del calabozo. Tan pronto como los guardias la soltaron, Springtrap se acercó a ella. Mangle lo esperaba seriamente, sin expresión alguna, y cuando estuvo frente a ella ordenó a los guardias salir.

—Señorita Madeleine —dijo Springtrap cuando se vio a solas con la albina, mientras le ofrecía su mano.

—No voy a tocarte, Zelig.

Comprendió que ella seguía odiandolo, entonces suspiró cansado y no tardó en darle la razón.

—Está bien, comprendo que actúes así —contestó—. Pero no tenemos malos motivos con esto, vamos a llevarte a...

—¿Un lugar mejor para morir? —repuso ella sin mediar palabras.

El contrario no evitó reír por lo bajo por si reacción, pero negó rápidamente.

—¡No! No, solo vamos a llevarte a otro, mmm... calabozo, donde estarás más cómoda.

—Claro, más «cómoda»... —murmuró ella apartandose de él y dirigiéndose a la salida por su cuenta.

Springtrap se volvió y comenzó a seguirla.

—¡Hey! No puedes ir sóla.

—Créeme Zelig, sólo hay un par de metros de aquí a la puerta, no es como si fuera a perderme —repuso ella con frialdad.

—Pero no te conviene que vean a una prisionera saliendo sóla del calabozo.

Se detuvo tan pronto escuchó tal frase, esto le dio tiempo a Springtrap para alcanzarla, y una vez que estuvieron a la par salieron juntos del calabozo.

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Foxy miraba con atención la puerta de madera con un águila de bronce incrustada en ella. Meditó unos segundos antes de entrar, hasta que finalmente abrió la puerta y entró a aquel bar que llenó al instante su olfato con los fuertes olores a licor.

¿A dónde más podría buscar ayuda un pirata?

Pero este no era un bar cualquiera, no, Foxy no iba a ir a la barra, preguntar por alguna persona y discutir con ella. Aquel bar era diferente a otros y es que... este lugar con madera y borrachos en las mesas de las esquinas servía clandestinamente otro tipo de bebidas. Exhaló profundamente, se llenó de valor por lo que estaba por ocurrir y se acomodó mejor la capucha. Caminó por el lugar hasta llegar a una puerta por la que no cualquiera estaba autorizado para entrar, la empujó y se encontró con un largo pasillo, y al final de este, había otra puerta.

𝖫𝖺 𝖮𝗍𝗋𝖺 𝖢𝖺𝗋𝖺 𝖣𝖾 𝖫𝖺 𝖬𝗈𝗇𝖾𝖽𝖺 (𝑭𝒐𝒙𝒂𝒏𝒈𝒍𝒆) ||EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora