Capítulo Veinticinco

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Transcurrieron unas varias semanas en las que estuvieron de visita en aquella isla. Si bien lo suyo era el océano, necesitaban tomarse un tiempo para descansar después de todo lo que había ocurrido. En ese tiempo Fix había estado haciendole compañía a Dlanor para hacerse aprendiz en el arte de la magia.

Una mañana, la mañana del día en que regresarían al barco, Foxy y Mangle caminaban por la Isla y exploraban algunos puntos que no habían descubierto antes de partir.

—Tanto tiempo conociendo a Dlanor, y no había visto estos lugares... —comentó Foxy mientras caminaban a la par—. Mira, creo que esos son los hongos más enormes que haya visto; y he visto muchas cosas —agregó señalando unos hongos al pie de un árbol.

Mangle los miró y concordó con él.

—Sí, curiosamente enormes... Mmmh, oye, Foxy —el contrario la miró y ella continuó—. Hablando de Dlanor: ¿cómo fue que lo conociste?

El zorro acariciaba algunas hojas a la vez que caminaban. Suspiró.

—Bueno, es una larga historia que tal vez te cuente después.

—¿Por qué no ahora? —insistió la albina.

Él la tomó de las manos y las acarició con sus dedos.

—Porque, estimada Mango, éste es un momento para disfrutar —repuso y le acarició el cabello—. Es más, puedes recordarme contarte la historia una vez que estemos en el barco, ¿de acuerdo? —Mangle asintió y siguieron su camino.

Durante el trayecto se fueron acercando cada vez más a una zona curiosa, pues las flores parecían tener más tamaño, los árboles, incluso las plantas. Así pues, fue como llegaron a una cueva. Al estar frente a aquel oscuro lugar sintieron escalofríos. Foxy fue quién más se acercó y Mangle se quedó detrás.

—¿Entramos? —le formuló mientras miraba el interior y un eco precedía a sus palabras.

Esperó algunos segundos por ella, pero no recibió respuesta de su parte. Cuando se volvió a ver qué sucedía la encontró con la mano en la cabeza y la mirada baja, se recargaba un poco de un árbol y sus cejas casi se encontraban entre sí. Corrió hacia ella y la tomó en brazos.

—¿Estás... estás bien? ¿Quieres regresar con los demás? —la albina negó rotundamente tomando aire.

—Estoy bien... sólo un poco mareada.

—Si estás mareada entonces no estás bien, Mangle —persistió él—. Ven, regresemos a la choza y descansarás, podemos irnos mañana.

Aún así, ella negó nuevamente y se separó de él arreglándose y volviendo a su postura inicial.

—Estoy bien, Foxy, un pequeño malestar, es todo —concluyó. Foxy, muy poco convencido, dejó de insistir luego de resoplar. Mangle miró la cueva frente a ellos— ¿Tampoco sabías de esta cueva, cierto?

—No —negó Foxy—. Ni siquiera sabía que aquí hubiese alguna cueva, es decir, esta isla es más vegetativa que cualquier otra cosa. —La albina se encogió de hombros.

—Bueno, de todas maneras, si no te habló de esto es porque es ajeno a nosotros —dijo mostrando desinterés—... sin importar que tan llamativo sea echar un vistazo a su interior...

Se miraron mutuamente y sintieron unas inmensas ganas de inspeccionar. Estaban a punto de hacerlo, pero entonces una conocida voz los tomó por sorpresa:

—¿Qué pretenden éste par de zorros?

Se volvieron al instante.

—¡Dlanor! —exclamó Foxy algo nervioso—. Mmm, nada en particular —rió.

𝖫𝖺 𝖮𝗍𝗋𝖺 𝖢𝖺𝗋𝖺 𝖣𝖾 𝖫𝖺 𝖬𝗈𝗇𝖾𝖽𝖺 (𝑭𝒐𝒙𝒂𝒏𝒈𝒍𝒆) ||EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora