Capítulo Nueve

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Los panes que habían colectado días atrás ya se habían acabado. Foxy salió por más y Mangle se mantenía quieta esperando su regreso en la oscuridad. Era una estrategia que ya se había hecho costumbre, en las noches Foxy traía comida y así ambos conseguían tener sus estómagos medio satisfechos. Mangle ya lo esperaba un poco más paciente, distrayendo se cantando, o inventando pequeñas historias en su cabeza.

Pero esta vez, habían pasado las horas desde que Foxy se marchó y Mangle comenzaba a preocuparse. ¿Le habrá sucedido algo? ¿Lo habrán atrapado? Se llenó de ansiedad cuando supo que si le llegaba a pasar algo a Foxy, probablemente ella nunca lo sabría, se quedaría esperando su regreso de forma ignorante e ingenua. No, esperaba que ese no fuera el caso, Foxy debía regresar y se mantendría esperándolo.

Al fin, el sonido de la puerta del sótano abrirse la emocionó, y su blanca pero polvorienta cola empezó a sacudirse de la alegría.

—¡Foxy! Me tenías muy preocupada... ¿por qué tardaste tanto?

No podía verlo en la oscuridad, pero sabía que se estaba acercando a ella, lo podía sentir. Su cola dejó de moverse al no recibir ninguna respuesta de su parte. De pronto, una luz que provenía de la cima de las escaleras iluminó un poco el panorama: alguien arriba tenía un farol en la mano, frente a ella había un soldado y por la escalera venían bajando otros dos.

C'était notre princesse? [1] —cuestionó burlón uno de ellos al mirar el pordiosero estado de la albina.

Otro la tomó por las manos con fuerza y ella empezó a gritar y a forcejear, se resistía de tal manera al arresto que hacía lo posible para que la soltaran.

Pourquoi devez-vous toujours être si gênant? [2]

Mientras Mangle gritaba retrocedió forcejeando para que le soltaran las manos, pero otro de los soldados se acercó por detrás y le puso un pañuelo en la boca, que amarró detrás de su cabeza. Eran mayoría y lamentablemente le costaba pelear contra ellos en su débil estado. Se logró safar del agarre, pero no tardó mucho en que la tiraran al suelo sin cuidado alguno, cayó de frente contra el piso y el impacto lastimó su rostro.

Silence, Votre Altesse [3] —dijo el tercero de los soldados siguiendo la burla y poniéndose sobre ella para amarrarle las manos tras su espalda.

Se sentía ya demasiado débil, y comenzó a llorar al verse indefensa. Intentaba pedir piedad pero el pañuelo en la boca le impedía hablar o pronunciar alguna palabra y lo que salía de sus labios eran solo palabras casi intendendibles. Posteriormente sintió que amarraron sus pies, así como aseguraron los brazos a los costados de su cuerpo; ya no había nada que pudiera hacer para salvarse. Uno de los soldados la levantó del suelo y la cargó sobre su hombro, y así, salieron nuevamente del sótano, dejando el lugar completamente sólo.

El sótano permaneció en silencio y soledad por horas hasta el regreso de Foxy, quien entró esa vez cargado con unas rebanadas de pastel envueltas en un pañuelo blanco.

—¡Mangle! Perdón por tardar, puedo imaginar tu preocupación —dijo sonriendo, y luego abrió el pañuelo en su mano—, mira nada más lo que he traído.

Pero no hubo respuesta, ni un movimiento, ni nada. Tan solo la soledad hablaba.

—¿Mangle?

Dejó el pañuelo con pastel en una de las repisas, y se apresuró en encender una cerillo para una vela. Tenía prisa por ver, pero esa vez el cerillo tardaba en encender. Como siempre, en medio de la desesperación las cosas parecen tomarse su tiempo en ceder.

—Maldición...

Al fin, cuando hizo algo de llama encendió la vela e iluminó el lugar: Mangle no estaba. Caminó en el interior del sótano buscándola desesperado.

𝖫𝖺 𝖮𝗍𝗋𝖺 𝖢𝖺𝗋𝖺 𝖣𝖾 𝖫𝖺 𝖬𝗈𝗇𝖾𝖽𝖺 (𝑭𝒐𝒙𝒂𝒏𝒈𝒍𝒆) ||EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora