Capítulo 7: Cuidar.

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El aspecto de Rupert era un desastre, el frío de la celda le obligaba a tiritar constantemente y mientras que su ropa seguía manchada por la sangre de su esposa y su arrugado rostro presentaba númerosos hematomas, tan sólo sufria por los pensamientos que le invadían. La dueña de sus preocupaciones no era otra que Gwendoline, su querida Fire.

Apenas había tenido noticias de su hija adoptiva y sentía miedo. Miedo de que pudieran matarla como lo habían hecho con su familia y como pronto lo harían con él. Su viejo corazón se estrechó en el pecho, recordando como su hijo y esposa habían perdido totalmente el alma, convirtiéndose en entes grises. En aquel momento, luchando contra los soldados, agradeció que Fire siempre tardase en regresar a la granja, no obstante, ese alivio duró poco y al ver al infante Romin comprendió que su hija se encontraba en un peligro inminente.

El sonido de unos pasos lo sacó de sus preocupados pensamientos, levantó la mirada de sus rodillas y analizó como Neo le traía su ración de comida. El soldado apretó los labios al percatarse del estado del anciano y soltó un breve suspiro cuando este se incorporó con rápidez.

—¿Dónde está? ¿Qué le habéis hecho?—La rabia en la voz del adulto no provocó nada a Neo, quien le entregó la comida através de una estrecha rendija.

Rupert no tardó en tomarle con fuerza de la muñeca para recibir alguna respuesta del militar.

—Relájate—masculló y se deshizo de su agarre—. Está a salvo.

El alivio recorrió los ojos claros del mayor y se sentó de nuevo en la cama de la celda. Neo suspiró, miró a su alrededor para asegurarse de que nadie se encontraba allí y sacó el amuleto de la princesa de su bolsillo. Rupert notó como este brillaba intensidad y se asustó por que los guardias reales notasen el verde destello.

—No te preocupes, sólo lo pueden ver las personas que juraron lealtad a la corona de Lux.—Informó, asegurándose de esta manera de que Rupert seguía siendo humano.

—¿Neo?—Cuestionó con una expresión incrédula. El nombrado asintió y volvió a guardar la gema en su chaqueta.—Tu padre y yo eramos muy buenos amigos, lamento mucho su muerte...

El soldado sonrió ladinamente e, incoscienteme, volvió a recordar el calor de las llamas, el último abrazo con su padre y la sonrisa de despedida que había recorrido sus finos labios antes de ser devorado por el fuego. Rupert pasó una mano por su hombro, reconfortándolo.

—Murió para salvarnos—Contestó y pasó los dedos por su cabello. Necesitaba borrar aquello de su mente, sin embargo, los recuerdos se habían grabado a fuego en su mente.—Fire está bien, algo confusa, pero comienza a asimilar la situación.

—Ten paciencia con ella, siempre ha sido una persona muy rebelde.—Rupert sonrió con tristeza, pues sabía que probablemente lo torturarían hasta que confesase el nombre de todas las personas que trabajaban en la resistencia.

—Sí, bastante—Neo se giró, dispuesto a marcharse—. Rupert, intentaré sacarte de aquí.

El nombrado observó como el militar salía de allí, incapaz de mirarlo, el frío regresó a la celda y el alivio se evaporó cuando los guardias reales entraron. Rezó por ser lo suficientemente fuerte para no delatar a nadie.

Romin se encargó de encontrar a una buena tutora para Fire y, aunque a la joven no le gustó la idea de convertirse en una dama educada y delicada, no tuvo ninguna opción con la que abstenerse.

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