Capítulo 9: Apoyo.

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El día de la esperada fiesta de presentación llegó en forma de una salvaje tormenta, las nubes del cielo se cernían sobre la lujosa vivienda y el frío se colaba por los grandes ventanales de mármol. No había rastro de sol y Fire, repasando las palabras que debía decir ante las cámaras, pensó que el clima acompañaba su sentimiento nervioso y angustiado.

Arrugó el papel entre sus manos, sin saber si temblaba por el frío o el nerviosismo, y el dolor de su cabeza aumentó en el instante en que Ulan, su doncella, abrió el armario de mármol que yacía a su lado. La joven muchacha rebuscó en él y, con una fugaz sonrisa, sujetó la percha que sujetaba el vestido.

-Va a estar muy hermosa, princesa.-Alagó mientras extendía la prenda sobre la cama y admiraba el gran trabajo del diseñador.

Fire no se atrevió a decir nada, sufriendo un silencioso ataque de nervios, pasó la mano por su cansado rostro y dejó escapar todo el aire que, incoscientemente, estaba reteniendo. Deseó que todo fuera un sueño, pues necesitaba despertar pronto y abrazar a su familia con fuerza.

Todo ocurría tan rápido que no pudo evitar pensar en el poco tiempo que había tenido para asimilar la situación, siguió, como si fuera un títere, las directrices de los demás y, en aquel momento, siendo vestida por su doncella, se percataba de que estaba apunto de tomar la decisión más importante de su vida.

Sintió como Ulan le apretaba el corset, provocando un breve jadeo por su parte, el aire apenas llegaba a sus pulmones y sabía que el peligro que subía por sus piernas y se instalaba en su tórax no se comparaba con el miedo que sentía cuando Marie aplicaba sus fuertes castigos contra ella. Limpió el frío sudor de su frente al recordar a su madre y sonrió tristemente al pensar que tal vez, si siguiese viva, estaría corriendo de un lado a otro, más nerviosa que ella misma.

Ulan, respetando su estado pensativo, abrió la caja donde descansaban sus tacones. Eran casi igual de preciosos que su atuendo, no obstante, Fire se los arrebató de la mano y los escondió bajo su cama.

-¿No se los va a poner, alteza?-Preguntó perpleja.

Fire se mordió el labio inferior y giró el rostro hasta conseguir apreciar la expresión asustada de la contraria, estaba segura de que a Ulan le aterrorizaba la idea de que volviera a hacer un espectáculo. No obstante, no le importó y sintiendo la sorpresa de sus ojos contra la nuca, se colocó unas deportivas blancas.

-Con el largo del vestido no se darán cuenta-la tranquilizó y se deshizo el recogido que Irina le había hecho en el cabello-. Odio los recogidos.-Murmuró, mirándose en el espejo y sonriendo al no experimentar ningún tipo de disgusto ante su reflejo.

El vestido no era demasiado cargado ni pomposo, el suave azul del tejido contrastaba con su pálida piel, la falda lisa caía por sus piernas creando la sensación de una silueta mucho más esbelta. Por otro lado, en la parte superior, el escote de palabra de honor dejaba al descubierto sus hombros y, en sus brazos, la transparente tela se ceñía a ellos hasta llegar al comienzo de sus muñecas.

-Dejarás a todos con la boca abierta.-Rio la contraria y la sentó sobre el colchón para poder retocarle el -casi inexistente- maquillaje.

-Sólo espero que todo vaya bien... Quiero que termine cuanto antes-suspiró y analizó el aspecto de la doncella. Su corazón se encogió un poco al percatarse de lo joven que era, apenas rozaba los quince años y tenía un rostro bastante aniñado-. ¿Llevas mucho tiempo trabajando en esto?

La menor se alarmó cuando la escuchó, sorprendida por el repentino interés de la heredera, recogió el maquillaje y asintió con la cabeza sin querer hablar mucho de ello. Fire notó su incomodidad y frunció el ceño sin entenderla.

Quiso volver a preguntar algo más, no obstante, un soldado golpeó en la puerta para indicarles que ya era hora de bajar. Gwendoline experimentó como sus palpitaciones enfurecían, se frotó las manos para calmarlas y sonrió lanzándole una última mirada a la doncella.

-Deseame suerte, Ulan.-Sus hoyuelos se hicieron visibles y salió del dormitorio rápidamente.

El ensordecedor sonido de los invitados inundó sus oídos, el terror la invadió y trató de buscar las palabras del discurso en su mente. Era el momento, los reyes estaban apunto de conocer a su mayor amenaza y no había vuelta atrás. Cerró los ojos, armándose de valor y antes de retomar su camino por los pasillos, una mano atrapó su brazo.

Rezó por no encontrarse con Romin, pues no era el mejor momento para aguantar su presencia y reprimendas.

El alivio la recorrió cuando el claro iris de Neo conectó con el suyo, su característica expresión seria se vio interrumpida por una dulce sonrisa y Fire experimentó un repentino cosquilleo en el estómago que asoció con el nerviosismo.

-Estaré detrás tuya en todo momento, no debes tener miedo-susurró el adulto, buscando algo en la chaqueta de su esmoquin. Los ojos de Fire brillaron al reconocer su collar y sujetó la gema entre los dedos cuando Neo la colocó alrededor de su cuello-. Los antiguos reyes estarían muy orgullosos de ti.

Neo colocó ambas manos en los hombros de la menor, acariciándolos en un gesto de apoyo.

-Neo... ¿Crees que lo lograré?-Fire preguntó e intensificó el profundo contacto visual en el que se veían envueltos.

-Eres fuerte, Gwendoline. No importa lo que pase ahí fuera, siempre estaré aquí, contigo.

Su voz acarició cada poro de la heredera, transmitiéndole la seguridad que necesitaba y el apoyo para no dejarla caer sóla. Apretó los labios con fuerza y permitió que la adrenalina se adueñara de ella.

Pasó la mano por el amuleto real y recibió una indescriptible sensación que la llenó de valentía. Sentía como todas las preocupaciones desaparecían rápidamente, su mente se puso en blanco y se giró hacia las escaleras que la guiaban hasta el decorado salón.

-Dile a Romin que va a tener que mover cielo y tierra para casarse conmigo-masculló con una pequeña sonrisa recorriendo los labios, volvió a darse la vuelta y se levantó un poco el vestido para que Neo tuviera en primer plano sus zapatillas deportivas-. Yo nunca seré como ellos.

El estratega no pudo evitar reír ante el íntimo guiño que Fire le dedicó y, con el corazón encerrado en uno de sus puños, observó como la heredera desaparecía corriendo por el pasillo.

Por un segundo, todo parecía más brillante y se sorprendió a si mismo sonriendo como un estúpido.

Fire tenía razón, no se asemejaba en absoluto a la sangrienta familia real.

Porque ella poseía un espíritu único, uno que comenzaba a adueñarse de él.






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