Fire nunca había salido del radical régimen del reino. El cielo azul brillaba sobre su cabeza y, apoyada en el mármol del balcón de su nueva habitación, podía analizar el campo que yacía debajo de ella. El césped brillaba bajo los pies de los soldados que se ejercitaban sobre él. Entre ellos, Neo practicaba sus habilidades de lucha cuerpo a cuerpo con Jack. Su protector era mucho más ágil que el jefe de la resistencia y muchos de los combatientes observaban con entusiasmo la pelea.
La futura reina, por el contrario, tenía el corazón pegado a las paredes de su garganta. Desde el punto donde se encontraba, podía apreciar todas las cicatrices que yacían sobre la espalda de Neo y, aunque había visto muchas heridas durante toda su vida, su estómago dolía de tan solo pensar en lo mucho que él había tenido que sufrir. Cada vez detestaba con más intensidad a la actual familia real. Le resultaba odiosa, asquerosa, insufrible...
La mano de Rupert se acomodó en su hombro, sacándola del trance en el que se había sumergido, y cambió su atención hacia su padre. Al adulto se le estaban curando las heridas lentamente, sin embargo, a Fire le daba la sensación de que había envejecido a un ritmo estratosférico. No la miró, en cambio, dirigió su vista hacia el mismo punto en el que ella había estado atenta.
—Los odio tanto, papá...—Su voz se rompió y Rupert suspiró con tristeza.
—Ya no tienes que seguir atrapada en ese castillo, Fire. —El mayor acarició su piel, reconfortándola.
—Ojalá pudiera regresar el tiempo atrás. Tendría que haber llegado antes a casa y... así, tal vez... todo hubiera sido distinto para Dagger y Mamá.
—Iba a ocurrir en cualquier instante.
Rupert apretó los labios con fuerza, aguantando un suspiro afligido. El adulto pensaba constantemente en su hijo y esposa, sin embargo, debía guardarlos muy en el interior de su alma durante un tiempo. Al menos, el necesario para acompañar a Fire en su nuevo destino: el trono. Se le removió el estómago al recordar aquel gran detalle y admiró el rostro afligido de la mujer que había criado durante años. Fire era, en cierta parte, un pequeño trocito de su orgullo. La quería como una hija verdadera, creía en ella y sabía que los verdaderos reyes descansaban en su interior, a la espera de impartir justicia a todo su reino.
Siempre había admirado el lado rebelde de su hija. No obstante, aunque nunca le había tomado la importancia necesaria, tuvo un ligero presentimiento de que su actitud impulsiva y emocional iba a afectar en un futuro.
El mayor llevó la mirada hacia Neo y Jack, ambos se habían detenido y los ojos claros del estratega se habían detenido sobre Fire. Desde el balcón, alcanzó a encontrar un brillo intenso en las pupilas del hombre y tragó saliva para resbalar el nudo de su garganta. La joven, por el contrario, se encontraba pendiente de Rupert, esperando algún detalle más. Tenía un sin fin de dudas que nadie era capaz de responder y aquello la frustraba de sobremanera.
¿Qué debía hacer ahora?
¿Cuál sería su función?
¿Romin volvería a por ella?
¿Estaba en peligro?
¿Sería lo suficientemente buena como para dirigir?
El silencio de ambos se vio interrumpido por una de las doncellas que habitaban en la vieja mansión, tenía el pelo tan claro que parecía nieve y su sonrisa ilusionada transmitió un poco de seguridad a la heredera.
—Alteza, el jefe Jack desea hablar con usted.
Fire le regaló una pequeña sonrisa a la joven doncella y, despidiéndose de su padre con un tierno guiño, la acompañó por los largos pasillos de la mansión. Las paredes de piedra y las lamparas sencillas le entregaban un toque acogedor que el castillo del infante Romin nunca le había proporcionado. Su pecho cosquilleó al recordar aquellas semanas. El miedo que había sentido, la rabia, la incertidumbre, impotencia...
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Inside the Flames
FantasyUn reino apunto de sucumbir bajo magia negra. Una princesa pérdida. Y una promesa pasada. ¿Qué ocurrirá cuando Fire intente arreglar un país destruido?