Capítulo 8: Encuentro.

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Sería mentira afirmar que Fire no estaba preocupada, pues conforme pasaban los días y la fecha de la fiesta de presentación se acercaba, sus nervios y preocupaciones aumentaban.

No estaba totalmente preparada, al fin y al cabo, aquella realidad era tan nueva como difícil de creer. Todo lo que había dado por seguro se tambaleaba bajo sus pies y, con cada segundo que transcurría, su confusión crecía. Además, por más que intentase exigir una respuesta, las personas que la rodeaban se negaban a contestar sus incesantes preguntas.

Por otro lado, también se encontraba Romin y su empeño por que actuase como él quería; la corregía cada vez que comía, cuando montaban a caballo y se levantaba de su silla, al no utilizar tacones e incluso por su forma de hablar. Comenzaba a hartarse, para ella suponía actuar totalmente diferente a lo que era y lo detestaba.

Al menos, Neo, la única persona a la que no le molestaba su forma de ser, permanecía a su lado cada vez que la situación la desbordaba. Fire no lo decía con palabras, si no que tocaba a la puerta de su despacho con los manuales contra el pecho, se sentaba en el largo sofá que tenía frente a él y dejaba pasar las horas junto a su compañía.

Ambos consideraban ese pequeño momento del día como algo agradable e íntimo.

El estratega no se sentía tan sólo como de constumbre y, al levantar la vista siempre la encontraba perdida en las instrucciones de sus manuales. Se preguntó en más de una ocasión si en verdad los estaba entendiendo, pues, por más que la menor tratase seguir los modales que estos les dictaban, siempre encontraba la manera de parecer lo contrario a una heredera del trono.

Pero... Aunque a personas como Romin les disgustase su personalidad, había algo en ella que lo atraía de sobremanera. Tal vez era su forma de reír a pleno pulmón, sus pies descalzos o como insultaba al infante entre dientes cada vez que se marchaba, no estaba seguro, lo que sí sabía es que no podía evitar que aquel conjunto le acariciase el corazón.

Fire apoyó los codos en el mármol de la barandilla, el viento revolvió los mechones de cabello que sobresalían de su elegante recogido y su mirada se centró en los brillantes astros que cubrían la oscuridad de la noche. Por primera vez en mucho tiempo, la hermosa vista de las estrellas no la tranquilizó, su nerviosismo cubrió sus entrañas y pensó en correr lejos de allí.

El día de la presentación se acercaba a pasos agigantados, tanto que en un abrir y cerrar de ojos los preparativos estaban listos; el gran salón brillaba como nunca, las respuestas de las invitaciones habían sido positivas y el precioso vestido que llevaría descansaba en el armario de su lujosa habitación.

Apretó los labios cuando, incoscientemente, pensó en lo diferente que sería todo comparado con su vida en la granja. Un recuerdo feliz, en el que comía junto a Dagger y sus padres en el salón, pasó por su mente y tuvo que abrazarse a si misma para no romperse a llorar.

Tenía que luchar para que se sintieran orgullosos de ella.

Escuchó como la cristalera de la gran terraza se abría y analizó el impecable aspecto del infante Romin. Respiró pesadamente, molesta por que interrumpiese el único momento en el que podía estar sóla, el mayor apoyó la espalda en la barandilla con los brazos cruzados sobre su pecho y posó la mirada sobre ella.

—¿Qué necesitas?—Murmuró, aún sin dejar de observar las estrellas.

—¿Memorizaste todo lo que tienes que decir ante las cámara?—Cuestionó. Esta vez, para la sorpresa de Gwendoline, su voz era mucho más tranquila.

—Sí.—Afirmó y sintió como Romin le apartaba el rebelde cabello del rostro. Lo miró de reojo, sin comprender la repentina acción del hombre.

—Que lástima que tengas que comprometerte con el estúpido de mi hermano—sus palabras aumentaron la incomodidad de la heredera—, aunque podríamos casarnos una vez que todo esto termine. ¿No crees?

Fire levantó una ceja y apartó el rostro rápidamente cuando los dedos del adulto acariciaron sus carnosos labios. El enfado en el rostro de la muchacha era visible y sólo sirvió para hacerlo reír, divertido.

—El contrato indicaba que podía seguir con mi vida normal una vez que se instalase la democracia—Contestó y sus manos apretaron la barandilla, demasiado incómoda por la situación—. Jamás estaría con una persona tan repugnante como tú.

Romin se acercó peligrosamente a ella, acorrándola entre la barandilla y su cuerpo. La joven no pudo evitar estremecerse cuando este pasó una mano por su cuello, acariciándolo sin apartar los ojos sobre los suyos, quiso golpearlo y, aterrorizada por las acciones del adulto, sujetó su muñeca para alejarlo.

—No me toques.—Su voz salió tan temblorosa que la vergüenza no tardó en cubrir sus extremidades.

—¿Tienes miedo?—Romin se divirtió al darse cuenta de lo aterrorizada que se encontraba la heredera. Con sus dedos presionó las pecosas mejillas de Fire, utilizando tanta fuerza que captó su brillo desesperado. —Vaya... ¿Dónde a ido la niña rebelde? ¿Te ha abandonado?

Gwendoline jadeó al volver a sentir como la sujetaba del cuello, apretando tan fuerte que cortaba su respiración. Le lanzó una mirada llena de odio, intentando borrar el miedo que se introducía por su piel. La ira se instaló en las pupilas del adulto y, como si fuera un simple objeto, la empujó contra el suelo.

El frío azulejo congeló los antebrazos de la muchacha y tosió al poder respirar de nuevo. Antes de que Romin se marchase del balcón, dejándola allí tirada, Fire se incorporó.

—Eres la misma escoria que tu familia —le insultó entre dientes—. Si crees que quitarle el trono a tu hermano podrá limpiar todos tus pecados, estas equivocado.

Sus palabras detuvieron en seco al mayor, el silencio se instaló en el lugar y Fire rio llena de amargura. La rabia de Romin quemó cada parte de su trabajado cuerpo y se giró hacia la rebelde joven, dispuesto a golpearla. Levantó su puño, no obstante, una mano lo detuvo antes de que impactase contra el rostro de la muchacha.

Gwendoline levantó la mirada y el alivio recorrió su columna cuando reconoció el iris furioso de Neo.

—¡Déjala! Sólo es una cría, no sabe lo que dice.—Pidió y lo empujó suavemente hacia atrás.

Romin no volvió a atacar y observó con los puños cerrados como el estratega ayudaba a la menor a levantarse. Gruñó, consumido por la furia, y abandonó el lugar lo más rápido posible. Por otro lado, siendo un manojo de nervios, Fire escondió el rostro en el pecho de Neo y se fundió en su brazos, buscando desesperadamente una protección que pudiera arreglar todo aquel alboroto.

—No quiero seguir con esto, Neo.—Se aferró a su traje y tembló de terror.

El nombrado tan sólo pudo abrazarla, calmando el miedo de su cuerpo, pasó la mirada por la marca que las manos de Romin habían dejado sobre su cuello y la estrechó más contra él.

—Encontraré la manera de que esto acabe pronto.—Prometió.

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