04 · El calor de su cuerpo

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Sábado 4 de Julio, 2015

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Sábado 4 de Julio, 2015

DANIELLE

Mis ojos se chocan de frente con los suyos y, aunque suene patético, no soy capaz de reaccionar. No va solo. Dilan, su mejor amigo, está de pie a su lado mirándome expectante. Su mirada se desliza hasta Mónica, le da un repaso de arriba abajo y sonríe ampliamente. Mi mejor amiga suelta un bufido y le devuelve una mueca de asco.

—No esperaba verte por aquí —dice Cristian, acercándose con una sonrisa de medio lado—. Y menos con mi camiseta puesta, para ser sincero...

En cuanto hace referencia a la maldita camiseta de Los Ramones, me arrepiento de no haberle hecho caso a Mónica. Intenta cogerme de la mano pero yo acabo retrocediendo un paso. Él arruga la frente y me mira como si no entendiera mi comportamiento. ¿Pero qué parte es la que no entiende de que me he aburrido de él?

—¿Va todo bien, cariño? —inquiere.

—No, no va nada bien —contesta Mónica, con brusquedad—. ¿Por qué no desapareces y la dejas en paz de una vez, tío?

Cristian se ríe por lo bajo, ignorando a Mónica, y comparte con Dilan una mirada cargada de burla. Se pasa la lengua por los labios y me mira fijamente a los ojos. Se acerca, y esta vez me pilla desprevenida porque, antes de poder apartarme, sus dedos rozan mi brazo desnudo. Lo aparto con incomodidad, pero él sonríe y sigue sin pillar que no quiero que me toque.

—¿Por qué no damos una vuelta, hablamos un rato y lo solucionamos, cariño? —pregunta.

—No quiero solucionar nada —respondo, intentando sonar lo más fría posible—. Quiero que dejes de llamarme y de mandarme de mensajes. Quiero que, la próxima vez que me veas por la calle, ni me mires.

—¿Estás segura? —inquiere, con voz grave, la misma que me erizaba la piel y me volvía loca las primeras veces que nos liamos—. Porque, si de verdad quisieras eso, no llevarías puesta mi camiseta, preciosa.

Trago saliva y hago el amago de marcharme, pero su mano me sujeta la muñeca con firmeza y me pega a él.

—En realidad, no quieres que me aleje —susurra, demasiado cerca de mi cara—. De hecho, creo que estás deseando terminar lo que hemos dejado pendiente cientos de veces...

—¡Como no te largues ahora mismo te juro que te arranco la cabeza! —chilla Mónica, quien hace el intento de golpear a Cristian antes de que Dilan se lo impida.

—Eh, guapa, cálmate. No quiero problemas —le advierte, intentando tranquilizarla.

—Pues si no quieres problemas, dile al gilipollas de tu amigo que la suelte —sisea, enfurecida.

—Tío, venga, vámonos —le dice Dilan, quien ya no tiene una sonrisa arrogante en la cara, sino que se ve claramente incómodo al ver que la gente que pasea por el centro comercial nos presta demasiada atención—. Déjala y vámonos. No merece la pena.

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