31 · Briseé

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Viernes 15 de Diciembre, 2017

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Viernes 15 de Diciembre, 2017

BRUNO

Danielle gime cuando la penetro contra la pared de su habitación. Cierra los ojos, sus manos se sujetan a mis hombros con fuerza y aprieta las piernas en torno a mi cintura. Entreabre los labios, arquea la espalda y suelta un profundo gemido que me vuelve loco. Sigo follándomela hasta que me arden las piernas y tengo que bajarla al suelo.

—Y esto es lo que pasa cuando se hace ejercicio antes de echar un polvo —declara con malicia antes de avanzar desnuda hasta su escritorio y mirar la hora en el móvil.

Son las once de la noche y tiene la persiana bajada. Aun así, se queda con la vista fija en la ventana como si pudiera ver algo. Cuando avanzo hasta ella, observa mi reflejo.

—¿Te crees que un cuerpo como este se consigue por arte de magia? —comento burlón.

—Sé de sobra que no. Pero si vienes a Madrid cada dos semanas a follar conmigo, no vengas después de haberte matado en el gimnasio —insiste.

—¿Tienes miedo de no quedar satisfecha, Danielle?

—Si no quedo satisfecha, no te preocupes que ya me busco yo la satisfacción por otro lado —comenta con desinterés.

Llevo las manos hasta su cintura y pego su culo contra mi polla. Le aparto el pelo del cuello y empiezo a besarla con cuidado, pasando los labios por el pequeño tatuaje que tiene en el centro de su nuca. «Briseé», una palabra en francés que no tengo ni idea de lo que significa. La piel se le eriza y no tarda en temblar bajo mis caricias. Le sujeto el pelo en una pequeña coleta, tiro un poco y llevo una mano hasta su nuca. Se tensa y trata de girarse para mirarme.

—¿Qué haces? —pregunta con voz ahogada.

Pero no le dejo que siga hablando. Empujo de su nuca hacia adelante, hasta que la dejo sobre la mesa. Observo su espalda desnuda y la parte de sus tetas que queda a la vista al aplastarlas contra la superficie fría de la mesa. Le abro las piernas con determinación dispuesto a penetrarla por detrás. Tiro un poco más fuerte de su pelo. Danielle no se mueve hasta que, de golpe, empieza a llorar. Le suelto el pelo y le quito las manos de encima. Ella se aparta con brusquedad del escritorio y me mira con los ojos llenos de lágrimas.

—Fuera —me dice con la voz rota.

—¿Qué ha pasado? —le pregunto completamente desconcertado.

—Sal de aquí —repite alzando la voz.

—Danielle, ¿puedes decirme qué he hecho?

—¡Que salgas, joder! —grita fuera de sí. Se acerca hasta mí y me empuja con fuerza—. ¡He dicho que te largues!

Empieza a golpearme el pecho con todas sus ganas. Acabo cogiéndola de las muñecas, la giro y le apoyo su espalda contra mi pecho hasta que la inmovilizo.

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