🔞 Volkacio BDSM🔞 [Parte 2]

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La mente de Viktor ya no estaba en paz. Varios días habían pasado desde su encuentro con aquel imponente hombre de rojiza cresta. A diario recorrían por su mente los poderosos recuerdos de cada exquisita sensación que éste le hizo experimentar, abriendo su mente a un mar de infinitas nuevas posibilidades sexualmente hablando. Sus dedos jugueteaban con aquel negro collar de cuero que le había obsequiado antes de retirarse. Según había estado informándose, si aceptaba utilizarlo, estaría entonces aceptando ser su sumiso, con todo lo que aquello conllevaba.

De sólo pensar en volver a verle sentía crecer su erección y su respiración se irregularizaba, ansiaba sentir sus manos recorrerle una vez más, y ver aquellos tiernos y cálidos ojos observarle con la ternura que cargaban.

Con decisión, aquella noche de día viernes condujo su vehículo a la dirección que aparecía escrita en un pequeño papel dentro de la caja donde el collar venía. "wow" pensó para sí mismo estacionando fuera, era una enorme y preciosa mansión, su seguridad se deshacía poco a poco, pero su necesidad de aquel hombre le sostenía aún. Tragó con dificultad, mirándose en el espejo de su vehículo, y sintiéndose pequeño, colocó sobre su cuello el azabache collar, ajustándolo con torpeza, estaba nervioso.

Cerró hasta el último botón de su gabardina ocultando el curioso accesorio bajo ésta. Se acercó a la enorme reja y tocó el timbre. Un sobresalto le despertó al oír a través del citófono aquella aterciopelada voz — ¿Diga? — sonaba despreocupado, muy en oposición al estado en el que el ruso se encontraba.

—Señor...— recordaba cómo debía llamarle en estado de sumisión. —S-soy Viktor, V-Viktor Volkov ¿Está disponible en este momento? — Silencio fue todo lo que recibió. Hasta que el sonido de la reja abriéndose le dio la señal, adentrándose a paso lento hasta la gigante puerta de la mansión, que fue abierta personalmente por el dueño de casa.

Tímidamente ingresó, sus mejillas yacían sonrojadas en anticipación. Inquieto, le miró a los ojos, dejando salir un suspiro asustado. La mirada inquisitiva que el de cresta le daba junto a su temple serio le estaban aterrando aún más. En silencio, abrió los primeros botones de su gabardina, dejando ver el hermoso collar de cuero negro posado en su pálido cuello.

Al observar esto, una felina sonrisa se formó en los labios de Horacio, complacido de verle aceptar su sumisión ante él. —Buen chico...— esa sonrisa malvada y ojos brillantes en deseo derritieron al peligris, quien sintió sus piernas temblar ante el poder que aquel moreno desprendía de forma natural. —Espérame aquí, ya vuelvo— dicho esto, le vio desaparecer escaleras arriba.

No tardó nada, pues apenas se había volteado para apreciar el exquisito gusto en decoración que el de cresta poseía. Intentaba relajarse respirando suavemente, cuando sus ojos fueron delicadamente tapados, impidiendo su visión mediante un trozo de tela de seda que le fue amarrado.

Estando su visión completamente impedida, Viktor sintió como el contrario le tomaba sutilmente del brazo y le dirigía con cuidado hasta el segundo piso, entrando a una habitación cuyo aroma a cuero y perfume se coló deliciosamente por sus fosas nasales, haciéndole sentir más excitado y ansioso. La sola presencia de Horacio le hacía reaccionar ansiando ser tocado y utilizado por él, sabiendo que también saldría beneficiado de aquello.

Sintió unos dedos abrir cada botón de su gabardina con total parsimonia, para luego retirarla por completo y repetir el proceso con su camisa. Sensuales caricias recorrieron su pecho y abdomen, haciéndole jadear, disfrutando de esos calientes dedos. Una maldición escapó de sus labios cuando una húmeda y experta lengua se posó en su cuello y bajo su mandíbula, entre besos, succiones y mordidas mientras las manos del moreno llegaron a su blanca espalda rasguñando exquisitamente toda su extensión. En su pantalón había ya un gran problema que ansiaba ser solucionado.

Desesperado, sin poder evitarlo, Volkov intentó tocarle también, buscando satisfacer su necesidad, pero le fue inmediatamente negado. —Veo que no sabes controlar tus impulsos— una voz grave habló suavemente en su oído, derritiéndole encantadoramente en el proceso. —Vamos a tener que hacerlo a mí manera en ese caso— El peligris sintió un suave mordisco en su cuello que le hizo desvariar aún más, y oyó movimiento del otro lado de la habitación junto a un sonido de cajones siendo removidos.

Cuerdas envolvieron la totalidad de su torso y cuello, amarrando fuertemente sus brazos a su espalda, dejándole inmovilizado. —A ver si así aprendes a no tocar sin autorización— espetó el de cresta sobre sus labios, besándole salvajemente mientras le acorralaba contra la pared. Sus manos apretaban deliciosamente cada centímetro de aquella lechosa piel. Volkov no podía hacer nada más que gemir extasiado, sintiendo que explotaría en cualquier momento con sólo aquellos besos y caricias.

La mano de Horacio se posó en su duro miembro por sobre el pantalón que aún llevaba puesto, acariciaba con fuerza su erección. El ruso sin poder ver nada ni moverse, sólo se retorcía bajo su toque, jadeando y rogando por algo de atención. —¿Qué pasa? ¿Necesitas correrte? — espetó divertido el de cresta, humillándole. Un desesperado asentimiento de parte de aquel hombre de dos metros le hizo reír. —Eres patético— Seguía tocándole y dejando besos y mordidas en su cuello, disfrutando de verle sufrir de esa manera, y adorando lo entregado que estaba a él.

—Vamos a hacer algo, si haces un buen trabajo, voy a montarte... llevo días tocándome mientras pienso en lo mucho que quiero saltar sobre tí— dijo sensualmente en su oído, recibiendo un audible jadeo de parte de Viktor, quien con excitada voz aceptó —S-si señor—.

—De rodillas— Sin chistar hizo caso, oyendo la cremallera de Horacio y sabiendo lo que tendría que hacer.

Se saboreó anticipadamente, definitivamente le apetecía probarle. —Abre la boca—

Con los ojos aún tapados y posado sobre sus rodillas, Volkov abrió la boca, sintiendo aquel caliente miembro rozar sus labios. Lo atrapó y sin perder tiempo comenzó un constante vaivén, succionando con fuerza e introduciéndolo lo más que podía. Las manos de Horacio estaban sobre su grisáceo cabello marcando el ritmo, le oía gruñir encantado. Saliva caía por las comisuras de su boca, el delicioso sonido de aquella húmeda succión era fascinante, chupaba como si en ello se le fuera la vida y sentía su propio pene palpitar anhelante dentro de su pantalón. —S-señor, ¿Puedo mirar? — pidió casi con inocencia, siéndole concedido de inmediato, junto a una complacida risita del moreno.

Mirándole a los ojos volvió a lo suyo, disfrutando del sabor de éste, gemía sobre aquel miembro, deleitando aún más a su amo. Con devoción observó la caótica imagen de su señor deshaciéndose ante cada succión, de pie frente a él gimoteando exquisitamente. No se detuvo, su boca tomaba aquel jugoso trozo de carne una y otra vez, hasta que le vio gimotear desesperado, envuelto en placer, y sintió un cálido líquido llenar su boca. Con los ojos llorosos miró a su amo, quien posaba su mano frente su cansada boca —escupe— ordenó, siendo obedecido por el ruso.

Horacio le ayudó a levantarse y quitó el pantalón de Viktor con la mano que no tenía su semen. Le lanzó al sofá que en la habitación había, y con total lascivia posó su mano sobre la necesitada erección de Volkov, depositando sus fluidos allí a modo de lubricante. Éste echó su cabeza hacia atrás, disfrutando de aquel atrevido toque. Lo siguiente que vio fue cómo el moreno se desnudaba por primera vez ante él, con total lujuria y parsimonia quitó cada prenda, deleitándolo con las vistas. Su trabajado cuerpo que parecía tallado a mano y hermosamente decorado con decenas de tatuajes dejaron al peligris sin aliento, cosa que encantó al de cresta.

Sin dejar pasar más tiempo, se trepó en su regazo, quedando a horcajadas sobre Volkov, que seguía completamente inmóvil a causa de las cuerdas que le tenían amarrado los brazos a su espalda. El moreno, ya preparado, se penetró a sí mismo, comenzando a montarle. Un festín de gemidos ruidosos y calientes resonaron en la habitación. Volkov gruñía, hipnotizado viendo cómo el contrario saltaba encima suyo. Ardían en placer, envueltos en una neblina de erotismo ante las ricas sensaciones que aquella unión les brindaba. El de cresta gimoteaba desvergonzadamente con cada embestida, aumentando la velocidad y profundidad, sentía que estaba fuera de sí.

Mirándose a los ojos, ambos hombres conectaron su poderoso deseo, buscando los labios del otro en un salvaje beso cargado de humedad y desesperación, acallando en éste sus gemidos. El vaivén era delicioso, sentían que ya no podían más. Tan solo un par de estocadas más, y Horacio se derramó sobre el vientre de ambos, sin detenerse, llevó sus labios al cuello del contrario, encontrando su punto sensible y llevándolo al límite. Entre gruñidos y maldiciones en ruso, Viktor sintió por fin su tan ansiada liberación, corriéndose al interior del moreno.

Sin cambiar de posición, y aún jadeando ambos, Horacio le soltó de aquel amarre de cuerdas, acariciando sus muñecas y calmando la tensión de sus músculos. —Sí que eres un buen chico— dijo sonriendo sobre sus labios, para luego atraparlos en un dulce beso del cual ninguno quiso separarse, sintiendo que se necesitaban mutuamente y acurrucándose tiernamente...

One Shots - SpainRP / InfamesRPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora