—Parece como si fueras a ver a tu peor enemigo. ¿Por qué tan seria? —preguntó Enzo.
Lo miré sin devolverle la sonrisa, pasando por alto su imitación del Joker. Al igual que el viernes anterior él había aparecido en el instituto para pasar a buscarme. Era difícil determinar exactamente el origen de aquella acción. Era una mezcla entre la impaciencia por ponerse manos a la obra y la caballerosidad que mostraba a menudo. El viaje a Cambridge había sido en absoluto silencio, había intentado concentrarme en mi libreto sin lograrlo realmente, más bien pretendiendo que lo hacía para no pensar en otra cosa. Y ahora, mientras caminaba junto a Bel Ami en las frías calles de Cambridge, tan solo sabía que cada paso acortaba lo inevitable.
—Porque yo también tengo un asunto que tratar con él —admití.
Lo había decidido ese mismo día, mientras me preguntaba por qué demonios no simplemente mandar a Bel Ami por su cuenta tras darle la dirección y que se las arreglara. Pero sabía por qué no había hecho aquello, había información que deseaba saber y sabía que no obtendría de otro modo. Así que, en vez de darle la localización a Bel Ami como había planeado en un principio, le dije que vendría conmigo a Cambridge. Era una ciudad increíble, atrapada en el tiempo en cierto modo con sus casas que parecían sacadas de cuentos y el crepúsculo coloreando su río.
—Escuché historias —dijo Enzo—. ¿Y si no acepta?
—Siempre acepta. Él hace favores, intercambios de objetos o información, pero nada que ponga en peligro a un inocente —respondí—. No rechazará una buena causa, no te rechazará a ti, y si así lo hace para eso estoy yo. Es sobornable con Nutella.
—Tienes que estar bromeando.
—No. Es un adicto sin remedio —dije sencillamente.
—¿Algún consejo? —preguntó él.
—Sí. No lo subestimes. No lo hagas enojar. Y si quieres sobrevivir, tendrás mucho cuidado con lo que haces y dices. Estarás tratando con alguien que no conoce el amor, él no te comprenderá cuando le digas que lo estás haciendo por tu hermana y lo desesperado que estás por encontrarla pero sabrá que estás dispuesto a hacer cualquier cosa.
—¿Cómo sabes aquello? —preguntó Enzo y suspiré cuando nos detuvimos frente a una puerta negra.
—Porque ya he estado en tu lugar —confesé.
Me resigné a lo que me esperaba y subí los pocos escalones acompañada de Bel Ami. Toqué el timbre y escuché la clásica melodía de campanas que anunciaba nuestra llegada. Pasaron los segundos y nadie respondió. Me crucé de brazos, impaciente mientras movía mi pie. Comprobé la dirección en una ocasión solo para confirmar que estaba completamente en lo correcto, sabía que no me había equivocado. Golpee la puerta, llamando con intensidad y empujando lejos el fantasma de una suposición sobre que quizás él ya se habría ido. Byte había dicho que nunca se quedaba mucho tiempo en un mismo lugar y yo sabía que eso era cierto.
Cuando me estaba decidiendo a buscar un modo de entrar, o pedirle a Bel Ami que abriera la puerta (Ey, se trataba de un ladrón profesional, debía saber violar una simple cerradura hogareña), una mujer abrió la puerta. Su oscuro cabello estaba sin brillo, recogido en un desprolijo moño, y sus ropas de oficina estaban arrugadas. Sus ojos mostraban cansancio, sus rojos labios estaban curvados hacia abajo y su rostro reflejaba una expresión de desesperanza. Conocía aquel sentimiento, se trataba de alguien que no formaba parte de este mundo pero que había visto demasiado y era consciente.
—¿Puedo ayudarlos en algo? —preguntó ella.
—Estamos buscando a Janus —dije y su triste expresión tan solo aumentó.
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Nana (Pandora #3)
Mystery / ThrillerHay tres reglas básicas para cualquier agente de campo: 1) Nunca confíes en nadie. 2) La información es lo más valioso que existe. 3) Aférrate a tu cubierta sobre cualquier cosa. Ahora, hay tres cosas que podrían haberme advertido: 1) Nunca te metas...