La rueda de prensa terminó para las diez de la mañana, lo cual fue como decirme que esta noche cenaría pizza (lo cual ansiaba y necesitaba urgentemente). Estaba agradecida por el café que me habían proporcionado mientras estaba allí sentada pero con todas las cosas que tenía en mente últimamente, me había sido imposible poder disfrutar de una entrevista política. Ethan lo hubiera disfrutado con placer, pero mi hermano era mi hermano y con algo de suerte se habría resistido al final de levantarse para ir a hablar con el futuro Primer Ministro y discutir sobre sus proyectos. Mas Ethan seguía en Sudáfrica. Tendría que considerar la idea de darle aquella oportunidad a mi hermano, solo ahora comprendía por qué él tenía tanto interés por mis contactos y se tomaba la molestia de entablar relación con ellos. Asistiendo a un instituto de elite, repleto de chicos como Andy cuyos padres eran personas importantes, no era difícil estar llena de contactos y conocer a gente de todo tipo y poder.
Me levanté y tragué rápidamente otro par de aspirinas sin que nadie me viera. Me prometí en vano que sería más consciente la próxima vez que saliera. De todos modos, tristemente, mis tiempos así se estaban acabando. Dejar el alcohol por una vida de constante peligro mortal no parecía para nada un buen trato. Suspiré resignada. Entonces, aquí estaba, alejándome cada vez más de la vida normal (o lo más normal que hubiera podido ser considerando mi familia y entorno), y acercándome cada día un paso más a una vida de agente secreto. Bueno, no del todo como cualquier agente ya que mi trato con los hombres de traje era diferente, pero seguía siendo igual de arriesgado.
Pasamos a una sala contigua, sin ningún arreglo ni todo el público aunque algunos reporteros con pases especiales lograron colarse también. Andy aprovechó esos pocos minutos de descanso para alcanzar a su padre y abrazarlo. Peter W. Parson se mostró completamente sorprendido al ser algo tan inesperado pero terminó sonriendo y abrazando con amor a su hijo. Un par de fotografías del momento. Ok, a él le vendría bien ese tipo de publicidad, fuera del momento padre-hijo. Y tal vez Andy también había pensado en aquello.
Un hombre de traje puso un brazo delante de mí cuando intenté acercarme y me miró seriamente a través de sus oscuros lentes. Me paré firme sobre mis zapatos, las manos en la cadera, y le sostuve la mirada. Lo alejé apenas me puso una mano encima para poder tantearme y registrarme y él frunció los labios con desapruebo. Quise sonreír, definitivamente no había esperado que quien parecía una simple chica de dieciséis años fuera capaz de representarle un desafío. No era por nada pero simplemente no me gustaba ser tocada por desconocidos, no luego de lo que había sucedido en París con ese criminal portugués.
—No puedes acercarte al señor Parson —dijo el hombre—. Medidas de seguridad.
—¿MI5? Por favor —dije y cogí su mano la próxima vez que intentó registrarme, acercándome tanto a él como era posible—. ¿Tienes idea de quién soy? Estoy arriba de ti. Ahora, si me vuelves a poner una mano encima o pones en riesgo mi cubierta me aseguraré que te pongan a limpiar los suelos en la academia. Hazte a un lado y déjame pasar, alguien tiene que ocuparse de la seguridad del hijo del futuro Primer Ministro.
Por un segundo el agente del MI5 consideró que podría estar tomándole el pelo pero luego lo pensó mejor y prefirió no arriesgarse. De todos modos, si no fuera agente, era solo una chica de dieciséis años y él seguía teniendo un revolver oculto en el interior de su chaqueta. Como si ya no hubiera tratado con armas últimamente, sabía lo que era el frío del metal contra mi sien. Me deslicé lejos y lo evadí para poder acercarme a Andy. Nuevamente su padre había sido secuestrado por los reporteros quienes lo apuñalaban a preguntas.
—¿Asunto de agentes allí atrás? —preguntó Andy.
—No. Tan solo no me gusta que me toquen —dije.
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Nana (Pandora #3)
Mystery / ThrillerHay tres reglas básicas para cualquier agente de campo: 1) Nunca confíes en nadie. 2) La información es lo más valioso que existe. 3) Aférrate a tu cubierta sobre cualquier cosa. Ahora, hay tres cosas que podrían haberme advertido: 1) Nunca te metas...