Escuché los aplausos, y al mismo tiempo escuché las bromas de Andy sobre cómo siempre terminaba suicidándose por mi culpa. Reí sin poder evitarlo y entrelacé su brazo con el mío al momento de salir a escena y hacer una reverencia tras otra exitosa noche de estreno. Por alguna razón el público amaba cuando actuábamos de pareja, supongo que era difícil olvidarse de nuestra actuación de Romeo y Julieta en el verano. Pero Antígona y Hemón habían sido una historia completamente diferente, otra clase de tragedia, y aún así habíamos emocionado del mismo modo.
En momentos como estos, bajo todas las luces y con mi mejor amigo a mi lado, escuchando el sonido de los aplausos y sabiendo que yo era la causa, la vida valía la pena. Cuando te llueven flores, la vida realmente vale la pena. Y Andy me sonrió con diversión como si pensara lo mismo. Este era nuestro modo de evadirnos, de olvidar todas las complicaciones que teníamos a diario, de pretender ser otras personas aún si ambos terminábamos muertos. Porque mientras estuviéramos dentro del teatro entonces podíamos sentir la magia, y los sueños eran reales y Antígona no era una chica loca sino que una heroína y las preocupaciones quedaban de lado para dejarle lugar a las historias. No había lugar para nada más estando en escena.
Fuimos tras bambalinas y ambos cogimos una copa de champagne para celebrar tal como la compañía hacía siempre luego de un estreno. Maurice dio sus clásicos secos y crueles comentarios sobre nosotros pero si lo conoces tan bien como yo sabes que cuando dice que todavía se podía mejorar en realidad te está halagando por tu excelente actuación. Después de todo Maurice parecía haber nacido sin tener cargado en su diccionario de habla palabras positivas o amables. Al menos durante las noches de estreno Monsieur le directeur se abstenía de insultar a los actores.
—Juro que ese hombre vendió su alma al diablo por el éxito absoluto como director —susurró Andy a mi lado y reí.
—No lo dudes —dije—. ¿Quieres ir por algo cuando salgamos de aquí?
—Me encantaría.
—Si mi hermano no me ha asesinado para entonces...
—¿Por qué lo haría?
—Tal vez le di una entrada a Diana y no le dije nada a él.
—¿Eres chica muerta?
—Posiblemente, conseguí que ella se sentara junto a Ethan.
—Sí, por lo que tengo entendido sobre cómo es tu hermano en ese asunto posiblemente te matará.
—Lo sé. El lado bueno es que ya no le debo nada a nadie. Excepto a ti por cubrirme y darme una mano siempre pero ya tengo asumido que mi deuda contigo es eterna.
—No tienes ninguna deuda conmigo, Em —dijo Andy y sonrió—. Los mejores amigos no tienen deudas entre ellos.
—Te apuesto lo que quieras a que algún día te arrepentirás de esas palabras.
—Por otra parte, los mejores amigos si tienen apuestas entre ellos. ¿Un buen chocolate caliente?
—Has leído mi mente —dije y nos miré—. Creo que primero deberíamos cambiarnos antes de ir.
—Sí, el frío nos matará e ir por allí como si hubiéramos salido de la antigua Grecia en esta época no creo que sea del todo una buena idea. ¿En veinte en el corredor?
Asentí y le sonreí antes de tomar caminos opuestos en el pasillo de los camerinos. Había logrado poner de nuevo en orden gran parte de mi vida, y a solo unos pocos días de las vacaciones de invierno realmente no me podía sentir mejor. Todo lo que podía estar bien lo estaba, a excepción de la percepción de temperatura de Maurice quien hoy había decidido que el lugar debía arder como el infierno. Era mejor que cuando había provocado una segunda era glaciar en el último ensayo. Ese hombre necesitaba ir a un médico de urgencia, algo estaba muy mal en él.
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Nana (Pandora #3)
Mystery / ThrillerHay tres reglas básicas para cualquier agente de campo: 1) Nunca confíes en nadie. 2) La información es lo más valioso que existe. 3) Aférrate a tu cubierta sobre cualquier cosa. Ahora, hay tres cosas que podrían haberme advertido: 1) Nunca te metas...