Capítulo 4

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Dim Mak. Si no sabes lo que es, o si te toma tiempo recordar que alguna vez tu hermano te habló al respecto como es mi caso, se trata de un antiguo arte oriental (nada sorprende aquella parte, antiguo y oriental parecen estar ligados siempre) conocido como el toque de la muerte. No sabía si aquello era cierto, en todo caso Ethan no lo había afirmado, pero sí podía confirmar que mi brazo y mi pierna no eran más que partes sin utilidad para mí. Parecían dos spaghetti, y no podía moverlos de ningún modo. Tuve que sentarme en la cama ya que sostenerme con un solo brazo de la cómoda estaba empezando a ser difícil. Intenté recuperar de algún modo la movilidad de mis extremidades, nada.

Dim Mak, toqué de la muerte o no estaba bastante cerca de eso. Lo poco que sabía, que recordaba de una rápida y casual lección de Ethan como eran la mayoría (pequeñas conversaciones donde él lanzaba datos al azar y me enseñaba un poco de lo que sabía), era que consistía en golpear ciertos puntos sensibles en el cuerpo. Tres rápidos golpes con dos dedos y mi pierna era tan inútil como si no la tuviera.

Enzo volvió minutos después con una pequeña, vieja y frágil taza de té. El borde estaba cascado en una parte, y parecía más de un antiguo juego de té para muñecas que una taza real, pero tendría que servir. La tomé con mi mano buena sin dejar de dedicarle una mirada de odio y entonces la olfatee. El dulce aroma logró relajarme y mi nariz no muy entrenada no percibió ningún tipo de veneno o calmante. De todos modos, no bebí. No bajaría la guardia del todo y no era tan estúpida como para aceptar tan fácil una taza de té de parte de un criminal.

—Sabes, realmente no tienes fundamentos para estar molesta conmigo. Eres tú quien irrumpió en mi departamento, yo tan solo hice lo que cualquiera hubiera hecho —dijo él sentándose detrás de mí.

—Si me vuelves a poner una mano encima clavaré mi tacón de siete centímetros en tu garganta hasta que salga del otro lado —dije observando el oscuro líquido.

—Entonces estarás así por unas buenas horas, y algo me dice que tú no puedes permitirte estar parcialmente lisiada —dijo él y puso una mano en mi omóplato izquierdo, haciendo apenas la presión necesaria y masajeando suavemente de modo que la sensación volvió a mi brazo lentamente—. Hablas francés de un modo perfecto lo cual significa que lo hablas desde niña o tuviste una rigurosa educación sobre la lengua los últimos años.

—Origen italiano, pero creciste en París desde pequeño, por eso tu perfecto francés sin acento —dije.

—He escuchado que el instituto francés de Londres es excelente, es bueno comprobar el nivel de sus estudiantes —dijo Enzo y luché por no tensarme—. El modo en que sostienes la taza. Una inglesa, y una acostumbrada a moverse en alta sociedad y de la cual se espera cierta educación superior. Y el té no tiene nada.

—No te creo —dije y él arrebató la taza de mi mano antes de tomar un largo sorbo.

—A pesar de lo que creas, mis manos están limpias, agente —dijo él y le arrebaté la taza antes de volver a darle la espalda—. Solo un agente secreto puede ser tan desconfiado.

—Te equivocas si crees poder leer a través de mí tan fácilmente —dije y bebí un poco, el té se sentía limpio pero de nuevo mi lengua no estaba experimentada en sustancias sospechosas—. Estudiante de la Sorbone, filosofía y sociología. Y tal vez algunas clases de arte también dada tu pequeña pasión por el arte y la falsificación perfecta de este. ¿Entonces qué le sucedió a ella?

Fue entonces su turno de tensarse completamente al escuchar aquellas palabras. No pudo ocultarlo, la mayoría de las personas no podía mantenerse indiferente cuando tocabas una fibra sensible, si no fuera una perfecta actriz gracias al intensivo y cuestionable entrenamiento de Maurice posiblemente no hubiera podido pretender que sus palabras no me afectaban. A fin y a cabo, estaba tratando con alguien que se dedicaba a lo mismo que yo: descifrar personas. El ensayo a medio hacer sobre la cómoda con citaciones de Rousseau y Voltaire además de su casual apariencia delataban fácilmente a un estudiante universitario de la Sorbone. Alguien que pintaba arte de Louvre no podía conformarse con menos. Internamente sonreí, yo había ido más lejos que él, había pasado la identidad para llegar a lo sentimental.

Nana (Pandora #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora