Capítulo 6

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Me registraron completamente para comprobar que no tuviera nada que pudiera ser utilizado por el sospechoso para escapar o en mi contra antes de permitirme entrar. Respiré profundamente, siendo consciente de lo que había pedido y preguntándome qué demonios había cruzado por mi mente en aquel momento. Lo sabía. La idea de un desafío, la oportunidad de comprobar si realmente había mejorado estos últimos meses. Me había dedicado a observar más detenidamente a las personas, a aprender a leerlas con mayor claridad.

Cada simple detalle, cada expresión, cada gesto. Había observado a los extraños en el bus o a los jóvenes en el instituto. Había aprendido a deslizarme más fácilmente dentro de sus mentes, saber qué habían estado haciendo o qué estaba ocupando sus pensamientos. Y ahora quería comprobarlo, saber sí así había sido realmente, si había mejorado. Mi pequeño encuentro con Bel Ami me había demostrado que así era en parte pero este era un caso totalmente diferente. Aquí realmente no tenía nada más que un hombre esposado a una silla, y debía arreglármelas con aquello.

Sonreí, recordando todos los libros de Sherlock Holmes que había leído, todas las películas o series que había visto sobre él. Siempre había admirado el modo en que descifraba a las personas en segundos. Observé un momento al hombre frente a mí. No era muy alto, tenía un cabello rubio en el que difícilmente se podían distinguir algunas canas. Su piel estaba bronceada, entrecerró sus claros ojos al mirarme. Me examinó de los pies a la cabeza, debía ser un cambio considerable un agente entrenado a una chica de dieciséis años.

—No sabía que era el día de trae a tu hija al trabajo —dijo él.

—Una muy mala elección de palabras, ese no es un buen camino para tomar conmigo —dije y me acerqué hasta estar frente a frente—. No se bromea con mi padre.

—Cinco minutos, Emma —dijo John en el auricular en mi oído.

—Mandaron a una niña a hacer el trabajo de un hombre —dijo él y sonreí.

—Al contrario, yo pedí esto —dije—. ¿Cómo estuvo Brasil?

Sus ojos se abrieron al ser atrapado y el hombre se tensó totalmente. Mi sonrisa tan solo se ensanchó. Este no era un reto, no uno real. Nadie podía esconderse frente a mí ni engañarme por mucho tiempo. Y ahora mismo, era como haber tomado un libro de la estantería y haber comenzado a leer la primera página. Y una vez que había agarrado el hilo, tan solo era cuestión de seguirlo y tirar de él. Ahora nada podría pararme, no hasta que llegara al final.

—Tenemos reacción —dijo una mujer en el auricular—. Su pulso ha dejado de estar estable.

—Mierda —dijo John y la próxima vez su voz fue más lejana, se había sacado su auricular—. Es mejor de lo que pensaba.

—Entonces Brasil —dije estando junto al hombre y eché hacia atrás la manga de su camisa para dejar al descubierto la cinta turquesa atada en su muñeca—. O Senhor de Bonfim. Y en un estado bastante nuevo. Esto no es muy inteligente de tu parte si pretendes esconder donde estuviste pero de todos modos el bronceado te delató del primer instante. He escuchado que Brasil es excelente en esta época del año.

—No estuve en Brasil —dijo él.

—Está mintiendo —dijo un hombre.

—Eso no es lo que dice esto —dije tirando de la cinta atada en su muñeca—. Ni tu bronceado. Por favor. ¿Has visto la época del año en que estamos? Casi no hay sol allí afuera. Cinco libras a que estuviste en Cândido Godói.

—No tienes modo de saber aquello —dijo el hombre.

—Al contrario, estoy tan segura como para doblar mi apuesta. El corte militar, la postura, el fanatismo para estar aquí sin más —dije y puse una mano sobre su omóplato.

Nana (Pandora #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora