Capítulo 15

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Tuve que despertarla eventualmente cuando llegamos a Londres aunque se volvió a dormir en el bus y en las siguientes conexiones. Al menos aquí no hacía tanto frío como en Rusia. Me sentí terriblemente culpable por tener que hacerle caminar todo el Portobello Road Market desde la calle principal hasta la casa de Josh pero no teníamos otra opción. Era muy entrada la noche del domingo y la mayoría de las personas estaban en sus camas o haciendo la pila de tarea de instituto que yo no había tocado y todavía no sabía cómo me las arreglaría para entregar. Las calles estaban calmadas y silenciosas, la paz del sueño reinaba y era definitivamente mucho más confortante que las calles en San Petersburgo para mí.

Había algo casi familiar mientras caminábamos en la oscuridad de la noche. Una risa en el aire, un recuerdo de travesuras pasadas. La casa de Josh siempre había sido mi refugio, aquel lugar al que ir para que mamá no supiera de las cosas que hacía ni para pasar la noche fuera. Ethan posiblemente no lo considerase del mismo modo. Pero para cuando yo había sabido que la casa de Josh era donde papá había sido asesinado ya había sido demasiado mayor y pasado suficiente tiempo allí como para que me afectara. Y ahora mismo, al cruzar la cerca que separaba la calle de la casa junto con Nana, y al abrir la puerta principal me sentía como aquellas noches que ahora parecían muy lejanas en las que volvía para dormir aquí luego de una descontrolada fiesta.

—¿Emma? —preguntó Josh apenas entramos.

Cerré los ojos y contuve un improperio. ¿Qué clase de hombre estaba despierto un domingo a las tres de la mañana? Ah sí, Josh. Llevaba años conociendo a este sujeto y ni siquiera sabía de dónde sacaba el dinero para vivir, o cómo era posible que siguiera vivo a estas alturas. No existía persona más insustancial que Josh.  Él simplemente era... nadie. Nada más que un artista muerto de hambre que se pasaba todo el día durmiendo, o pintando eventualmente. Pero era un buen sujeto, y durante todos estos años desde que había comprado la casa de papá siempre había estado disponible para mí.

—¿Sí, Josh? —pregunté.

Él se acercó desde su estudio. Portaba su habitual vestimenta: un pantalón holgado y una camisa que le quedaba grande y estaba manchada de pintura fresca al igual que el resto de su cuerpo. Estaba descalzo, como siempre, y su cabello rubio tan despeinado como si se acabara de levantar lo cual no me sorprendería. Un golpe de inspiración a las tres de la mañana, aquello no me sorprendería para nada de su parte. Sus pequeños y rectangulares lentes descansaban peligrosamente sobre la punta de su nariz y el parecía tan somnoliento y distraído como de costumbre como para notar que estos podrían caer en cualquier momento y romperse contra el duro suelo.

—¿Quieres té? —preguntó Josh como si simplemente no me hubiera metido en su casa a altas horas de la noche.

—No, gracias —respondí—. Esta es mi amiga Nana. Iremos a dormir, mañana debemos levantarnos y partir muy temprano.

—Ok, si necesitan algo tan solo avisen —dijo él antes de volver a su estudio.

Personalmente creía que la casa podría prenderse fuego y Josh no lo notaría a menos que se lo dijera pero poco importaba. Guié a Nana hasta el piso de arriba y hasta la habitación de la cual me había adueñado hacía años. Ella se recostó en mi cama y casi al instante se quedó dormida. La cubrí con una manta y suspiré antes de dejarme caer sobre la silla del escritorio. Esto de hacer de niñera era agotador. Sobre todo si se trataba de este tipo de situación. Patee mi bolso lejos y agarré mis cosas de donde las había dejado aquí antes de partir. Era el único lugar donde estaba segura que estarían fuera del alcance de cualquier otro.

Prendí mi teléfono, nada realmente importante fuera de asuntos de instituto y cosas que no involucraban al Servicio Secreto. Prendí mi otro móvil, aquel que Andy bromeaba diciendo que era mi línea de Bright y de chica mala por los contactos que contenía. Un mensaje de texto de un número que no tenía agendado. Con algo de suerte no sería una amenaza. Toqué una sola vez la pantalla para abrirlo. Me pregunté qué diría Peter W. Parson al saber que el viejo Android de su hijo que él lo había obligado a abandonar para reemplazarlo por un Iphone ahora era utilizado para este tipo de cosas.

Nana (Pandora #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora