Capítulo XIX. Felicidad

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Capítulo XIX. Felicidad

—¿eso crees? —escuchó la voz de alguien detrás de él. Tenía tanto miedo de que sólo fuera una ilusión. Juntó valor suficiente para darse la vuelta y fue ahí donde las lágrimas nuevamente se hicieron presentes. Detrás de él estaba de pie un hombre, de cabellos plateados y una hermosa mirada violeta. Su corazón se sentía tan pesado, pero la vez ligero. Era una sensación extraña. Temía que fuera solo una visión. Como estaba débil aún, pensaba que era debido al cansancio. Se levantó como pudo y se acercó a esa persona. Acercó su mano derecha a su mejilla y de inmediato se dejó caer de rodillas frente a él. Era real, él estaba parado frente a él. Las lágrimas invadieron su rostro y los sollozos se convirtieron en gritos. Akihiko se arrodilló frente al azabache y acarició su pálida mejilla. Después miró al bebé que este llevaba en los brazos. Se parecía demasiado a él, con sus hermosos cabellitos plateados. Insinuaba que los ojos eran como los del menor. Cuando el azabache pudo calmarse, miró al peli plata y sus ojos nuevamente se llenaron de lágrimas. Aquello no podía ser cierto, Akihiko había muerto esa vez, cuando Yokozawa se había llevado al pequeño. ¿Por qué les gustaba a todos torturarlo de esa manera tan cruel? Akihiko estaba muerto.

—¿Por qué lloras? ¿no estás feliz de verme? —le preguntó. El menor levantó la mirada y volvió a tocar la mejilla del mayor. Fue ahí cuando se le ocurrió una idea. Se pellizcó la mejilla con fuerza y volvió a mirar al peli plata. La imagen de este no se había desvanecido. Eso solo significaba una cosa...

—¿de verdad estás vivo? —el peli plata asintió con una sonrisa. Masamune se abalanzó a sus brazos y lo abrazó tan fuerte como se lo permitía su cuerpo. Cuando se separaron, Masamune le presentó al bebé. Dejó que lo cargara y en ese momento, el pequeño se despertó.

—qué hermoso que es nuestro niño. ¿Cómo se llama?

—se llama Sven (nombre de origen noruego, significa: muchacho).

—¿en serio? Svan y Sven. Espero no confundirme cuando llame a alguno de los dos. Zen me contó lo que pasaste en estos meses. Lo lamento, no quería que pasaras por todo ese dolor tú solo. Debió ser muy duro.

—lo fue, pero al menos ya estás aquí, conmigo. Pero, dime, ¿Cómo es que estás vivo? Yo te vi, con una bala incrustada en el pecho.

—la historia es larga de explicar, así que te la voy a resumir. Hace nueve meses, esa bala que estaba incrustada en mi pecho, no tocó directamente mi corazón, solamente pasó cerca de este. Si lo hubiera atravesado, probablemente estaría muerto. Escuché cada una de las palabras que me dijiste después de que cerré los ojos. No estaba muerto, sólo que había perdido demasiada sangre y me sentía muy débil. Después de que ustedes se fueron, vino la policía. Antes yo ya la había llamado y cuando llegaron les dije que Yokozawa Takafumi me había disparado. Les conté todo lo que Zen nos había platicado y entonces comenzaron a buscarlo. Durante estos meses, que me estaba recuperando, también investigaba dónde se había escondido. Mi amor, ya sé dónde está escondido. Planeo decírselo a la policía para que lo busquen. Ese sujeto tiene que pagar por lo que ha hecho—el azabache estaba incrédulo. Sentía que el piso se le había movido por un momento. ¿acaso eso significaba que al fin podría salir sin que nadie lo persiguiera como un fugitivo? Y lo más importante, podría volver a tener a su niño entre sus brazos. Estaba tan feliz.

—¿en serio? ¿Cuándo piensas decírselos? Yo también quiero ir.

—no, mi amor, tú aún estás muy delicado. Lo mejor es que te quedes y que...

—no voy a hacerte caso. Es mi hijo quien está en manos de ese loco. Tengo que ir a buscarlo personalmente. Por fin podré tenerlo entre mis brazos—el mayor suspiró. Sabía que el azabache podía llegar a ser muy necio y era imposible sacarlo de ahí—. Entonces, ¿tú sabías que ese desgraciado iba a venir? ¿o por qué llamaste a la policía?

—no lo sabía. La llamé cuando él ya había entrado. También cuando me acerqué y él me apuntó con la pistola, yo lo planeé. Lamento que hayas sufrido por eso, pero era por tu bien. Lo importante es que estamos juntos nuevamente y ahora enfrentaremos lo que sea tomados de la mano—el azabache sonrió con lágrimas en los ojos y abrazó al único hombre al que amaba y al único que amaría por siempre.

***

—¡Mamá! ¡Mamá! —exclamaba un pequeño niño azabache. Sus ojitos no paraban de derramar lágrimas. El peli azul ya estaba harto de los gritos del niño—. ¡Mamá!

—cállate por un momento. Ya me tienes harto. Tu mamá no va a venir. Cállate de una vez o si no tendré que hacerlo a la fuerza—lo amenazó.

—¡Mami! —volvió a exclamar. Ese último grito fue el que acabó con su paciencia y se decidió por amordazar al niño. En ese momento en el que el mayor se acercó al niño para ponerle un pañuelo en la boca, este aprovechó para darle una mordida en el dedo pulgar. El peli azul gritó y el niño se alejó tan rápido como le permitían sus piernas. Bajó las escaleras y corrió hacia la puerta. No podía abrirla porque la perilla era muy alta, fue cuando se dio cuenta de que la puerta tenía una abertura por donde entran las mascotas. Pasó por ahí y corrió hacia la carretera. Se paró a la orilla de esta y comenzó a hacer señas con sus manos.

—¡ayuda! ¡ayuda! —exclamaba. Fue hasta que un auto se detuvo y caminó hacia donde estaba. El niño se acercó al desconocido y lo abrazó—. Por favor, ayúdeme, me tenían secuestrado. Quiero a mi mamá—la otra persona lo cargó y lo introdujo a su automóvil. El pequeño lloraba con fuerza y se cubría los ojos con las manos.

—¿te sabes el número de tu mami? —el pequeño negó—. Bien, pues, te llevaré a la policía para que ellos busquen a tus papás—la otra persona condujo hacia la estación de policía y puso una denuncia por secuestro.

—bien, pequeño, ¿me puedes decir cómo era tu secuestrador? —en ese momento el pequeño levantó la mirada y el oficial le mostró una foto—. ¿era este? —La foto era de Masamune. El niño negó—. Bien, entonces, ¿era este? —ahora le mostró la foto de Zen. El niño volvió a negar—. ¿Cómo era tu secuestrador?

—fue el que le puso una denuncia a mi mamá por secuestro, también a Zen, pero no es cierto. Mi mamá y Zen son inocentes. Él es el verdadero secuestrador—el oficial lo miró sorprendido.

—¿Quién es tu mamá? —volvió a mostrarle las fotos. El pequeño señaló la foto donde estaba el azabache.

—ese es mi mamá. Se llama Takano Masamune y mi papá le puso una denuncia por secuestro.

—¿el que te secuestró fue tu papá? —el niño asintió—. Bien, escuchen todos, tenemos que buscar a este individuo. Se le acusa por el crimen de secuestro. Muévanse todos. Tenemos que atraparlo pronto—todos comenzaron a movilizarse. El oficial buscó el número de teléfono de Takano y lo marcó.

—buenas noches. ¿es usted el señor Takano Masamune? 

DesgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora