Capítulo IV. Explicaciones

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Capítulo IV. Explicaciones
—¿quieres explicarme lo que está sucediendo? Si voy a cuidar a tu hijo, necesito saber qué es lo que está sucediendo—habló el castaño.
—hace algunos años, cuando tenía exactamente 16 años, me enamoré de un chico, algo mayor que yo. Al principio todo iba bien. Él me quería y yo también lo quería, pero todo comenzó a cambiar cuando le dije que estaba esperando un bebé. Me trató de la peor manera y me acusó de que él no era el padre. O sea, me dijo que yo le había sido infiel. En ese entonces, vivíamos juntos y me corrió de su casa diciéndome que no quería volver a saber de mí. Cuando contacté a mis padres, ellos me dieron la espalda y no me apoyaron cuando les dije que estaba embarazado. Ellos también me despreciaron y fue ahí que ya no supe qué hacer ni a dónde ir. Estuve solo un tiempo, tratando de cuidarme y alimentarme lo mejor posible para poder cuidar de mi hijo. Recordé que tenía una tía en otra ciudad, así que fue para allá y ella me recibió de la mejor manera y me dijo que cuidaría de mí y de mi hijo. Fui muy feliz en esa casa, hasta que llegó mi niño. Le he dado todo el amor y cariño y así será por siempre. Mi tía ya era una persona algo mayor y un día fuimos al hospital para que la revisaran y nos dijeron que tenía un enfermedad en el corazón y este podía detenerse en cualquier momento. Así pasó, pero ella murió en paz y yo me quedé dos años en esa casa, hasta cumplir la mayoría de edad. Cuando cumplí los 18 años, decidí vender esa casa y regresé a Tokio. Busqué un trabajo, pero no sabía con quién dejar a mi hijo, así que lo dejaba con la vecina. Pero ella también ya es mayor y a los niños siempre les gusta estar de allá para acá, así que no sería justo para ella cargar con una responsabilidad que es mía. Y, bueno, hablando del padre de mi hijo, su nombre es Takano Masamune y es lo peor que existe.  Es una persona mala y no quiero que él se acerque a mi hijo.
—¿Svan lo conoce?
—sí, lo ha visto algunas veces, pero no he dejado que se acerque tanto a él. No quiero que haga algo que perjudique a mi pequeño.
—es extraño, porque hace rato, cuando escuché que alguien quería entrar a la casa, Svan llamó a su padre y le dijo que no lo hiciera. ¿Ha intentado entrar en otras ocasiones?
—sí. Es por eso que me he mudado de casa otras veces. Takano quiere quitarme a mi hijo. De hecho, hace algunos meses me buscó y me amenazó con quitármelo si yo no volvía con él.
—entonces, deberías denunciarlo. No puedes permitir que él te acose ni mucho menos que te amenace. ¿Tienes alguna foto de él? Para poder identificarlo.
—sí, aún tengo una por aquí. Espera—rebuscó entre sus cosas y sacó una foto que había en su cartera. La foto era de un sujeto alto, serio, con cabellos cortos, color azabache y ojos avellanados. El pequeño Svan se parecía mucho a él. 
—tu hijo se parece mucho a él. Pero bueno, tengo una foto de él para poder saber quién es. No voy a dejar que le haga algo a Svan.
—gracias. Estoy muy agradecido porque aún no nos conocemos bien, pero sé que puedo confiarte a ti la seguridad de mi hijo.
—¿qué edad se supone que tiene ese sujeto?—preguntó Zen.
—me parece que para finales de este año va a cumplir 22. Era más grande que yo cuando comenzamos a salir.
—es más grande que los dos. Porque yo apenas cumplí los 20, el 16 de junio—respondió el castaño.
—¿en serio? Somos del mismo mes, pero yo cumplo el 18.
—eres menor que yo, pero no por mucho.
—Bueno, ya me tengo que ir a dormir porque mañana tengo que llevar a Svan a la escuela. ¿Vas a quedarte o prefieres irte?—preguntó el menor.
—¿me puedo quedar? No tengo a donde ir.
—claro que te puedes quedar. Es más, hagamos un trato: tú te quedas a vivir aquí y a cambio, no te cobraré renta, sino que cuidarás a mi hijo y me ayudas con la limpieza de la casa. ¿Qué piensas?
—a ver, espera, ¿me vas a pagar por cuidar a Svan?—el peli azul asintió—, pero me dejarás vivir aquí a cambio de que te ayude con los labores de la casa, ¿correcto?—el peli azul volvió a afirmar—. Me parece bien. Acepto.
—muy bien, entonces déjame llevarte a tu nueva habitación—dicho esto, Yokozawa llevó a Zen a su habitación y lo dejó solo para que se instalara. Se recostó en la cama y ahí fue donde se percató de que no tenía pijama y no podía dormir con la ropa de diario. Se levantó de la cama y salió de la habitación rumbo a la del peli azul. Se posicionó frente a la puerta y tocó ligeramente. No obtuvo una respuesta, así que entró de manera sigilosa. Se llevó una sorpresa al ver que el dueño de la casa se cambiaba de ropa frente a él. Se estaba quitando los pantalones y sólo quedó con el bóxer. Lo hacía de una manera tan lenta y sensual, que estaba despertando los instintos más profundos que el castaño no conocía. Jamás había estado con nadie ni tampoco se había enamorado. Se quedó embobado, mirando al peli azul.
—¿qué estás haciendo ahí parado?—le preguntó el menor. Volvió a poner los pies en la tierra y lo miró.
—¿puedo pasar un momento?—preguntó un poco nervioso. El peli azul lo miró sin entender, pero asintió. Zen entró a la habitación y cerró la puerta. Como Yokozawa estaba sentado en su cama, Kirishima hizo lo mismo y se sentó muy, muy cerca de él.
—¿q-qué pasa?—cuestionó con los nervios de punta.
—sólo quiero hacerte una pregunta. ¿Tú crees que el amor a primera vista existe?
—¿qué clase de pregunta es esa? Además, no me preguntes sobre eso. Esas cosas no existen. Buenas noches…
—espera—lo sujetó del brazo para que no se moviera—. ¿Por qué dices que el amor no existe? Estoy de acuerdo en que no te ha ido muy bien en el amor, pero eso no significa que nunca vas a encontrar a esa persona especial, que te quiera y que te respete. ¿No estás dispuesto a abrir tu corazón una vez más ante una enorme muestra de cariño?—le preguntó el castaño. El peli azul lo miraba incrédulo y como si fuera impulsado por algún extraño motivo, se lanzó a los brazos del mayor y atrapo sus labios con los suyos en un beso profundo, pero lleno de sentimientos. Era la primera vez que se sentía así. Él también pensaba que el amor era algo que no podría tener y sólo se resignó a tener el amor de su hijo, sin pensar en el amor de otra manera. Tal vez su momento había llegado. Tal vez ahora sí podría ser feliz.

DesgraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora