Enemigos| ᴹᴱᵂᴳᵁᴸᶠ

Capitulo 18

ᴰᴵˢᶜᵁᴸᴾᴱᴺ ᴸᴼˢ ᴱᴿᴿᴼᴿᴱˢ

Max 

Unos lametones en mi cara me despertaron, corrí a Maxi y miré hacia el monitor donde Tul tenía que estar sentado. 

Salté de la cama al ver que había encerrado a Maxi conmigo, cambié rápidamente la cámara y mi corazón se aceleró al ver un hombre caminando hacia el depósito bajo tierra y a Tul a unos metros de él.

Me vestí, agarré mi arma y dejé a Maxi en el cuarto. Maldito Tul, si le pasaba algo...no se que haría. 

Salí de la casa y fui escondido hasta donde creí verlos pero allí no había nadie. 

Me quedé escondido hasta que vi al hombre apuntar hacia un costado, el establo. 

Tul apareció de allí y se quedó quieto al ver al hombre apuntandolo.

Apunté al hombre, cuando iba a disparar tiró el arma y me miró asustado. 

Nos acercamos con Tul y le alejamos el arma. 

—Por favor alguien me obligó, yo no quería—susurró el hombre. 

Tul frunció el ceño y le quitó el gorro al hombre. 

—Idiota—lo insultó—¿Que haces aquí, Piz?—bajó mi arma. 

—Me..Me mandaron—tartamudeó. 

—¿Lo conoces?—pregunté confundido. 

—Si, trabaja para mi hermano —dijo enojado—¿Te mando mi hermano, verdad?—se agachó y le habló amenazante. 

—N...no—tartamudeó. 

—Sabes que no te voy a hacer nada —le habló mas suave. 

—S..si Singto me mandó, lo siento T, yo no quería pero necesito el dinero tu..tu ya sabes para que—comenzó a llorar. 

—Está bien, dile a a Singto que estaba lleno de guardias y que no podías entrar, ahora toma y no hagas nada mas por mi hermano—Tul sacó unos cuantos billetes y los guardó en el  bolsillo del hombre. 

—Gracias T, gracias, siento haber hecho esto. Eres un buen hombre, tu padre estaría orgulloso —lo abrazó llorando. 

—Ve, no quiero verte por aquí —rió alborotado el pelo del chico, el chico lo abrazó y se fue no sin antes mirarme asustado. 

—¿Quien era ese?—pregunté enojado. 

—Un hombre que trabaja para mi hermano porque no le queda otra opción—caminamos hacia la casa. 

—Eres muy bueno a veces Tul
—entramos. 

—Él se lo merecía, cuida sólo a sus tres hermanos—subimos a la habitación. 

Lo agarré de la cintura y lo apoyé con suavidad contra la pared. 

—No quiero que salgas más sólo —susurré.