Amanda
Camille Parker.
¿A qué le temes más? Una pregunta capciosa y retórica, en la que en el mayor de los casos se miente. Se miente por miedo a exponer ante el mundo tú mayor debilidad, por demostrarte vulnerable y sacar a la luz ese lúgubre lugar en tú interior. Muchos dicen que arañas, otros dicen que las alturas. Y, sin embargo, otros dicen que el incesante vacío que provoca la crueldad humana.
¿Me creerías si te dijera que mis peores miedos son la taza de un baño y el sonido de pisadas aproximándose a mí?
Probablemente no. Suena ridículo, es ridículo. Pero para alguien como yo, una es el recordatorio de lo miserable y hundida que está mi vida. Es un recordatorio de lo bajo que he caído y de lo mucho que me falta del angustiante pozo de la vida, hasta por fin llegar a su fin y entrar al descanso y paz eterna. Y el otro, es simplemente la señal que el peligro se acerca. Que volveré a ser usada, abusada y desechada como un muñeco de plástico; como si no tuviera derechos; como si estuviera muerta. Así lo desean la mayoría, y no los culpo.
¿Se puede amar a alguien que ni siquiera se ama a sí mismo?
Bajé la taza del baño mientras recostaba mi mejilla en esta, intentando controlar mi dolorosa y acelerada respiración. Mi diafragma dolía por el esfuerzo, y mi garganta y nariz quemaban. Aunque a este punto, después de tanto tiempo, llegué a acostumbrarme a la miserable sensación. Extendí mi mano con las pocas fuerzas que me quedaban y corté un largo pedazo de papel higiénico para limpiar los residuos restantes de mi boca.
—Su alteza...
Un murmullo lejano se alcanzó a escuchar a las afueras del baño; el único lugar donde podía ser yo misma realmente. Una vez saliera de esta habitación, tendría que volver a ser Amanda Griffiths, sucesora al trono de Gran Bretaña, princesa de York. Una cara falsa más entre el montón, una hipócrita corrupta que debe ocultar bajo una sonrisa todos los crímenes y robos que ocurren tras el ojo del pueblo. Otra que se echó a perder.
—Voy... —Murmuré mientras me incorporaba.
Me planté frente a uno de mis peores enemigos, aquel que sabía todas mis debilidades sin que yo tenga que abrir la boca para decírselas, aquel cuya dicha es el hacer más miserable mi amarga existencia: el espejo. Un rival que me ha dicho los peores insultos, desde la primera vez que mi madre dijo que me estaban saliendo estrías. Fue algo pequeño, que fue creciendo y creciendo hasta volverse un monstruo de sombras y oscuridad, que poco a poco está consumiendo la poca humanidad que me queda.
Me aterra el reflejo que se expone ante mí. Esta no soy yo... no puedo ser yo. Recordaba ser feliz, lejanamente, pero lo recordaba. Mis mejillas estaban sonrosadas, una sonrisa estaba en mi rostro a pesar de todo y mis ojos tenían un brillo que muchos decían, les volvía locos. ¿Dónde había quedado la niña llena de sueños e ilusiones? Aquella que soñaba despierta en ser bailarina de Ballet, aquella que con sola una mirada alentaba a todos para seguir adelante.
Sabía la respuesta, sin embargo, no quería aceptarla.
Dicen que los ojos son las ventanas del alma, y horrorizaba pensar que había perdido hasta mí alma. Pasé mis callosos dedos temblorosos por mi rostro; mi demacrado rostro. Mis mejillas estaban hundidas, con sus pómulos prominentes de una manera enferma. Grandes bolsas se creaban bajo mis ahora salidos parpados. Parecía un maldito esqueleto.
¿Dónde había quedado una de las chicas más hermosas del mundo?
Me aferré a los bordes del lavadero mientras dejaba caer mi cabeza, en derrota. Había perdido la batalla. Y lloré, lloré como hace mucho no lo hacía. Lloré por Harry, lloré por la presión social, lloré por mí; por mí yo del pasado, por mí yo feliz. Lloré por los recuerdos que nunca más volverían. Lloré porque le fallé a Harry, porque perdí, porque me dejé caer al mar negro, porque perdí mi luz y mi motivo. Lloré porque le fallaría a mi país y a mí misma.
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P.D. Recuérdame ©
RomanceEn Inglaterra la señal de elegancia y buen porte es la familia real. Deben ser pulcros, educados, y dar una excelente impresión. Eso es todo lo opuesto a Amanda Griffiths. La princesa británica más polémica que ha existido en los últimos siglos. Su...