Capítulo tres

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Bienvenido a Inglaterra, país en el que si eres cabrón serás echado a las patadas.

Amanda.

El ambiente se tornó tenso en cuestión de segundos. Tres pares de ojos estaban fijos en mí. Sin embargo, yo mantenía mi mirada gacha. Todo esto era demasiado incómodo para mi gusto. El pequeño debía estar confundido, William creía que estaba todo bien y el chico americano... En ese ni quiero pensar.

Maldito imbécil.

Inhalé fuertemente y levanté mi mentón, erguí mi espalda e intenté proyectar toda la seguridad posible. No podía dejar que me vieran con mi guardia baja, vulnerable. Ya la había cagado ayer, lo suficiente.

—¿Dónde está mi ropa? —Comenté en un tono fuerte, serio y autoritario. Así me habían enseñado a comportarme.

Tanto los ojos del menor, como los de William se fijaron en el chico americano. Él me miraba fijamente, parecía en su propio mundo. Sus ojos profundos y penetrantes me estaban poniendo nerviosa, pero le mantuve la mirada en busca de una respuesta. El muy cerdo debía estar acordándose en todas las cochinadas que me hizo anoche.

—¿Entonces? —Me crucé de brazos levantando mis dos cejas, impaciente. Quería salir de aquí lo más rápido posible. Me sentía humillada y avergonzada. Mi hermano debe de estar revolcándose en su tumba.

—Jasper... —Susurró William dándole un codazo al chico americano.

Con que se llama Jasper...

Él pareció salir de su trance de idiota y se giró hacia su hermano.

—¿Qué pasó? —Murmuró frunciendo su entrecejo. No lo voy a negar, es bastante guapo. Un completo cabrón, pero guapo.

Su cabello es castaño, tiene un torso y brazos definidos, su piel es bastante blanca y sus ojos son de un azul cielo profundo.

—Respóndele —William me señaló con su mano. El chico americano hizo una mueca aún más confundido.

—Mi ropa. —Respondí yo con impaciencia. ¿Acaso tenía retraso mental? No tenía tiempo para estas babosadas—. ¿Dónde está?

—Ah, eso... —Masculló entre dientes—. ¡Judy! –Gritó llamando a la ama de llaves que solía cuidarnos cuando éramos niños y veníamos a jugar.

Los amigos de Harry y yo siempre fuimos muy cercanos. Tanto William como Alonzo me tratan como si fuera una hermana más. El cariño que nos tenemos es inmenso, aunque bueno... Podría decirse que con Alonzo es un cariño diferente.

La señora de pelo negro y ojeras bajo los ojos vino corriendo. Su mirada se clavó en los tres chicos de la mesa, su pecho subía y bajaba con fuerza. Pobre, la tratan como a una mula.

En fin, el burro hablando de orejas.

—¿Sí, señor? —Habló agitadamente.

—Tráele su ropa —Me señaló con su cabeza sin siquiera mirarme.

Maldito descarado. Me folla borracha, pero ah, ahora en la mañana siguiente yo no existo.

Hombres.

—¿A quie...? —Se giró hacia mí, y sus labios se elevaron en una leve sonrisa—. Señorita... ¿Cómo sigue?

A pesar de mi fuerte resaca intenté sonreír lo más convincente posible. Esta mujer era un sol y se merecía un buen trato. Puedo ser muy princesa y todo, pero cada uno de nosotros tenemos los mismos derechos. Tanto ella como yo, merecemos la misma cortesía y respeto.

P.D. Recuérdame © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora