Maratón (1/2) :)
Amanda.
Cómo perder la dignidad: Guía básica con la princesa Amanda de Gales.
Horror.
Horror era el que sentía cada vez que me miraba en el espejo y simplemente veía reflejado un fragmento de la gran mujer que alguna vez había sido. Era como si se me hubiera sido drenado toda mi luz y fulgor, y solo haya quedado un melancólico residuo de la supernova que había llegado a ser. Dos bolsas oscuras colgaban debajo de mis ojos, los cuales, últimamente eran más prominentes. Resaltaban en mi cara, pero ya no tenían ese brillo del que tantos me dijeron que se habían enamorado. La carne de mis mejillas había sido chupada, hasta prácticamente parecer un esqueleto. No me disgustaba, de hecho, agradecía que tanta falta de comida haya valido la pena. Sin embargo, no podía evitar añorar esa chica llena de vida que alguna vez hace mucho tiempo fui.
—¿Me estás escuchando? —La voz de Melissa resonó en mi cabeza, devolviéndome al aquí y ahora.
Aparté mi mirada del pequeño espejo —que pronto quitaría—, en mi casillero. Y volví a la tarea que tenía planeada antes de distraerme. Dejar todos los libros de este bloque en este y sacar los del próximo.
—Si, Mel... —Murmuré sin siquiera mirarla.
—No es cierto, tu mente andaba en quien sabe donde... ¡Ya nunca me escuchas, Mandy!
—Lo siento, rubia —Me giré hacia ella haciendo una mueca, ella igualmente tenía una en su cara—. Últimamente no ando muy presente.
—Si últimamente te refieres a un año, te creo... —Soltó un suspiro y me acarició el hombro, causando que yo me removiese en desconfianza. No me gustaba el contacto, quizás podría culpar por eso a mis padres. Ella lo notó y me soltó—. Ha pasado un año, cariño... Quizás deberías ir a terapia, hablar con un prof...
—¡Estoy bien! —La interrumpí con una exclamación.
La sola idea de tener que contarle a alguien todos mis pesares me aterraba, en especial sabiendo que probablemente esa persona le contaría a mis padres. Si algo había podido aprender a lo largo del tiempo, es que nunca se debe dejar que nadie te vea vulnerable, que vean tus debilidades. Se aprovecharán al final, y terminarán traicionándote. Y yo, mejor que nadie sabía, que mis peores enemigos eran mis padres.
—Vale... —Susurró.
Después ambas nos quedamos en silencio. Adoraba a Melissa, en verdad lo hacía y apreciaba que se preocupara. Pero este tema no le incumbía. Era mi dolor, eran mis penas, era mi hermano... Ya veré yo como llevo el luto. Con quien lo hablo, como y cuando lo supero y en que forma este repercute en mi vida cotidiana. Me agaché para comenzar a depositar los libros más grandes en el orden que tanto me caracterizaba. Yo más que nadie, tenía cierta forma de organizar las cosas, tanto físicamente como en mi vida. Y no dejaba que nadie, ni siquiera la bruja de mi madre, se interpusieran.
—Alerta idiota —Canturreó causando que yo me levantara con rapidez, golpeando mi cabeza en el proceso con el nivel de arriba de mi casillero.
Solté un quejido, sin embargo, me mantuve estática en mi sitio al escuchar una ligera risilla que cada día se me hacía más familiar. Los recuerdos de hace unos días invadieron mi cabeza y sentí mis mejillas tornarse rojas. Mis manos comenzaron a sudar. Me incorporé con rapidez encontrándome con ciertos ojos azules mirándome con un brillo de diversión.
—Princesa... —Murmuró con esa voz ronca suya.
¿Los hombres sabían lo que su voz podía causar? ¿El poder que tienen? O simplemente lo ignoraban como todas las indirectas. Sentí mi pulso acelerarse y me contuve de curvar una sonrisa de idiota. Me estaba comportando como una estúpida, por lo tanto, me giré y me encontré con mi rubia amiga mirándome con una ceja arqueada.
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P.D. Recuérdame ©
RomanceEn Inglaterra la señal de elegancia y buen porte es la familia real. Deben ser pulcros, educados, y dar una excelente impresión. Eso es todo lo opuesto a Amanda Griffiths. La princesa británica más polémica que ha existido en los últimos siglos. Su...