Keira Gray tenía una vida bastante normal, al parecer. Vivía en el condado de Arizona, en Phoenix, con su madre. Iba a clases de Ballet desde los cuatro años, en donde conoció a la que se volvería su mejor amiga, Bella Swan, quien fue su compañera d...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un escalofrío me recorrió toda la espina dorsal. Empecé a sudar frío y mi mirada se dirigió hacia la de Bella, ambas expresando lo mismo, estábamos aterradas.
—¡Suélteme! —exclamé antes de lanzar un manotazo al hombre que me había puesto la mano encima.
—Dos lindas chicas aparecen aquí de repente, ¿No les agrada eso, chicos? —dijo uno de ellos. Estaban ebrios, el olor a alcohol me llegaba incluso desde la distancia.
Entonces, el círculo en el que estábamos se empezó a encoger, poco a poco. Por un momento pensé que me iba a dar un ataque de ansiedad, no me gustaban para nada los espacios pequeños, sentía que me faltaba el aire.
Los ojos me escocieron cuando empezaron a manosearnos.
—¡Deje de tocarme! —exclamé de nuevo, ajena a lo que decían. Lancé otro manotazo y sentí un crujido. Seguido de esto, uno de los hombres se volteó enfurecido hacia mí con la mano en la nariz, sangrante.
Mi pecho subía y bajaba, presa del pánico. No podía escuchar nada, mi alrededor se había vuelto un lugar lleno de bullicio y no podía comprender nada, ni siquiera si Bella también estaba pidiendo ayuda. Lo único que supe, fue que cerré los ojos y puse los brazos para cubrir mi rostro, esperando un golpe que jamás llegó.
Comencé a temblar, de frío y de miedo. No bajé los brazos en ningún momento hasta que de repente, una mano fría me tocó el brazo de forma delicada. Me sobresalté, pero de todas formas seguí sin abrir los ojos, rezando porque esto fuera mentira.
—Kai. Soy yo —la suave voz de Jasper fue como música en mis oídos. Abrí los ojos y lo miré, entre aliviada y sorprendida de verlo allí. A pesar de solo haber hablado poco con él, me sentí tan segura con su presencia. Luego lo reparé, ví como tenía una expresión diferente en el rostro, sus ojos delataban ira.
—¿Dónde está Bella? —pregunté, mirando a mi alrededor.
—Está bien, tranquila —dijo, haciendo que comenzara a respirar con mayor tranquilidad—. Edward ya se la llevó, vamos. Sube al auto.
Me llevó al Jeep que le había visto a su familia con anterioridad y como era demasiado alto, apoyó las manos en mi cintura para ayudarme a subir. No quise mirar atrás, mantuve la vista fija en mis manos luego de que Jasper también me ayudase a abrochar todos los cinturones y se subiera al auto.
Arrancó a toda velocidad y solo se escuchaba el sonido de nuestras respiraciones, me aferré al asiento algo asustada de que nos estrellaramos por la velocidad, pero él parecía ser muy buen conductor. Por otro lado, no podía dejar de pensar en lo que hubiese sucedido si tan solo él no hubiera llegado a tiempo.
—¿Estás bien? —preguntó Jasper y yo hice una mueca abriendo la boca para responderle, a pesar de que me temblara el labio.
—Si, si, estoy bien —logré articular por fin, buscando sus ojos con los mios—. Gracias, por llegar.
