Ya habían pasado 200 años, dos centenarios de soledad, casi una eternidad sin su esposa. Los humanos se la quitaron, solo porque tenía el cabello rojo y los ojos similares a la amatista, solo porque era una mujer inteligente que amaba las ciencias. La tacharon de bruja con la absurda excusa de que su pelo era del color de las llamas del averno, que sus ojos tenían esa tonalidad por un pacto con Satán y que las ciencias que tantas de sus enfermedades habían curado eran magia negra. Murió dolorosamente, quemada en la hoguera, y aún con todo eso, le pidió a él que tuviera piedad, que no los matase, así de bueno era el corazón de la mujer que mas amó en su vida. No pudo cumplir con ese pedido. Los masacró a todos, le dio muerte a cada uno de los habitantes de Valaquia y nadie tuvo la osadía para detenerlo.
Luego de eso decidió vagar por el mundo como viajaban los hombres, despacio. Resignado a una inmortalidad que le sabía amarga sin ella. Por cada ciudad que pasara tomaba nombres distintos, y el “suyo” se iba volviendo leyenda a medida que la civilización avanzaba. Ahora, en pleno siglo XXI, Vlad Drácula Tepes, era solo un mito.
Se había asentado temporalmente en Tokyo, Japón, y adquirió la identidad de Kujo Jotaro, reconocido biólogo marino. Japón era uno de los países que más le gustaba, tenía una cultura basta y un desarrollo tecnológico sin precedentes. Aunque todavía odiaba a los humanos había aprendido a tolerarlos, y después de un tiempo los niños se habían vuelto una excepción de la regla al comprender que los seres humanos eran inocentes y puros al nacer, que la crianza que les dieran era lo que los convertía en criaturas crueles. Las mujeres escandalosas eran las únicas que le colmaban la paciencia cuando chillaban y pululaban a su alrededor como insectos molestos.
Decidió caminar sin rumbo, sumergirse en la melancolía y la tristeza que su rostro jamás mostró luego de aquello, porque hoy era el dia de la muerte de su esposa. Su corazon dolía como si estuviera de nuevo en ese momento. La tenue luz naranja rojiza de la puesta del sol atrajo desoladores recuerdos , los de ella siendo consumida por el fuego.
Aceleró el paso, sus largas piernas le ayudaban a llegar a quien sabe donde para poder hundirse en dolor y soledad. Observaba los alrededores sin concentrarse en algo específico hasta que….No podía ser, realmente no podía ser. Quería creer que sí, que sus ojos no le engañaban.
Se detuvo en seco. Eso que creía una roca inmóvil le martillaba el pecho como desde hace dos siglos no lo hacia. Ahí estaba ella, su amada. Ni siquiera llego a formar un pensamiento coherente cuando ya se estaba adentrando en aquella librería, en la cual vio detras del cristal a su gran amor acomodando libros en estantes. La campanilla de la puerta le advirtió que él había entrado, así que su objeto de adoración se giro sobre sus talones y le regalo esa misma sonrisa que le daba cada dia, hace una eternidad atrás.
-¡Elizabeth!- Jotaro le llamó exaltado, exclamó el nombre de su esposa con desesperación y la abrazo sin previo aviso, sorprendiendola. La estrechó entre sus brazos como si la vida se le fuera en ello. Las delicadas manos le apartaron suavemente del abrazo, y la mirada amatista le veía llena de confusión. El corpulento hombre no pudo evitar llorar, y su corazón se derritió al ella tomar un pañuelo para secarle las lágrimas. Cuando finalmente estuvo calmado, ella habló suavemente, casi en un susurro.
-¿Ya se encuentra mejor?- hasta ahora no se había dado cuenta de que la persona que tenía en frente, era un hombre, no por ello menos hermoso. Aún cuando su voz era claramente masculina tenía el mismo tono suave que recordaba. Era el calco de su esposa, solo que había un género de diferencia. Pero ahí estaba el cabello rojo, ciertamente mas corto pero con el mismo gracioso mechon rizado que acarició tantas veces; ahí estaban los grandes ojos amatistas que mostraban la mirada mas dulce que pudiera tener una persona, ahí estaba la piel blanca y tersa, las bellas facciones, la cintura estrecha, las manos perfectas de dedos largos y delgados, un poco más grandes de lo que recordaba, ahí estaba el aura amable y desafiante que ella siempre tuvo. La diferencia tambien estaba en unas finas y redondas gafas de marco verde, y unas cicatrices que atravesaban sus ojos de forma vertical, y que contrario a lo esperado realzaban aun mas su belleza etérea.
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Dracula's Wife [Jotakak] (PAUSADO)
FanfictionLuego de la muerte de su esposa en Valaquia y de vagar por el mundo, 200 años después, Jotaro encuentra su reencarnación en Japón, solo que es un hombre llamado Kakyoin Noriaki. Con esperanzas renovadas, él desea reconstruir la familia que creyó per...