Capítulo 21 - Galería de Arte

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Ya había transcurrido un mes completo y su relación iba viento en popa, el único pendiente que le quedaba por resolver era que aún Jotaro no hablaba con los gemelos. Se estaba preparando para asistir a la próxima exposición que su representante había organizado, invitó tanto a Jotaro como a los gemelos, se suponía que no lo iba a presionar pero un empujoncito no le vendría mal.  Se vistió de forma elegante, asegurándose de que su apariencia fuera tan pulcra como siempre, agarró las llaves del apartamento y se encaminó a la galería dónde sería realizada la exposición. Algunas personas ya esperaban que esta abriese.
Noriaki entró por la parte de atrás directo a su oficina, se miró de nuevo en el espejo de tocador que tenía allí y salió a ver que todo estuviera en orden. Observó cada cuadro, algunos le sacaron sonrisas. Siguió caminando por los pasillos vacíos dónde se exponían los lienzos. Los vellos de su nuca se erizaron ante la sensación de una mirada sobre él, con una intensidad abrumadora. Oteó a su alrededor buscando a la persona que lo observaba de esa forma. Nadie.

– Noriaki – escuchó que lo llamaban junto con una mano en su hombro, haciendo que se sobresaltara. Al voltear y darse cuenta de quien era, soltó un suspiro de alivio. Allí estaba una mujer unos cinco centímetros más baja que él, de largo cabello negro y ondulado, ojos oscuros detrás de unos lentes de marco dorado, y vestida de negro, como casi siempre. Era su representante.

– Señorita Yuna, solo era usted.

– ¿Estás bien? Parecías asustado. Y te he dicho muchas veces que no me hables tan formal, nos conocemos hace mucho.

– Si, no se preocupe, estoy bien. Solo miraba los cuadros.Y lo siento, es una costumbre. – la mujer sonrió observando también el cuadro que estaba frente a ellos.

– Este es diferente a lo usual. – comentó ella. Noriaki miró de nuevo su creación y sintió su cuerpo relajarse de la tensión anterior, una mueca cariñosa se formó en sus labios.

– Es uno de los que más me gusta.

– ¿Estará en venta?

– Ah, no. Es un regalo, pero quería que otras personas lo apreciarán.

– Una pena. Es una pintura realmente hermosa.

– Lo es.

– Tus otras creaciones son igual de excelentes así que espero que tengamos buenas ventas hoy. ¿Estás listo? Ya vamos a abrir.

– Listo. – respondió él. Al cabo de unos 15 minutos la galería estaba invadida de personas observando cada cuadro. Él era intervenido de vez en cuando para ser elogiado por un admirador o algún crítico del arte. Si había algo de lo que podía jactarse sin pena ni modestia, era de su talento, gracias a ello podía vivir cómodomante y enviarle dinero a su madre cada mes. Siguió caminando por los pasillos, esta vez, atestados de personas.

De nuevo la mirada.

Esa sensación horrible otra vez.

Decidió ignorarla al acercársele alguien con un elogio o una oferta de comprar alguna pintura. De vez en en vez pasaba frente al cuadro que Yuna le había comentado anteriormente, era de un tamaño mediano y aunque no era la única pintura en el lugar dónde estaba posicionada, sabía que tenía ese “algo” que irremediablemente llamaba la atención. De todos los que había hecho, era el que más sentimiento tenía. Así que siempre habían personas mirándolo con detenimiento, varios se ofrecieron a comprarlo, pero no importaba cuan alto fuera el precio, siempre se negaba. A la cuarta vez que pasó por el lugar había algo diferente.

Él estaba ahí.

Jotaro observaba el cuadro detenidamente, su cuerpo enorme completamente erguido, vestía con la usual ropa blanca de siempre, solo que la gorra estaba en sus manos dejándo a la vista la mata de rizos negros. No movía un músculo, no parpádeaba, solo observaba el cuadro. La única cosa que podía decirte que estaba vivo y no era algún tipo de realista escultura, eran las lágrimas que bajaban por sus mejillas. No salía un hipido de su boca, un sonido. Eran simplemente dos cascadas que nacían en sus ojos turquesas y culminaban su cauce en su barbilla para luego caer al suelo o a su ropa.

Las personas que antes miraban el cuadro se habían apartado, dejando al hombre solo frente a la pintura. El silencio era sepulcral. Había un atmósfera a su alrededor que te decía que no debías perturbarlo, solo admirar al hermoso hombre y comparar el parecido.

Debajo de la pintura había una placa metálica con la palabra “Felicidad”, el lienzo presentaba un detallismo inusitado, testificando todo el amor, esfuerzo y tiempo que su creador había puesto ello. Mostraba una habitación al más puro estilo medieval, con alfombrado de terciopelo, velas de iluminación y muebles antiguos. En medio de esta había un hombre de enorme estatura y sobrenatural belleza, vestido completamente de negro que cargaba en ambos brazos a unos hermosos y regordetes bebés, los dos de cabello oscuro, uno de expresión malhumorada y el otro con algunos mechones rojos en la parte frontal. El hombre observaba a los pequeños con lágrimas cayendo de sus ojos y una preciosa sonrisa. En su mirada se veía exactamente lo que decía el título de la pintura, la más profunda felicidad. Ese hombre era exactamente idéntico al que ahora observaba el cuadro. Noriaki se acercó a él, era el único permitido a hacerlo.

– Es un regalo para ti. – dijo el pelirrojo, haciendo que Jotaro volteara a mirarlo.

– ¿Por qué? – preguntó con la voz entrecortada.

– Para mí, esa es la definición de felicidad.

– Soy un muy mal padre.

– Yo sé que no. Y ellos también lo saben.

– Eso no cambia el hecho de que les hice daño.

– ¿Los amas?

– Los amo. Incondicionalmente.

– Entonces habla con ellos. Sincérate, pídeles perdón. Estaré junto a ti todo el tiempo. – Noriaki tomó su mano y le regaló una sonrisa. Luego voltearon y los gemelos estaban detrás de ellos, también observando la pintura. También llorando por ella.

– ¿Papá? – Jolyne exclamó con la voz temblorosa, y Noriaki palmeó la espalda de Jotaro para que avanzara. El pelinegro se acercó a su hija y simplemente la envolvió en un abrazo, sin palabras. Jouta quiso escaparse, pero Jotaro lo agarró por la manga y lo envolvió en sus brazos también. Noriaki sonrió enternecido por la escena, para luego darse cuenta de que estaban en un lugar público y que habían otras personas a su alrededor. Se acercó a Jotaro y tocó su hombro dándole un ligero apretón.

– Creo que debemos ir a un lugar más privado. – Jotaro asintió con la cabeza y se separó lentamente del abrazo, para luego ser los tres guiados por Kakyoin hacia la oficina de este. El pelirrojo nuevamente sintió esa horrible mirada sobre su persona, y nuevamente decidió ignorarla, ahora mismo habían asuntos más importantes.

Luego se arrepentiría de no haberle prestado atención.

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Yo haciendo un cameo en mi fic 🤣🤣🤣

¿Cómo están bellezas? Espero que les haya gustado el capítulo.

Hay otro Jotakak en mi perfil, no sé, a lo mejor les interesa 😏

Dracula's Wife [Jotakak] (PAUSADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora