Capítulo 3 -A veces los sueños son más que eso.

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Estuvo preocupada por el poco tiempo que llevo la gestación, solamente fueron 4 meses y medio, y a veces sentía que no podía seguir la velocidad con la que cambiaba su cuerpo. Sin embargo, no alteraría ni un solo segundo de ello. Su esposo la colmó de atenciones más que nunca, aunque a veces era un poquito molesto porque la trataba como si estuviera inválida.

Al principio estaban asustados, principalmente él. Existía un porcentaje considerable de mujeres que no resistieron el dar a luz a niños de una unión tan peculiar como la suya, y su esposo en algún punto de su desesperación le sugirió que abortara. Fue la primera y única vez que le abofeteó, pero lo hizo entrar en razón. Cuando supo que llegaba el momento del parto, le hizo prometer que si algo le pasaba, iba a amar y cuidar a su hijo o hija por los dos. Renuente, sí, pero se lo prometió.

Por suerte todo fue bien, algún que otro grito de dolor pero todo perfecto, bastante agotada también. Y ahora su corazón estaba rebosante de felicidad con la sorpresa de que eran gemelos. Un precioso y regordete niño con una mata de cabellos negros y expresión gruñona como su padre, y una bella niña de mejillas sonrosadas y también de cabellos negros, con la diferencia de unos curiosos mechones rojos en la parte delantera.

-Son hermosos, ¿cierto?- la mejor imagen, era la de aquel grande y corpulento hombre, sosteniendo a los dos bebés mientras lloraba y sonreía.

-Gracias, muchas gracias. Te amo tanto, y los amo a ellos también.- no pudo evitar soltar algunas lágrimas al ver aquella escena, hizo un gesto con la mano para que su esposo se sentara su lado en la cama. Cargó al varón, mientras veía como la pequeña se aferraba con fuerza a la tela de la camisa de su padre.

-Yo también te amo, ....

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Despertó sobresaltado y sudoroso, sus mejillas húmedas por las lágrimas que había dejado salir sin quererlo. Era otro de esos sueños. Hace 5 días que tenía sueños extraños, todos tenían muchos elementos en común; grandes columnas de mármol, el alfombrado de terciopelo, la maravillosa y gigante biblioteca, las antorchas, los muebles antiguos, la chimenea, la enorme cama matrimonial de postes altos y cobertores de piel, todo un colosal castillo al más puro estilo medieval. Y habían otros aspectos más....más personales.

La voz masculina y de tono grave que le hablaba con un cariño y devoción que llegaban a ser desgarradores, las manos grandes que acariciaban su cabello y su rostro con una ternura inesperada, la figura alta y robusta que caminaba a su lado envuelta en ropas oscuras, la sensación de seguridad inminente y compañía eterna. A pesar de ese detallismo inusitado, jamás hubo nombres o rostros. Hasta hoy. Esta noche, obtuvo información un poco más precisa. Primero, los sueños que tenía eran desde el punto de vista y los pensamientos de una mujer. Segundo, el hombre que siempre le acompañaba era su esposo, al cual solo pudo verle la sonrisa y las lágrimas que caían por su barbilla en tanto sostenía a unos niños. Oh, Dios, los gemelos. Eran los bebés más preciosos que hubiera visto en su vida. El solo hecho de recordar esos bebés le afligía, se sentía rebosado por una sensación de añoranza absolutamente desoladora, como si quisiera sostenerlos en sus brazos y jamás dejarlos ir.

Estaba completamente confundido. ¿Cómo era posible que sintiera todo aquello por un hombre y unos bebés que ni siquiera conocía, y que probablemente no fueran reales? Lo más extraño de todo, es que esos sueños habían comenzado luego de su cita con Jotaro-san. ¿Tendría algo que ver? Ah, no quería pensar más en eso.
Se secó las pocas lágrimas que aún caían por su rostro y observó la hora en su teléfono. Eran las 7: 00 am, así que se levantó de la cama con pereza y se preparó para su día. Se sentía inspirado así que luego de un merecido desayuno, acomodó el lienzo y el caballete y se sentó en el balcón a pintar un rato, con su perrito Hierophant Green dormido a sus pies. El día estaba bastante agradable, su mano se movía hábilmente trazando colores y figuras en el lienzo,la mirada estaba fija en su trabajo, mientras su mente todavía divagaba por aquellos sueños extraños. ¿Serán algún tipo de señal? ¿Tendrán algún significado? ¿Por qué no podía ver el rostro del hombre? Retornó la concentración a la pintura que inesperadamente ya casi estaba terminada, dio los últimos retoques y observó lo que había hecho.

Una pintura ciertamente hermosa. Era la figura de una mujer, solo del cuello hacia abajo, con el cabello rojo cayendo por sus hombros y en sus brazos sostenía a un niño de cabello negro y expresión malhumorada y a una niña de cabello también negro, con algunos mechones rojos en la parte frontal. Había pintado a los gemelos de su sueño. Dejo salir un suspiro. Guardó la pintura en un lugar seguro para que se secara y montó otro lienzo en el caballete para pintar otra vez.

Su mano se movía en automático, dejó que su mente se desviara. Recordó la cena que tuvo con Jotaro-san. Jotaro-san...Jotaro. Estuvo tan feliz de conocer finalmente a una persona que admiraba tanto, y era...más, mucho más de lo que imaginó alguna vez. Aquel fue el mejor cumpleaños que tuvo en mucho tiempo. Ah, tan guapo. Absurdamente guapo y sexy, cada vez que lo miraba con esos ojos color aquamarina sentía que sus piernas flaqueaban. Ni siquiera se imaginan como tuvo que retener las ganas de besar esos apetecibles labios. ¿Cómo podía existir un ser tan perfecto y atractivo? Cuando se quitó la gorra al entrar al restaurante, tuvo unas ganas hartas de pasar sus dedos por esos sedosos rizos negros. Su sonrisa era sutil pero preciosa, y su voz una mierda jodidamente sensual que lo hacía temblar de la cabeza a los pies. Y lo mejor de todo, es que si su concepto de coqueteo no estaba errado, aquel dios griego, le estaba coqueteando. A él, ¡justo a él! ¡Inclusive intercambiaron números de teléfono y Line, y se mensajeaban a menudo!

Por otro lado, tenía esta espinita de inseguridad de que Jotaro le estuviera viendo como un remplazo de su difunta esposa. Según palabras del biologo marino, era muy parecido a ella, así que tal vez, en toda su nostalgia y coincidiendo con el día de su muerte, Jotaro le hubiera visto como algún suplente de ella. Sacudió la cabeza para barrer cualquier incertidumbre y retornó al cuadro, que de nuevo, ya estaba casi terminando.

Bueno, esto tenía que ser una broma. Por favor, que fuera una broma. Cerró los ojos con fuerza, y deseó para sus adentros que aquello no fuese algún de ilusión óptica. Los abrió, y...joder, ahí estaba. Un maldito y detallado cuadro de Jotaro, del torso para arriba, con su gorra y gabardina blanca y el suéter de cuello de tortuga, el ceño levemente fruncido y su mirada penetrante. Se pasó la mano por la cara y se frotó el puente de la nariz. Sí, se sentía estúpidamente atraído por Jotaro pero no era como para hacerle una maldita pintura.

-Organiza tu mierda Kakyoin Noriaki, pareces una colegiala enamorada. - dijo para sí mismo. Resopló y fue a guardar el cuadro, en el proceso Hierophant Green se despertó así que tuvo a su perro reclamándole comida, porque en efecto, ya era mediodía. Cocinó una pasta sencilla para almorzar, y luego de alimentar a su perro , se sentó a ver por octava vez "El Castillo Ambulante". Adora esa película. Luego de una corta siesta decidió sacar a pasear su perro, se vistió con un suéter verde olivo, pantalones azul oscuro y una gabardina negra, en conjunto con zapatos deportivos, y sus siempre fieles gafas. Hierophant agitaba la cola feliz y dejó muy tranquilamente que le colocaran la correa porque sabía que iban a salir.

Era un miércoles así que las calles estaban medianamente concurridas, llegaron al parque dónde habían muchos padres con sus hijos. Algunos niños se acercaban hasta la banca donde estaba sentado para acariciar a su perro y otros le preguntaban con genuina curiosidad por qué tenía el cabello tan rojo. Las tiernas caritas sorprendidas cuando les decía que había nacido así, le calentaron el corazón. Realmente adoraba a los niños, y eso le hizo preguntarse si algún día tendría hijos. Cualquier comienzo de un momento de divagación fue cortado al sentir como alguien se sentaba en el extremo contrario de la banca.

Si no fuera porque era casi de su misma estatura podía jurar que se trataba de Jotaro. Era idéntico, e inclusive portaba una gorra parecida. Solo que era más bajo y menos fornido que el bilógo, y más joven. El muchacho texteaba algo en su teléfono, y parece que sintió su mirada porque de pronto giró su cabeza para encararlo. Tenía unos bonitos ojos verdes abiertos de par en par, como si estuviera muy sorprendido de verlo. Y espera, ¿que eran aquellas ganas repentinas de abrazar a ese joven? La añoranza y el anhelo volvían a abrirse paso en sus emociones. Estaban absortos mirándose el uno al otro, hasta el muchacho habló. Kakyoin sintió que le exprimían el corazón.

-¿Mamá?

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Un capítulo un poco corto, pero en definitiva importante. Muchas gracias por leer esta historia, espero que les esté gustando, y adoro cada uno de sus comentarios. Besitos, y los quiero mucho.

Dracula's Wife [Jotakak] (PAUSADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora