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La cabeza de Horacio estaba, sin duda, hecha un gran lío, se sentía, un poco, asustado

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La cabeza de Horacio estaba, sin duda, hecha un gran lío, se sentía, un poco, asustado. Habían vuelto, aquellos que no solo le arrebataron la seguridad e hicieron daño, si no quienes hicieron que el comisario temiera y optara por marcharse lejos del otro.

Sabía que ellos se acordaron de Horacio por la manera que le hablaron en aquel atraco.

Estuvo tan disperso en su mente recordando que le fue imposible darles caza aquellos malhechores.

Se sentía tan frustrado por aquello.

Cerró la taquilla con fuerza apretando sus dientes, quería gritar.

—¡Soltadme! —gritó ahogado —. ¡No se de lo que me habláis!

—¿¡A no!? ¿¡Acaso tu no conoces al superintendente y comisario!? —le gritaron aún más clavando bruscamente una navaja en su muslo. Un grito ahogado salió de sus labios.

Tapó sus oídos por instinto, segundos después, al percatarse que estaba completamente solo en el vestuario lentamente retiró las manos.

Atado, la sangre goteaba sin cesar de su cuerpo, oía las sirenas de la policía, oía disparos, oía ser llamado en la lejanía.

Volkov se posó frente al chico atado en la silla —. Viktor —murmuró el chico adolorido, pero sonreía a pesar de la gravedad de sus heridas —. Te estuve esperando...

Pestañeo varias veces seguido de caminar hacia la puerta, justo cuando salía, sus tres supervisores entraban, todos se miraban.

—¿Problemas conyugales crestitas? —interrogó el intendente posándose frente Horacio.

—10-05 intendente —dijo con seriedad y agresividad, no quería aparentar el desconcierto y temor a que su pesadilla volviera.

Conway alzó una ceja, pero se mantuvo catado y camino fuera del vestidor, seguramente a su despacho.

Ambos comisarios observaron al chico de la cresta, Greco con un café en sus manos se lo tendió al chico —. Lo he comprado de la máquina para ti —le sonrió, Horacio miro el café y luego a Greco, sin pensarlo lo tomo entre sus manos.

—¿Qué vas hacer? —preguntó el comisario mirando a Horacio, este alzó la mirada.

—Patrullar.

—¿Te acompa...? —la pregunta fue negada con la cabeza incluso antes de terminar.

—Iré solo comisario Volkov, igualmente gracias —dicho eso salió del vestido dejando con desconcierto a los comisarios.

Horacio con el café aún en la mano camino hasta e exterior de la comisaría, una vez salió el frío azotó en su rostro, el siempre había sido muy friolero, se odiaba por aquello.

Mientras tanto los comisarios en el vestidor discutían de cuál sería el problema que había dejado de aquella manera al chico.

Pero aquello solo lo sabía una persona.

Horacio Pérez.

Y parecía no querer contarlo. Algo peligroso para un punto fijo tan llamativo.

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Yo nunca me fuí. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora