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"Awww... ¿Ahora te
diste cuenta que me
perdiste? Que tierno"–.NGA.

Una semana había transcurrido, nos posicionábamos al viernes, Horacio canturreaba alegre por el vestuario mientras Greco bailaba, Gustabo solo se arreglaba y Conway fumaba viendo el teléfono ajeno

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Una semana había transcurrido, nos posicionábamos al viernes, Horacio canturreaba alegre por el vestuario mientras Greco bailaba, Gustabo solo se arreglaba y Conway fumaba viendo el teléfono ajeno.

El tiempo que había pasado Horacio no había mediado palabra con Volkov y lo poco dicho era de usted con sumo respeto, como si nunca lo hubiera visto llorar o nunca le hubiera abrazado.

—Pim pam, pim pam —canturreaba bailando Horacio.

Una fiesta se haría, todos, los invitados claro, estaba eufóricos, pues era el cumpleaños de su comisario Greco.

—No se descontrole como en mi otra fiesta eh, Horacio. Ahora traes novio —dijo con burla Greco.

Horacio le sacó la lengua mostrando un piercing —. Me lo pensaré.

La puerta fue abierta dejando ver al pelo grisáceo —. ¿Aún están aquí? —preguntó confundido al verlos a todos ahí.

—Te estamos esperando gilipollas —exclamó el intendente levantándose y caminando a la  puerta —. Necesito pasar por casa.

—Yo voy por un alumno, si quiere le acerco Conway —dijo Greco.

—Vale, muñecas nos vemos en Tequila —dijo saliendo del vestuario, Greco le salió canturreando.

—¿Vamos en coches diferentes o...?

—Yo no beberé —dijo Gustabo simple —. Así que vamos en el mío y a tomar por culo, ¿Hay que recoger a...?

Horacio negó —. Turno de noche —camino hasta la salida junto los dos tras él.

El trío subió al vehículo, Horacio conducía, Gustabo se encontraba en la parte trasera, pues quería prepararse solo una copa y Volkov en el asiento copiloto. Horacio encendió el motor y salió del aparcamiento —. Comisario hágame el favor de poner la ubicación del Tequila.

—¿A dónde me llevas Viktor? —preguntó con una sonrisa.

—A una cala —dijo agarrando la mano de Horacio, esta se encontraba en su muslo desnudo y la llevó al cambio de marchas sin soltarla —. Te encantará.

—Lo sé —dijo hechando la cabeza hacia atrás sonriendo aún más.

¿Cómo aquella complicada historia de amor que fue tan bien se pudrió tanto?

—¡Horacio el semáforo! —gritó Gustabo, Horacio aterrizó a la tierra, frenó bruscamente haciendo que las ruedas dejaran una marca de rueda quemada en el asfalto. Horacio apretaba con fuerza el volante mirando sus muslos, respiraba con dificultad —. ¿Pero estás loco? ¡Soy demasiado guapo para morir!

—¡Perdona! —exclamó tenso volviendo a retomar el camino —. Estaba pensando... que tomar primero —dijo decidido.

El ruso miró a Horacio unos segundos.

—¡Nos vas a matar! —gritó Viktor riendo.

Horacio subió el volumen de la música derrapando por las calles —. ¡Yo controlo!

—Te multaré —dijo sin aguantar la risa por verle cantar y conducir cual demente.

—Luego me la quitarás —le guiño el ojo.

Horacio paro frente al tequila —. Voy aparcar, ¿Os dejo o...? —Antea de formular palabra Gustabo bajo del vehículo —. Te espero en la puerta, haré cola —seguido de eso se fue.

—Cabron —dijo entre dientes comenzando a buscar aparcamiento.

El silencio entre el ruso y Horacio era tenso —. Podría a verse bajado —dijo —. Ya sabe como soy aparcando.

—Horacio gira, a la derecha ¡Derecha! —gritó.

—¿¡Aparcas tu!? —gritó con la cabeza fuera de la ventanilla.

—Entras bien —exclamó señalando el lugar donde podía aparcar.

—Calla ruso.

—Por ello le acompañe —aseguró bajando la música en su totalidad.

Una vez aparcaron entraron, media hora después el intendente se les sumó, Horacio y Greco reían y bebían, Gustabo solo disfrutaba, Volkov miraba y Conway degustaba su copa con un cigarrillo, aún que eso dentro del local estuviera prohibido.

Bebían.

Más.

Más.

Y mucho más.

—Horacio se le va la mirada —dijo en broma Greco a Horacio, este se rio a carcajada limpia.

—¡Se me va siempre Greco! —le aseguró, Greco se carcajeó dándole un empujón, este se volvió acercar a Greco —. Voy al baño y llamar —dijo alejándose de Greco.

Horacio caminaba hasta los baños tranquilamente hasta que sintió un tirón, una sombra cuyo rostro de momento desconocía, lo había empotrado en la pared bruscamente acorralándolo con su cuerpo —. ¿¡Qué coñ...!? —antes de seguir pudo comprobar quién era aquella sobra —. ¿Comisario? ¿Qué hace?

—Di mi nombre —ordenó con su ceño fruncido.

—Viktor ayúdame con este gilipollas, no me da los papeles —dijo por radio.

Horacio frunció el ceño —. ¿Qué...?

—Viktor, te quiero. Mucho. Mucho. Muchísimo —dijo con voz infantil abrazándole.

—¡Di mi nombre! —exclamó como si fuera un animal encerrado —. Si me amas, déjame oírte.

—¿Pasa algo Viktor? Te noto extraño...

Horacio entreabrió sus labios sorprendido observando la mirada azulada del comisario.

Pestañeo repetidas veces seguido de poner la mano en el pecho del contrario —. Apártese. Ya —Volkov en shock retrocedió.

—Horacio...

—¿Creíste que después de irte seguiría amándote?  —le reclamó —. Ahora mismo si me dieran la opción de morir usted o yo, optaría por que muriese —le dijo con odio.

—Siempre le protegeré Volkov. Siempre.

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Yo nunca me fuí. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora