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Había llegado a un punto en mi vida en el que me daba cuenta de lo poco que entendía, en general,  de la existencia. Antes comprendía todo, sabía lo que quería y debía hacer en todo momento, exacto, sabia, pero para mi desdicha apareció un nuevo factor: La traicion de mi hermano me llevó a la dura decisión de hacerlo junto a él. Era evidente que si no quería yo no traicionaría a nadie, es mas estaba seguro que si hubiera dejado morir a mi hermano todo este sufrimiento habria acabado para el CNP, pero temía que eso me dejara mas culpa de la que mi ser, ya algo oscuro, tenía. 

Simplemente no podía darle la espalda a mi hermano, mi salvador, pues mi inocencia, que sorprendentemente aún me quedaba, creia casi de manera ciega en él, aunque ha ser sinceros poco a poco recobraba la vista, y aunque sería eso bueno, ya que me quitaba esa atadura con el maniaco, podía ver a la perfección el daño que estaba haciendo. Podía ver casi a la perfección el ser despreciable que era.

La lluvia torrencial caia sobre nosotros mientras mi cuerpo temblaba, ya era una costumbre sentir aquella sensación tan sumamente desagradable.

Estaba inmovil.

¿Pero como no estarlo?

Lo que empezó como un simple atraco había finalizado como una guerra. Los malhechores que detestaban al CNP habían decidido unirse a mi hermano, les habían tendido una trampa, ha decir verdad, nos habian tendido una trampa. Yo desconocía todo plan, realmente creí que seria algo leve como un atraco...

Los gritos, me sonaban a susurros.

El miedo se habia vuelto mi abrigo.

Los disparos eran como gotas de lluvia que parecian no querer cesar hasta que el objetivo de alguna u otra manera cediera, desapareciera creando "paz".

Con manos temblorosas quite el pasamontañas que habia estado cubriendo mi rostro, dejando a si que las gotas de lluvia acariciaran mi rostro.

No sabría cuantos quedarían en pie por parte de los dos bandos, tampoco si mi hermano estaba... bien...

Mi cabeza hizo conecto de manera instantanea con una imagen.

Horacio se encontraba sentado en el suelo llorando desconsoladamente, en ese instante unos pies se detubieron frente él, alzo la mirada observando como volkov le tendia una mano, a cada lado de este, a un paso atras, se encontraba el intendente fumando, le sonreia de medio lado y al otro Greco que sonreia ampliamente de manera inocente y amable.

Mis pies se movian solos, era un suicidio correr por aquel campo de batalla pero ha decir verdad tampoco me era muy importante.

Mis lagrimas se camuflaban a la perfeccion con las gotas de lluvia.

Detuve mi paso bruscamente al ver como Gustabo sonreia ampliamente apuntando al ruso, el arma de este se veia a unos pasos de distancia, parecia como si hubiera secumbido ha alguna amenaza.

Apunte con mi pistola.

Y aunque mi mano temblara ligeramente, la duda estaba fuera dejando asi lo que mi corazon me pedia que hiciese.

Un disparo resono entre el gran escándalo.

--Lo siento Volkov...


Yo nunca me fuí. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora