Capítulo XI.III Entre historias y alcohol

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Hola, ¿qué tal? Se vienen los últimos tres capítulos de la primera temporada.
Sé que estás extensiones pueden ser un poco aburridas, pero prometo que servirán para la trama más adelante. :)

Saludos, y cuídense.

•••
Hoy era el tercer día del Congreso, casi la mitad de la primera semana del programa.

La conferencia de hoy se iba a tratar sobre "Avances en los Softwares de diseño 3D, y las ventajas de su uso en las escenas del crimen" y "El aumento de violencia en zonas cercanas a laboratorios, su causa y labor" así como una breve charla sobre "Protocolo y mantenimiento de un laboratorio de alta seguridad: ¿qué tan seguros son realmente?" 

Durante la mitad de la primera exposición escuché una de las puertas de entrada ser abiertas, pero de inmediato le resté importancia, hasta que una sombra se posicionó a mi lado de cuclillas.

- Gema -susurró una voz conocida logrando captar mi mirada en la penumbra- Voy a estar sentado al fondo, búscame cuando esto termine.

No llegué a asentir cuando él ya se había levantado rápidamente para ocupar su lugar.

Una vez que dieron por finalizado las charlas del día, me levanté y fui en busca de Ryan. Este estaba afuera de pie, llevando un cigarro desde sus finos dedos hasta sus rosados labios.

- Hola desaparecido. ¿Cómo estás? -pregunté al llegar a su lado.

- Hola Gema, lamento no haber aparecido ayer, pero cada día se están complicando más las cosas en el trabajo y eso nos tiene un poco tensos a todos. -explicó pasando su mano desocupada por su cansado rostro.

- No tienes que disculparte ni justificarte por nada, lo bueno es que hoy pudiste asistir. Y que aún nos queda tiempo para tomar esas cervezas. -dije intentando aliviar su creciente preocupación.

- Por supuesto, aún no se me olvidan. Yo invito la primera ronda.


Volvimos a caer en el mismo bar de la primera vez, y luego de que nos sirvieran nuestras primeras cervezas empecé a contarle un poco más sobre mí.

Decidí contarle solo lo justo y necesario, había partes de mi vida que aún no estaba preparada para compartir, pero que tampoco eran, a mi parecer, demasiado importante como para contar en la segunda salida.

Crecí en la misma casa con mis padres hasta que cumplí 17 años y me fui a vivir con mi hermano mayor a otro estado, él se encontraba allí realizando sus estudios desde hacía tres años antes que yo llegara, así que no tuve tantos problemas en ambientarme en un nuevo lugar.

Desde mi temprana adolescencia me interesó la justicia, y si había algo por lo que mi país no se caracterizaba era justamente por ella. Así fue que con los reiterados casos de femicidio, delincuencia y narcotráfico que aparecían cada día por la pantalla de la tele me fui embebiendo cada vez más de este deseo de investigar y servir al Estado. Por lo que al terminar mis estudios básicos me inscribí en la Universidad.

A este anterior deseo de investigar se le sumó la curiosidad por el estudio de la mente, en especial de la mente criminal, si algo había comprendido en mis primeros años de carrera era que para entender porque sucedió tal o cual cosa, primero había que intentar comprender quién lo causó.

Y el que hoy estuviera realizando este congreso no era casualidad, desde su primera edición había querido participar, pero por cuestiones económicas nunca me lo había podido permitir, pero esta vez me pude anticipar y reunir el dinero necesario, no solo para asistir al congreso sino para quedarme unas semanas más como turista en la ciudad.

- Así que... esas son mis aventuras. -finalicé extenuada por el relato.

- Tengo que decir que me impresionas Gema. Aunque hayamos sido criados en países tan distintos es claro que las pasiones y metas rompen con cualquier frontera. -contestó Ryan con una pequeña sonrisa en sus labios.

Esa noche la banda en vivo era de música de los ochenta y constantemente invitaban a las personas bailar así que, aprovechando nuestra leve borrachera, tomé de la mano a Ryan y nos dirigí hacia la pista de baile. Creo que no se lo esperaba, pero no me rechazó, lo cual fue bueno para mi autoestima. Bailamos y reímos durante dos canciones seguidas, me divertía demasiado con su presencia, y podía afirmar sin temor a equivocarme que él también.

Cuando la madrugada comenzaba a caer sobre nosotros al igual que en la primera noche, y el bar anunció que pronto iban a cerrar, pagamos la cuenta y nos retiramos hacia el hotel. Al llegar aún no quería despedirme, pero no estaba tan segura que él se pudiera o quisiera quedar.

-  Pasé una noche increíble, me hizo muy bien salir contigo y olvidarme del trabajo por un rato. -dijo con sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.

- Yo igual, espero que tu trabajo no te tenga tan estresado y mañana podamos encontrarnos de nuevo.

- Dalo por hecho. Si gustas podríamos intercambiar nuestros números de teléfonos así no vuelvo a dejarte plantada sin avisar -dijo con tono de burla.

- ¡Ja! Muy gracioso. -dije con sarcasmo a la vez que sacaba el celular de mi bolso y anotaba los números que dictaba para luego escribirle un mensaje con el mío.

- Fuera de broma, si no tienes planes esta podría ser nuestra salida oficial al final de la noche. Solo si tu quieres -dijo riendo suavemente al final.

- Pues considerando que no conozco a nadie más de por aquí, soy toda tuya. -contesté riendo.

No fue hasta que pronuncié esas palabras en voz alta, que caí en el posible doble sentido y mis mejillas quisieron sonrojarse. Y él lo noto.

Era consciente del alto libido que me embargaba producto del alcohol pero tampoco le iba a delegar toda la responsabilidad, ya que Ryan me atraía demasiado. Era un hombre muy atractivo y con quien, aparte de divertirme, compartía muchas cosas en común. 

Solo nos habíamos visto dos veces como para crear alguna clase de vínculo, pero eso no significaba que no podía desearlo de la manera en que lo hacía. 

Sería solo sexo.

- Creo que ya es hora de despedirnos. -dije rompiendo el tenso silencio.

- Claro, nos vemos más tarde. -dijo acercándose hacia mí, pensé que iba a despedirse al igual que la otra vez, pero esta vez tomó mi mejilla con su mano y tras mirarme fijo por unos cuantos segundos, como pidiendo permiso, plantó un suave beso en mis labios. El cuál no dude en corresponder pasando mis brazos por su cintura.

Con el paso de los segundos y el aumento de la presión en sangre, nuestros besos fueron subiendo de intensidad. Ya no bastaban nuestros labios, ahora dábamos paso a nuestras lenguas para intentar saciar el deseo.

Fue una solución eficaz por un minuto, pero llegó un momento donde ya nada era suficiente. No por lo menos en la puerta del hotel.

- ¿Quieres subir a mi habitación? -le pregunté con voz agitada.

- Por supuesto. -respondió de la misma manera.

Ya dentro de las cuatro paredes que nos ocultaban de los ojos curiosos y desinhibían nuestro instinto más básico, nos quitamos la ropa y saciamos el ferviente deseo de nuestros cuerpos.

JARDÍN DE AMAPOLAS (Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora