Un creciente calor sofocaba el aire que respiraba y ocasionaba que pequeñas gotas de sudor se formaran alrededor de mi cuello y pecho. Una incómoda luz fue el hito final para que terminara de abrir molesta mis ojos.
Entre el fuerte rayo de luz que lastimaba mi vista y el cansancio aun haciendo mella en mi cerebro, no comprendía donde me encontraba ni porque hacia tanto calor. El incesante pitido en mi cabeza, y las náuseas crecientes en mi estómago me informaron de una resaca creciente que iba a durar gran parte del día.
Tras limpiar torpemente el sudor de mi rostro noté que me encontraba envuelta en un caos de mantas y sábanas que habían sido los responsables de mi despertar, así como la ventana a mi derecha que, al encontrarse con las cortinas abiertas, dejaba cruzar todo el ferviente calor de la mañana.
Los recuerdos de una madrugada en compañía golpearon mi memoria, al igual que un arsenal de mariposas borrachas revolotearon por mi estómago empeorando mi malestar.
Lentamente estiré mi mano hacia mi izquierda, en busca del responsable de tan contradictorias sensaciones, pero al solo toparme con la suavidad de la cama giré mi rostro intentando confirmar lo que mi tacto ya sabía. Ryan no estaba, se había ido sin despedirse.
Con un amargo sabor subiendo por mi garganta me levanté velozmente y me dirigí al cuarto del baño que se encontraba del lado opuesto de mi cama.
Tras varias arcadas y lágrimas derramadas producto de la presión en mi pecho y estómago, por fin pude refrescar mi rostro con un poco de agua y sentarme en el frío piso del baño en un vano intento de organizar mis pensamientos.
¿En qué momento se fue? ¿Por qué no me aviso al menos? ¿Hice algo mal? ¿No le gusté? Miles de pensamientos negativos inundaban mi mente empeorando el nudo en mi estómago. No era una novedad que ante la mínima falta de seguridad mi mente empezara a auto atacarse, siempre con el fantasma de buscar validación en los demás, siempre con el temor de no ser suficiente.
- No. -dije en voz alta acallando mi voz interna- Debe haber alguna otra explicación.
Lentamente me levanté del suelo y tras limpiar mi boca de los restos de hace unos minutos, me dirigí hacia mi cama en busca de mi celular.
Antes de que mi mente me siguiera llevando por caminos peligrosos y equivocados era mejor que mis dudas fueran resueltas lo más pronto posible. Y de ello solo podía encargarse Ryan.
Una vez que encendí mi móvil una notificación de mensaje apareció en la pantalla. Era él. Con miedo a leer algo que no me gustara, pero con la certeza de que la espera solo turbaba más mi mente, lo abrí.
"Hey, ¿qué tal? De verdad lamento haberme ido sin despedir, pero surgió una urgencia en el trabajo y tuve que venir de inmediato. Tampoco quería despertarte, te veías muy cansada. Espero que me perdones y que te lo pueda recompensar más tarde en el bar. Un beso"
La nube gris que crecía hasta hace unos momentos sobre mí logró disiparse un poco, y el nudo en mi estómago fue liberándose con el correr de las horas.
Ya preparada para una nueva jornada del Congreso, me dirigí hacia el mismo salón de ayer y me senté en las últimas butacas cerca de la puerta de entrada y de salida, en caso de que los estragos de la resaca me atacara de imprevisto.
A más de la mitad de la exposición del primer disertante, mi móvil empezó a vibrar. No me preocupé demasiado ya que no era extraño, aunque si molesto, que compañías llamaran para vender alguna promoción de su empresa.
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JARDÍN DE AMAPOLAS (Daryl Dixon)
ActionUno pensaría que con el paso de los días el golpe de los eventos desafortunados disminuiría o, por lo menos, el tiempo los desdibujaría. Sin embargo, este parece haber marcado con trazo más duro el curso del mismo. Que la salida del sol no los enga...