capítulo 14

660 47 5
                                    

Inmediatamente después de que cayera en el orgasmo, Jason también lo hizo. Las contracciones salvajes de mi interior debieron ser demasiado para él. Lo empujaron al mismo punto donde, para bien o para mal, ya no había marcha atrás.

Ni siquiera hice amago por levantarme y evitar que se corriera dentro. Todavía estaba temblando y tenía asido su miembro con tanta vehemencia que, si me movía, me haría daño. Esperé y me estremecí a más no poder, imaginando lo que estaba pasando. Como su semen se extendía en derredor y bañaba de aquella esencia blanquecina, cálida, los músculos de mi vagina.

Los segundos se sucedieron e intenté recobrar la compostura. Estaba encima de sus caderas, apoyando las palmas de las manos sobre sus pectorales. Voorhees respiraba con cierta agitación, su torso no paraba de subir y de bajar, pero la máscara ocultaba el sonido casi por completo. Me quedé contemplando los agujeros de la misma.

Al principio no dije nada. Solo observé su figura, que yacía por debajo de mi. El jersey morroñoso que llevaba, de un marrón percudido, se había levantado en ciertas partes y dejaba ver la piel de su abdomen.

Cuestiones aparte, tras un tiempo prudencial me incorporé con cuidado y saqué su pene poco a poco de entre mis entrañas. Como era obvio, se estaba deshinchando por momentos y no tuvo mayor complicación. Lo que si me sorprendió fue la cantidad de eyaculación que escurrió desde mi entrada hasta su pubis, y el tono amarillento que presentaba. Arrugué el ceño e intenté reprimir la oleada de aprensión y asco que me doblegó.

Al contrario que la última vez que hice algo con Jason, no pude marcharme. Continuaba maniatada y las cadenas a las que me habían amarrado no me permitían alejarme demasiado de aquel camastro. Me hice a un costado y me acosté donde buenamente pude.

-Que polvo más satisfactorio.- Sentencié.

A pesar de que quería fumar, pues un revolcón sin el pitillo de después no era cien por cien perfecto, me cohibí de hacerlo. En las películas de Viernes 13 los fumetas solían tener un final abrupto y sangriento. Algo me decía que aquel zombi no tendría porque conocer, ni sabría cual era la diferencia entre un porro y un cigarrillo normal.

No negaré que los minutos que vinieron a continuación fueron un poco extraños. No sabía qué hacer o decir. Tampoco volteé la cara y me quedé mirando el techo. Al menos fue de ese modo hasta que él reaccionó. Se sentó con cierta torpeza, pero de inmediato volvió su cara hacia mi y se recostó de nuevo, de lado, intentando atraerme a su cuerpo de la forma más patosa que nadie pudiera llegar a imaginar. Sus movimientos eran desmedidos en fuerza. Pasó su pierna por encima de mi y se colocó cómo si quisiera hacerlo a lo misionero.

Al adivinar sus intenciones, abrí los muslos y le hice hueco. Jason se dejó caer, hincando los codos a ambos lados de mi figura. El colchón se hundió más de lo normal. Los listones crujieron con ímpetu.

-¿Otra vez?

Quería hacerlo de nuevo. ¿No es cierto? Aunque con la diferencia de ser el activo. Lo malo es que seguía flácido, normal después de haber terminado hacía nada, y tendría que encender el asunto si esa era su finalidad.

-Descansa un momento. Tienes que recuperarte.

Nada. Negó con la cabeza y se puso a embestirme. Sus caderas se balancearon hacia delante y hacia atrás, imitando una penetración que no se estaba dando. Me mordí las mejillas por dentro para no sonreír. Me resultaba incluso tierno verlo esforzarse de esa manera. Sabía que quería repetir el momento álgido del orgasmo, pero también que no podría si no dejaba pasar al menos un rato.

No dije ni mu y jadeé con las idas y venidas de su vaivén, palpando aquel cuerpo tan enorme mientras tanto. Metí las manos debajo de su ropa y reconocí cada cicatriz. Los queloides tenían una forma abombada y difícil de ignorar.

-Lo estás haciendo bien...

De vez en cuando su mirada se encontraba con la mía, lo que conseguía que me estremeciese. No eran los ojos de una persona normal. Había en ellos algo indómito y salvaje que no podía reconocer, como quien mira a un animal potencialmente peligroso y sabe que puede morir en menos de un pestañeo. Entonces me mordía el labio, entrecerraba la vista y susurraba su nombre.

Al cabo de un rato noté como su miembro se ensanchaba y cobraba vigor, deseoso de clavarse en mi por segunda vez. Tanto roce lo puso cachondo.

Bajé la diestra hasta nuestras intimidades para pasar de aquellos empellones superficiales a algo más directo. Todo estaba mojado y resbaladizo. Voorhees se quedó quieto.

-Aquí.

Murmuré y emboqué su glande contra mi entrada. Jason descendió de una y fue tal el embate que los dos emitimos un gemido. Aún a pesar de que fue una lastima que mi propia voz ocultase su gruñido de placer, mi mente reprodujo el sonido y dotó de una nueva erótica al acto.

Lo cierto es que agradecí haberlo montado primero. El hombre no es que tuviera demasiada consideración. Sus acometidas eran brutales, no tan veloces, pero de una profundidad que te dejaba sin aire. Su escroto impactaba contra mi trasero con acada estocada, resonando de una forma del todo pegajosa. Sabía a qué se debía.

Pronto empecé a temblar bajo su corpulencia. Cedí a darle el mando y eso me colocó, esta vez, en una postura de sumisión. No era algo que me desagradara, menos si lo estaba haciendo con él, pero resultaba un poco singular.

Intenté sacarle la ropa. No quería tironear mucho hacia arriba o se lo tomaría a mal. Ya sabéis, porque podía desplazarle la máscara por accidente. Hacía no mucho se había apartado de mi cuando creyó que se la iba a arrebatar. Por supuesto, esa no era mi intención ni de lejos. ¿Quién querría ver su rostro? Y no lo digo por la deformidad en sí, eso sería tolerable, sino por el estado en el que se encontraría después de muerto.

Él descubrió mi objetivo, se detuvo y se retiró la cazadora en primer lugar. A ella precedió el jersey y mantuvo la camisa azul. Luego decidió que estar lejos de mi no parecía mala idea, se sujetó a mis piernas, que pasaron a descansar encima de sus hombros, y continuó con las embestidas.

La nueva posición arrancó de mi labios pequeñas exclamaciones de complacencia. Seguía molestando en ciertas partes, sobre todo cuando presionaba con ahínco zonas en las que no resultaba del todo natural introducirse, pero cerré los ojos y me dejé llevar. Una de mis manos descendió hasta mi propio clítoris que él, como era de esperar, no sabía tocar. No lo culpé y me estimulé a mi misma, sabiendo que si lo hacía, lo gozaría el triple.

Y de esa forma proseguimos. Yo toda despatarrada, con los senos botando. Jason entre mis muslos, arrodillado, bombeando en mi interior. Su respiración era lo único que podía escuchar. No hubieron más gimoteos.

Aquella tarde fue una ocasión memorable.

Aquella tarde fue una ocasión memorable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Veintisiete veces 13 [ Jason Voorhees - Friday The 13th ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora