Capítulo 23

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Esperaba que esa persona desmembrada fuera cualquiera menos Damaris, pero se ve que pedía demasiado. Entendí de repente porque su prima me odiaba y no pude estar más de acuerdo con ella. Era una persona detestable y había conseguido que mi amante mutilara a mi mejor amiga. Solo deseé que estuviera muerta antes de comenzar la tortura que habría supuesto, como mínimo, lo que veía: Arrancarle miembros y reducirla a un montón de trozos sin ton ni son.

Jason se relajó al comprobar que era yo. Reunió a la Dama y se la llevó más allá, a la parte más recóndita y aislada de las galerías. La bolsa de tela donde la metió se manchó de rojo. De nuevo me fijé en el hacha que tenía hundida a la altura del omóplato, más no sentí un ápice de pena o de lástima. Creí que se lo merecía y entendí por fin que era un asesino, no alguien que mereciese amor.

Él si que distinguía el bien del mal. Mientras estuve cautiva de sus intereses, me di cuenta de que no tenía ninguna clase de retraso mental. Sabía discernir entre lo correcto y lo perverso. Si bien no se paraba a hacerlo y ahí radicaba el quid de la cuestión. Damaris era una buena chica. Tuvo que haberse dado cuenta. Sino lo hizo es porque no quiso. Estaba demasiado cegado por las matanzas como para perdonar la vida a dos personas. Conmigo llenó el cupo de misericordia.

Aún tardé unos minutos más en reaccionar. Seguía parada a escasos pasos de la trampilla, que se había cerrado cuando me introduje en aquel sótano. Hice acopio de valor y de inteligencia, y eche a andar en la misma dirección en la que Voorhees se había marchado.

Si quería acabar con su endemoniado ser tenía que actuar con indiferencia y una gran dosis de sangre fría. Engañarle. Ir un paso por delante suya para tenderle una trampa de la que no pudiera escapar.

Dado que era fan del género slasher y me había visto todas las películas de Viernes 13, sabía que no se mataba así como así al enmascarado. No importaba lo tiros que recibiese, que lo apuñalasen, que le atravesasen el corazón, todo era en balde. Sin embargo había una forma de incapacitarlo que quizás fuese efectiva: Cortarle la cabeza, igual que a su madre.

Jason no podría perpetuar sus carnicerías si le decapitaban aunque... ¿Quién tendría lo que había que tener para cortar ese cuello tan robusto? Del ancho de mis muslos.

Tragué saliva y me mentalicé de que no había nadie más. Debía ser yo. Tenía que llevar a cabo la ejecución con mis propias manos. Él confiaba en mi y eso me daba luz verde, la carta blanca para terminar con toda esta historia sin sentido.

Por ello, fui a su encuentro para ver qué hacía, reprimiendo la oleada de odio que nació en mi cuando contemplé que le tiraba pedazos de Damaris a las ratas. El resto lo quemó en una pira que había y luego se sentó a intentar sacarse el hacha de la espalda.

-Dejame intentarlo.- Repuse y sujeté lo que quedaba del mango para retirar la herramienta. Mi otra mano se posó en su cuerpo.

Tres tirones sin consideración y conseguí desincrustarla. La brecha escupió un montón de sangre de un bermejo podrido, similar al color del vino tinto. Oscuro.

-No sabía que te dedicabas a desmenuzar chicos cuando no estoy. Te ha faltado tiempo...- Espeté y mi voz sonó áspera.

Estaba en total desacuerdo con su patrón de homicidios. Cierto era que me hacían gracia en los filmes, sobre todo por los efectos especiales cutres de la época en la que rodaron los largometrajes, pero eso no significaba que apoyara dichas acciones.

Arrojé los restos del arma al fuego, que mantenía la estancia a una temperatura dulce y acogedora. Jason permaneció en la silla, con la cabeza gacha. De alguna manera comprendía que estuviese enfadada y parecía no tener argumentos con los que defenderse. Tampoco lo esperaba. Ya nada podría hacerme cambiar de rumbo.

-Eres malvado.- Mascullé, no pudiendo reprimir la decepción.- ¡Eres malvado!- Repetí cuando se rehusó a mirarme.

Me hallaba de pie en frente suya, por lo que le puse la mano en el mentón y le obligué a que levantase la vista. Él me contempló. Sus ojos brillaban y tenía la máscara manchada de sangre y suciedad.

 Sus ojos brillaban y tenía la máscara manchada de sangre y suciedad

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Mantuve la compostura, con el ceño fruncido. De paso, mi palma descendió hasta su cuello para palpar que tan fuerte lo tenía. Si podría o no rompérselo.

-Te parecerá bonito. ¿No? Dejar a esos pobres diablos por ahí tirados, muertos. ¿Acaso ellos te hicieron algo, Jason? ¿Te molestaron? ¿Eres tan huraño que te jode que vengan a tu bosque a pasar unos días? Por algo nadie quiere estar contigo.

No sabía que decirle. Por mucho que le insultase, no me reconfortaba, aunque quería que pagase de alguna forma por lo que hizo.

Visto que no conseguiría ahorcarle ni nada semejante, dejé de tocarlo. Ya no lo veía como antes. No me gustaba. No me atraía. No lo toleraba siquiera.

-Eres un tipo deleznable. ¿Sabes lo que significa? Que todos te desprecian. Que les das asco. Es una lástima, de verdad.

Sin importarme lo más mínimo la imagen que se hiciese de mi, saqué la cajetilla y encendí un cigarro en sus propios morros. Inhalé y le eché el aire en la cara.

-Pensé que podrías ser el hombre de mi vida, pero esto que has hecho... no tiene perdón de Dios. Tu madre estará desencantada. Su único hijo, ese que juraba  que era tierno y educado, y resulta que no es más que una bestia.

El asesino bajó de nuevo la testa, arrepentido.

-Te mandó que la vengases, pero eres tan estúpido que no entendiste lo que te quiso decir. Debías acabar con la monitora que la mató a ella, no desquitarte a diestro y siniestro con personas inocentes. Realmente no hay nada que pueda salvarse y no quiero verte nunca, nunca más. ¿Lo captas? Porque no te lo mereces. Pamela me advirtió de esto y me suplicó que regresase antes de tiempo. ¿Dónde está su machete? Ha mandado que me lo lleve.

Los segundos se sucedieron y Jason señaló dicho objeto, que descansaba a un lado. Sabía de sobra que obedecería cualquier demanda que yo hiciera, aún fuera algo tan doloroso cómo dejarlo sin el único recuerdo que le quedaba de su mamá, aparte de su cabeza.

Agradecí que el machete estuviera un poco apartado, porque me permitió ponerme a sus espaldas y calibrar mis movimientos.

No negaré que sentí una punzada de aflicción. Ver a semejante mole en una aptitud de tristeza le llegaría al corazón a cualquiera, más habiendo mantenido una relación tan íntima y estrecha como nosotros, pero no debía dejarme llevar por mis emociones. Damaris había muerto y debía pagarlo.

A continuación empuñé el machete y sin brindarle la oportunidad de defenderse (Si lo hacía acabaría conmigo) liberé toda mi frustración en un mandoble que partió su cogote hasta el punto de casi caer de sus hombros. Una mínima porción de carne fue lo único que impidió que lo decapitara al cien por cien.

Agonizante, Jason intentó moverse. Sus brazos manotearon y me aparté para que no me tirase al suelo. Di otro golpe y calibré mal. Rebané una porción de trapecio. La sangre había salido disparada a borbotones, mojándome la cara e impidiéndome contemplar la escena con claridad.

-¡Ella era mi amiga! ¡MI AMIGA!

Aproveché cuando la silla cedió, tiró al gigante y terminé con el trabajo.

Me deshice del famoso verdugo.


Veintisiete veces 13 [ Jason Voorhees - Friday The 13th ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora